Crónica de la Romería de Nuestra Señora de Valme 2016 (I)

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Valme

Habida cuenta de que estamos todavía en el año de la Misericordia, me ha parecido bien encabezar esta sencilla crónica haciendo referencia a este hecho tan importante para la historia salvífica de la Iglesia y, por extensión, del mundo entero.

Y había, no cabe la menor duda, muchas ganas de Valme. Lo acontecido con la lluvia el año pasado, hacía que el buen pueblo de Dos Hermanas deseara ardientemente, con fervor y con sus matices más humanos –si no es humano lo trascendental- y festivos, acompañar a la imagen de la Virgen en su visita anual a su ermita de Cuarto. Y la  romería tiene un prólogo que se alarga prácticamente todo el año, ese prólogo que consiste en la preparación física de las carretas y galeras, de los caballos, de los diversos medios con que acudir al cortijo de Cuarto.

Pero la cuestión se pone al rojo vivo en el viernes del Traslado, en ese cuarto de hora o veinte minutos mágicos, en que la imagen de Nuestra Señora es trasladada desde el Sagrario de Santa María Magdalena hasta el altar de cultos colocado en el mismo presbiterio de nuestra iglesia mayor y más antigua, como siempre deliciosamente han dicho, precisamente, las convocatorias de Valme. Este año, la Virgen lucía en un magnífico altar concebido para recordar, precisamente, que hacía un siglo de que la romería se volviera a celebrar sin interrupción. En él aparecía nuestra Protectora bajo dosel sostenido por los varales de plata de su paso de salida con la crestería y con la peana de plata del mismo paso. Era un conjunto maravilloso y perfectamente entonado. Yo le decía a Agustín López González ‘El Quito’ que, en líneas generales, me gustaba más el plan de altar normal mas no dejo de reconocer que el de este año es fastuoso, maravilloso, sugerente y muy elegante y, sobre todo, que hacía falta un montaje especial para conmemorar tan gran efeméride como que la  hermandad, la villa y el pueblo decidieran celebrar de nuevo todos los años la romería. Desde luego, la hermandad ha estado acertada en montarlo y ha gustado, como digo, mucho.

Y la Virgen llevaba para la ocasión el manto rojo bordado con dibujos más o menos geométricos obra de José Antonio Grande de León, un cotizado bordador sevillano, y que es una de las últimas joyas, se puede decir, incorporadas a su ajuar. Además tengo que añadir que este año, rico en efemérides, se ha restaurado magníficamente la imagen de San Fernando, titular de la hermandad, por Benjamín Domínguez Gómez. Y este año, además,  el traslado coincidió con el día de la Virgen del Rosario, una de las grandes fiestas del calendario por ser nada más y nada menos que fiesta de la Virgen que recuerda a María a la que dirigimos esta oración. Estuvo concurridísimo tan emotivo y elegante acto, que se nos puede antojar sencillo pero que no lo es desde el punto de vista en que Dos Hermanas se vuelca con su Protectora.

Y tras la solemne sabatina del sábado, en que se impuso la medalla a los nuevos hermanos y se homenajeó a los más antiguos, el domingo 9, a las once de la mañana, se celebró lo que nuestros antepasados llamarían la función de iglesia a la que asistieron muchos nazarenos y que presidió el señor arzobispo don Juan José Asenjo Pelegrina. Y aparte de que su predicación fue, como siempre, sencilla pero con enjundia hay que decir que la anécdota estribo en que pidió el agua, lo que levantó rumores entre los presentes. El prelado, con humor pero con un tono pastoral muy encomiable, rectificó después pero, desde luego, dejó muy claro pero que muy claro que hacía falta el agua, que hace mucha falta por encima de romerías y procesiones aunque a todos nos gusta que la lluvia las respete. Nuestro arzobispo, por otro lado, abrió con nosotros su corazón haciéndonos ver que procede de una familia de agricultores y que se había criado mirando al cielo. Fue una anécdota que, desde luego, se recordará en los anales de las funciones de Valme y, por extensión, de la romería.

