Nuestra protagonista ha cosido los últimos mantos de nuestra Protectora
Hoy voy a referirme a Ana María Martínez, una nazarena de nuestra generación que juega el que considero un importante papel en el culto, recibido por y debido a, Santa María de Valme.
En efecto, Ana María cose los mantos de nuestra simpar protectora y arregla los desavíos en la casa hermandad. En total ha hecho doce mantos a los que hay que añadir el manto de la Virgen de Valme de Hospital del título de nuestra Virgen. La hermandad a ella le da el tejido y ella pone el encaje y el forro.
Uno de ellos fue el que llevó en la peregrinación a Cuarto en 2021, acto que sustituyó a la clásica romería. Es de marfil de colores y de castillos y leones.
También ejecutó el rojo oscuro de flores y restauró el de terciopelo verde bordado en oro. Igualmente ejecutó el de fondo marfil de flores amarillas, el rojo y oro y el de fondo rojo con plata y oro.
Puede así verse la cercanía que tiene Ana María con la imagen a la que dota de mantos que ella se ocupa de acabar.
En cuanto a la familia de nuestro personaje, es hija del nazareno Manuel Martínez Ortega, encargado de la hacienda de Pie Gallo, y de la nazarena Ana Montaño García, ama de casa.
Sus abuelos paternos eran el nazareno Manuel Martínez Ramos, agricultor con fincas propias aunque también tuvo arrendada la hacienda de la Mejorada, y la nazarena Josefa Ortega ama de casa.
Por otra parte, su abuelo paterno era Doroteo Montaño Guerrero, agricultor y ganadero, natural de Puebla de Sancho Pérez, en la comarca de Zafra y la provincia de Badajoz. Su abuela era la nazarena Ana García Salas, ama de casa y, por cierto, prima hermana de María García López, la famosa Mariquita la de los Pelitos Rizados, personaje clave en la historia de Santa María Magdalena en el siglo XX.
Ana María Martínez nació el 21 de julio de 1956 en la casa de la Avenida de Andalucía –“La Carretera”- que es de su madre.
Tiene cuatro hermanos: Manuel, ingeniero técnico industrial, casado con Carmen González, ama de casa y padres de Carmen y Manuel; José, mecánico de mantenimiento de máquinas, casado con Adela Martos, agente inmobiliario, y padres de Adela y Pepe; Concepción, funcionaria del Ministerio de Justicia, casada con Antonio Madueño Villalón, chapista y padres de Antonio, arquitecto, y Manuel, chapista, cuya mujer es Inés Solís y tiene dos hijos: Martina y Gonzalo; y, por último, Francisco, ingeniero técnico agrícola, casado con Concepción Cordero Moreno, trabajadora social y agente inmobiliario. Tienen dos hijos: Curro y Concepción. Pero no he hablado de otros temas, acaso menores, con respecto al tema del artículo.
En primer lugar, hay que decir que Ana María Martínez estudió en el Colegio de la Sagrada Familia, de Hijas de la Caridad de San Vicente, luego en el de Nuestra Señora de la Compasión de Religiosas de Nuestra Señora de la Compasión, vulgo Compasionistas, y, por último en el Instituto Virgen de Valme.
Luego, estudió corte y confección siendo profesora de patronaje industrial, corte y confección. Estudió su profesión en el Centro Imagen por la plaza sevillana de la Encarnación. Durante un tiempo estuvo de profesora en un centro de los Padres Salesianos.
Y, cambiando de tercio, hay que contar que en su casa el Valme era un día grande, como en tantas y tantas casas nazarenas. El padre y los hermanos salían arreglados de la finca el día de la fiesta.
En cuanto a las aficiones de nuestra protagonista, le gusta su profesión y viajar. También le gustan las fiestas.
Igualmente le gusta mucho aprender la cultura de los diversos sitios por los que viaja.
Ana María Martínez ha sido una modista muy reconocida en Dos Hermanas y le ha cosido a multitud de familias, de lo cual se siente muy orgullosa.
En cuanto a su mundo de mentalidades religiosas, es devota de la Virgen de Valme, de la del Rocío y de la Soledad. Nada más y nada menos que la gran devoción comunal de Dos Hermanas –Valme-, la gran devoción -o una de las cuantas- supracomunal de Dos Hermanas -Rocío- y la titular de una antigua y linajudo hermandad grupal -Soledad-.
Sólo pertenece a la hermandad del Santo Entierro a la que se siente muy vinculada. Y su devoción se mezcló con su trabajo porque ejecutó los trajes de los servidores de librea –adultos y niños-, los de monaguillos, el del muñidor y las Marías. A la Virgen le hizo sayas, corpiños de muletón y muchos mantos. De hecho, durante un tiempo Ana María ha sido camarera de la Soledad.
Y nos gustaría seguir hablando de la vinculación de su persona a la Virgen de Valme. En principio, tengo que decir que en mi generación salieron muchos valmistas, sobre todo porque nuestras familias lo eran. Muchos de mi generación –y de la de Ana María-, ocuparon u ocupan puestos en la junta de la hermandad de la protectora.
Afortunadamente, compruebo que muchos jóvenes participan de los actos de Valme y muchísimos jóvenes más participan en la romería.
Lo mejor de Ana María es su participación activa en todo lo que atañe a la Reina de Cuarto. A ello se suma el hecho concreto, pero muy importante, de que ejecuta los mantos de la Celestial Señora. Todo ello hace un enlace de nuestro personaje tanto con la devoción como con la hermandad de Valme.
Y me gustaría decir algo sobre su madre, persona muy mayor pero todavía con fuerza para ir a rezarle a la Virgen de nuestro pueblo. Anita Montaño es un personaje muy conocido.
Y acabo con la pequeña biografía que he hecho de Ana María Martínez Montaño, una valmista que respira optimismo.
Y sólo me queda hacer un pequeño fervorín invitando a mis lectores -sean de la ideología que sea- a contemplar el domingo a la Reina de Dos Hermanas, a la Madre de Dios que llamamos con el bendito nombre de Valme. Hay personas que huyen de las bullas. Yo, por el contrario, me gustan las bullas religiosas porque es señal de que este pueblo –u otros muchos pueblos-, le tienen devoción a sus imágenes de santos, de María o, lo que es más importante, de Cristo. Yo espero este año ver más gente que nunca, todos alrededor de Santa María de Valme.
Y acabo con la figura de Ana María Martínez Montaño, la cual vivirá de nuevo este Valme con su vinculación entre ella y nuestra Celestial Protectora y Patrona de Nuestro Excelentísimo Ayuntamiento.
Y así todo queda dicho en este artículo que ha pretendido ser un trabajo sobre una amiga y un fervorín para todos los que acuden, llenos de fe, a nuestra simpar romería.