Álex Prada: el escritor de Dos Hermanas que se ha colado en la élite literaria

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Álex Prada

Se crio entre Ciudad Blanca y Huerta de San Rafael. Un día escribió una novela, la envió a una editorial y ha recibido el aplauso de la crítica

Cuando acabé de leer la novela “Comida  basura” y supe que su autor es de Dos Hermanas, lo primero que hice fue pedirle una entrevista. 

¿Cómo consigues que Seix Barral, una editorial del Grupo Planeta, publique la novela de un desconocido?

Fue algo impensable. Cuando tuve el manuscrito lo envié a un correo y pensé que nunca más tendría noticias. Pero alguien debió leerlo, porque enseguida me mandaron un contrato. La verdad es que la editorial me trata muy bien para alguien que viene de la nada más absoluta.

Bueno, no seas modesto. Antes habías escrito poemarios y un libro de relatos. En tu primera novela, “Comida y basura”, muestras un conocimiento profundo de la vida rural. ¿De dónde sale?

Gran parte viene de mi padre, que tiene en Las Portadas una parcela con caballos y coge aceitunas, espárragos, tagarninas… Cuando me enfrenté a la novela, me propuse que no hubiera equívocos, que no chirriara. Por eso me documenté muy bien. Como dicen mis compañeros médicos, “tú lo que haces es literatura basada en la evidencia”.

La crítica califica tu novela como “una de las sorpresas de los últimos años”, aunque la literatura todavía no te da de comer, ¿no? 

Vivir para escribir de momento es sólo una utopía. Yo soy médico en el Hospital de Torrejón en Madrid, y mi especialdiad es reumatología pediátrica. En el hospital echo muchas horas extras para después tener días libres y dedicarlos a escribir.

Aunque eres nazareno, te gusta decir que naciste “en el Virgen del Rocío un domingo de feria”. En concreto, en la de 1981. Háblame de la Dos Hermanas de tu infancia. 

Pasé mi primera infancia en la barriada de Ciudad Blanca, en la plazoleta jugando al fútbol. Después nos fuimos al Palmarillo, a la Huerta de San Rafael. Muchos de mis recuerdos son de Cantely, adonde iba mucho porque jugaba en el equipo de fútbol de allí. 

¿De qué jugabas?

De extremo derecho, como Navas: pequeñito y rápido. De cadete me fichó el Sevilla y ahí estuve hasta juveniles, y eso que soy bético. Jugué en el mismo equipo que Arzu, pero él era tan bético que no se quiso quedar en el Sevilla. 

¿Dónde estudiaste? 

Primero en Los Frailes y después en el Instituto Gonzalo Nazareno. Estudié la carrera de Medicina en el Macarena y en el último año me dieron una beca Séneca y me fui a la Complutense de Madrid, donde hice la especialidad. Y allí me quedé. Conocí a una chica de Guadalajara con la que me casé en 2011 y vivimos con nuestros dos hijos en el corazón de Madrid, en el barrio de la Latina.

¿Qué te ha aportado Madrid como escritor? 

Madrid me dio un aire que me faltaba. Vine a buscar ambiente literario. Me metí en tertulias, clubes… era el clásico jovencito que va a la capital a buscar que le publiquen.

¿Leías mucho de pequeño? 

Sí. Desde niño tuve una relación inexplicable con la lectura. Me iba a la barriada de la Costa del Sol, donde vivía mi abuela, y me leía la revista “Pronto” de arriba a abajo. Y mi madre tuvo la gran idea de apuntarse a “Círculo de Lectores”, y eso me marcó, porque he crecido rodeado de libros. 

¿Cuando empezaste a escribir?

Aprendí a escribir gracias a la poesía. Fue mi entrada a la literatura. Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Lorca… han sido compañeros de mi infancia y adolescencia.

A veces hay algún profesor que te ayuda a descubrir tu vocación. ¿Te marcó alguno? 

En Los Frailes me marcó mucho Don Joaquín Sánchez. Tenía esa cosa afectuosa que hacía agradables las clases. Aprender con él enganchaba. También tuve una profe de literatura, Amparo, que era muy vehemente y yo siempre iba predispuesto a pasármelo bien. Iba con el gusanillo innato.

¿Eras el rarito de la clase?

La verdad es que siempre he mantenido un equilibrio entre gozar de cierta popularidad entre los compañeros y ese registro enciclopédico. Con mis amigos de Dos Hermanas tengo un grupo de WhatsApp y siempre soy el que mete el punto pedante. 

Tu primera novela es muy original. He de decir que me ha encantado. ¿Quiénes son tus referentes?

Me gustan Onetti, Rulfo, Jesús Carrasco, Carpentier y  sobre todo Francisco Umbral: por cómo presenta a los personajes, cómo usa la estructura, cómo rompe la linealidad…

Cuando Jesús Carrasco, al que has nombrado, publicó “Intemperie”,  supuso un éxito de ventas e incluso fue llevada al cine. ¿Vas por el mismo camino? 

Ojalá, pero de momento he vendido poco. Quizá me falte un empujón, algo que prenda la mecha. Que me den un premio o algo así. También es verdad que la promoción de la primera novela se vio truncada por la pandemia. 

Hace poco has publicado la segunda, “La parte blanda de la montaña”, que presentaste en la última Feria del Libro de Dos Hermanas, y ya estás enfrascado en la tercera, ¿no?

Sí, y no tiene nada que ver con las otras dos. Es más urbana y tiene más que ver con cómo nos comunicamos con los objetos que nos rodean. Me han otrogado una beca del Ministerio de Cultura. Ese dinero me permite dejar de trabajar un tiempo para irme a una residencia de escritores, donde uno consigue centrarse. Soy muy disciplinado. Me siento y escribo sin parar. 

¿Cómo ves Dos Hermanas cuando vienes?

Se han tomado decisiones muy urbanas y la han convertido en una ciudad que ha perdido su personalidad. Lo poquito de entrañable y de campo que había se va perdiendo. En mi barriada, que se llama “Huerta de San Rafael”, no queda un solo árbol. Me acuerdo de ir de pequeño a las haciendas de Montelirio, Ibarburu… y ahora cuando voy a Extremadura y veo que todavía queda campo me parece fascinante.