Tras años elaborándolos a mano, compró una máquina para fabricar más cantidad y cubrir la demanda del pueblo
Hoy ya no veremos, con su moto, a Antonio Salguero, puro en boca, repartiendo por los bares, en pequeñas bolsas transparentes (situadas en una canasta trasera), sus famosos y crujientes picos. Como otros panaderos de Dos Hermanas, ha ingresado como trabajador en SAINPAN (Sociedad Anónima de Industriales Panaderos Nazarenos), abandonando la actividad que durante décadas había desarrollado y que le había servido para que en Dos Hermanas se le conozca como “Antonio el de los picos”.
La idea que cambió su vida
Un día, todavía de soltero, Antonio tuvo una idea que cambiaría su vida y, a la postre, la de su futura familia: fabricar picos y surtir con ellos los bares y tabernas de Dos Hermanas. Los elaboraba, de manera artesanal, en la panadería de Faustino Delgado (en la carretera), donde trabajaba desde 1944, primero como aprendiz y después como oficial de masa. Una vez concluida su jornada de trabajo haciendo pan, se quedaba más tiempo y, pagándole la harina a su jefe, fabricaba los picos, que repartía por su cuenta a algunos bares. Era un pequeño sobresueldo que le permitía vivir mejor. Pero un día, Pepe Morales (socio de su jefe) le hizo una interesante propuesta: “¿Por qué no compramos una máquina de picos?”. Y eso hicieron. Probablemente, esa fue (exceptuando la petición de matrimonio a su novia Isabel, con la que se casó en 1964) la decisión más acertada de su vida: aquel aparato multiplicaba la producción y, poco a poco, Antonio fue ampliando el negocio y suministrando picos a todos los bares de Dos Hermanas. También algunas familias le encargaban bolsas para su propio consumo.
En un saco de cartón transportaba la mercancía desde la panadería hasta su casa, en calle Botica, y allí los envasaba en bolsas de distintos tamaños. Acercando la llama de una vela a la boca de la bolsa, lograba, en un gesto magistral, aplicar el calor exacto para sellarla sin quemarla. Ya solo faltaba una cosa: el reparto. Las tapas no son tapas sin la compañía de unos buenos picos.
Dos son los principales motivos del éxito de los picos de Antonio. El primero, los propios picos: recién elaborados, ni duros ni tiernos, crujientes, con masa y dimensiones exactas. Cuentan una anécdota en Bar Murube de un cliente cuyo hijo pidió repetir una tapa, y cuando la tuvo en la mesa ni la probó: el niño sólo la quería para que le pusieran una nueva remesa de picos. El otro motivo del éxito es el carácter de Antonio: buena persona, sociable y servicial, siempre con un saludo atento, siempre silbando alguna alegre canción.
Los tiempos cambian y ahora los panaderos se han organizado en una cooperativa. Otros se encargarán ahora de traer picos a los bares, pero no se parecerán a los picos de Antonio. Otra cosa que pierde Dos Hermanas…
Se enamoró de Isabel a los 38 años
Como tantos vecinos de Dos Hermanas, Antonio Salguero Delgado no es nazareno de nacimiento. Nació en Arcos de la Frontera (Cádiz) el 16 de agosto de 1925. Su padre (también llamado Antonio) tenía un camión con el que transportaba, oficialmente, patatas. Debajo, venía la verdadera mercancía: tabaco de estraperlo. Se trasladaron a Dos Hermanas siendo él pequeño. Nuestro protagonista fue educado en el Ave María. En los negocios fue espabilado, pero en el amor se hizo de rogar: hasta los 38 años no se atrevió a decirle a Isabel, cinco años menor, que estaba enamorado de ella. Poco después se casaron y tuvieron tres hijas: Chelo, Eli y Maribel. Además es gran amante del flamenco. A su suegra le suele traer discos de Farina y Antonio Molina. Bajo estas líneas, su carnet de la Mutualidad de Panadería (1959).