Y después vino el pregón que pronunció el destacado cofrade del Gran Poder Juan María Ramírez Gutiérrez, muy conocido en la ciudad por su bonhomía y por ser un conocido artista del bordado  o del difícil arte de vestir imágenes. En el pregón se supedito evidentemente el recorrido que el pregonero puede hacer por la romería al mensaje religioso de compromiso que se nos intentó transmitir que fue, a mi entender, lo más destacado y con mucho. Hay que incidir también en que se pidió un Año Mariano de Valme y que se recordó mucho el carácter valmista de la ciudad y de los nazarenos, el cual es más que evidente pero que no está de más que se nos recuerde. La presentación, muy completa y que nos mostró todas las facetas del pregonero, la hizo otro destacado cofrade del Gran Poder Manuel García Blanco, de vieja familia muy  vinculada a nuestra cofradía de la Madrugada.

Y, ya metidos en vereda, comenzó el lunes el quinario. Éste fue muy concurrido, como en general todos los cultos, y excelentemente predicado. Lo predicó el párroco de San Juan Pablo II de nuestra ciudad don Adrián Ríos Bailón, delegado diocesano de Medios de Comunicación que supo llegar en  todo momento al devoto auditorio. Yo me fijé sobre todo en dos homilías, la del primer día sobre María Madre de Misericordia y la última sobre el rezo del Santo Rosario, fuente que es de todas las gracias. En la del viernes el predicador, que se sinceró con el auditorio, contando incluso su época de alejamiento de este fascinante rezo, defendió el rosario como oración, tan recomendada como es por los papas, y tan importante para la vida de la Iglesia y por la que tantas gracias, como digo, reparte Dios a través de ese canal que es su Madre. Enlaza así el rosario con la idea central del quinario, que creo que era María fuente de misericordia. El último día acabó el quinario con la solemne procesión claustral, para mi gusto uno de los momentos claves del Valme –y no sólo del quinario- pues en el se mezcla el indispensable culto eucarístico con el debido a la Virgen.

Pero ya el viernes habían acontecido el baile de los nazarines, que dicen que este año estuvo especialmente concurrido o la multitudinaria ofrenda de la Juventud, muy bonita y nada larga en la que se entregaron ofrendas relacionadas con el Año de la Misericordia, eje de este Valme según la voluntad de la Iglesia expresada por el Santo Padre el Papa Francisco. De todas formas, considero que el texto de las ofrendas se debe afinar mucho más y si se hacen largas cuidar y mucho la dicción de los lectores. El acto estuvo muy bonito, muy completo, muy emotivo, rabiosamente participado por esa juventud nazarena que es, sin duda ninguna, la alegría de la romería pero, ya digo, todos tenemos que limar detalles para este acto tan hermoso y significativo.

Y también quiero destacar que por la noche después del quinario fue la ofrenda de los exornistas de carretas y galeras. Es un acto entrañable y sencillo en que un colectivo muy  importante, fundamental para mi gusto y creo que para el de todos, se acerca a la Virgen a entregarle su ofrenda. Junto con el acto de la juventud o el baile de los nazarines, por ejemplo, es un puntal del viernes quitando los actos propiamente del quinario. Por último, me gustaría citar que tanto la coral Regina Coeli en la función como el coro durante los cultos cantaron estupendamente. Yo, en algún momento, oyendo al coro llegué a emocionarme lo cual no es nada de fácil. La variedad de composiciones que presenta es cuando menos asombrosa y dice mucho del pueblo y de todo lo que dedica a la Virgen.

Y llegó el sábado y con él el concurridísimo, multitudinario y muy nuestro besamanos donde muchos intentan pasar a contemplar a la Virgen. Este año se veía nuestra Protectora bajo el mismo dosel de los cultos y vestía el manto azul bordado en oro que, como es costumbre, llevaría luego en la romería. A algunos, este cambio no les gustó mucho pero yo creo que la mayoría vieron con agrado a la Virgen bajo este inusual baldaquino. No era lo habitual, mas no cabe duda de que era bonito si es que puede ser feo algo que se refiera tan de cerca a la figura de nuestra Virgen.