El bar La Tertulia o una suerte de reflexión antropológica sobre los bares del centro

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bar La Tertulia

En este local se mantiene todos los días una variada y variopinta tertulia entre los nazarenos

Ya he hablado en estas páginas del bar La Tertulia que abre sus puertas en la calle Nuestra Señora de Valme, popularmente conocida como Real Sevilla. Y tengo que decir que se trata de un interesantísimo local que forma parte de la constelación de grandes bares del centro de Dos Hermanas, de los que voy a  referir unos cuantos, sabiendo que me quedo muchos en el tintero. Espero la comprensión, y sobre todo la indulgencia, de los lectores y sobre todo de los dueños de los locales que no nombre en estas escuetas líneas. Y tenemos grandes bares de desayunos y meriendas como el bar la Reja, del popular barrio de San Sebastián, o el Germán, popular por sus calentitos, o el Esperanza, de tanta prosapia y que nos regala con excelentes tapas como el bar Canónigo, heredero de la vieja taberna de Murube que se abría en el mismo local, o los de tapas tan famosos como el bar Jaula y el Jurado, vecinos y no creo que por ello competidores pues ambos tienen su público que, en muchas ocasiones, coincide, o La Parada, rey de los desayunos tempraneros, o el bar Amable, tan famoso por sus desayunos y tapas y que hereda a la Posada del Gran Poder, o se encuentran numerosos pubs llenando las calles del centro, de los que no vamos a nombrar ninguno con la seria convicción de que hemos hablado de muchos, eso, por no nombrar los de los barrios o las viejas ventas como El Cabito, La Pelá, o las desaparecidas de El Pata o Las Palmas, esta última tan llorada por tratarse no sólo de un viejo local de hostelería sino también porque en este punto la villa recibía a la Virgen cuando venía de Cuarto y, en sus inmediaciones, se encontraban las desaparecidas Cruces del Calvario de tan larguísima historia y por las que tanto, sin éxito, he luchado por recuperar ante la insidia de las hermandades o de las autoridades. Pero no estoy para llorar sólo diré que de muchos de estos locales se ha hablado en estas páginas, de otros, que son los menos, no se hablará porque los dueños no quiere y de otros, por último, ya está concertado hablar de ellos como es el caso del famosísimo bar Amable, tan cantado por el desaparecido Rolleston.

Pero, en fin, voy ya a La Tertulia, interesantísimo local digno y tan digno de una reflexión antropológica de calado y de un artículo que redunde en sus virtudes, en su historia y en su papel en la sociedad nazarena. En primerísimo lugar hay que decir que merece con todos los honores su acertado nombre. En efecto, en él se sucede una suerte de tertulia que llena las mañanas y las tardes de la calle Real Sevilla de animación y vida.

A él acuden numerosos concejales que nos administran la res publica,  trabajadores de todo tipo del ayuntamiento, maestros, sacerdotes, sacristanes, procuradores, artistas, cocheros de casa grande, otros dueños de bares, libreros, ingenieros, limpiadoras de locales, asistentes de geriátricos, historiadores, abogados, etc. etc. por no decir los desocupados o desocupadas bien porque en ese preciso momento no estén trabajando en sus múltiples labores domésticas bien porque gocen ya de una merecida jubilación, que no otra cosa es la jubilación sino vivencia del júbilo, del júbilo que se experimenta en este famoso bar cuando se participa de una tertulia.

Y las mañanas y las tardes se suceden en una suerte de tertulia donde se habla nunca mejor dicho de lo divino y de lo humano,  Hay que tener en cuenta el nivel cultural de los asistentes a tan sabrosas tertulias: lo mismo se encuentran personas con dos carreras que con una que personas de un nivel muy bajo pero no por ello de menos versatilidad y facundia a la hora de hablar. Yo he asistido a innumerables tertulias a este bar, estoy considerado uno de los clientes habituales y la verdad es que me parece La Tertulia para Dos Hermanas  tan mítico como el café A Brasileira o el café Martinho da Arcada de Lisboa. Al primero, como es sabido, iba el gran Fernando Pessoa a tomar absenta o una bica y el segundo era sin duda su preferido. En el primero, como es también conocido, los turistas se fotografían junto a su estatua. O tan mítico como el café de la Paix en París, junto a la Ópera o el también mítico café Gijón de Madrid, lugar de reunión de tantos grandes literatos. Yo espero que algún día se hable de los prohombres –y  gentilhombres- de la Dos Hermanas de esta época asistiendo a sus tertulias en La Tertulia y hablando de cofradías, del campo, de empresas, de literatura, de historia – ¡Ay, la historia, tema tan grato a los tertulianos y en la que sientan cátedra tantos viejos nazarenos!-, de temas más banales y no por ello menos importantes… Pues, eso sí, en La Tertulia se habla de todo y por todos.
Y no quiero desde luego olvidar el elemento femenino tan predominante y tan importante en este célebre bar nazareno. Si muchos son los hombres que la frecuentan más son menos las mujeres, nazarenas de toda condición social y que tienen mucho que hablar y mucho que enseñar a esta ciudad.

Y qué decir del esplendor que despliega La Tertulia los días de fiesta grande de Iglesia, esos días de función de Iglesia de las cofradías sea de Valme, del Rocío, del Santísimo, de la Pastora, de Santa Ana, de las cofradías penitenciales como Borriquita, Oración en el Huerto, Gran Poder y Santo Entierro, días en que cofrades y capillitas –no es lo mismo aunque se puede ser ambas cosas como el autor de estas líneas- llenan la terraza de tan singular bar.

Pero es hora ya de hablar del dueño y de las mujeres de tan singular bar. En primer lugar está el dueño mi primo lejano Alfonso Rubio García, conocido por El Fonti, hostelero dispuesto, osado y aventurado donde los haya y que deja, evidentemente su impronta en el local, y su mujer Soledad Millán Romero, dispuesta, versátil, polifacética, elegante según sus cánones que son muy coincidentes con los de la mayoría pero también enteramente propios y sus hijas Blanca, que también trabaja algunos días en el local, persona archisimpática, de personalidad enormemente atractiva, y Ángela, la pequeña y por ello más alejada de la barahúnda de La Tertulia. Forman una familia que con otras muchas son el espinazo de la hostelería de los bares nazarenos y ellos son causantes en gran parte del éxito de La Tertulia. A su lado están –y se encuentran- las camareras: Sara Ballesteros Cala, Miriam Swenne Llano y Verónica. Sara, Miriam y Verónica son parte integrante de La Tertulia como las que más. De Sara hay mucho que destacar. Es enormemente pizpireta, graciosamente malhumorada, guapa, natural, sencilla, mujer con los pies en el suelo y enormemente trabajadora lo que se muestra todo en su trato con la clientela. En cuanto a Miriam, ya hablé de ella en un famoso artículo sobre el Baker Street, uno de los bares que yo más frecuento en la noche nazarena. También es enormemente pizpireta, mujer con los pies en el suelo –si eso es posible más que Sara-, servicial como su compañera, guapa, sencilla –y a la vez sofisticada-, trabajadora, etc. En cuanto a Vero, la más moderna con mucho en el local, es una muchacha sencilla y trabajadora, enormemente trabajadora a mi manera de ver, que se está adaptando a este templo de la mañana y la tarde nazarena. Y que conste que aunque la descripción de las tres camareras es un poco ditirámbica he intentado huir del ditirambo, centrándome, eso sí, en una realidad muy evidente pero que cuenta con mi absoluta simpatía y con la observación de la persona, digna de todo antropólogo aunque yo sea propiamente, y tan propiamente, un simple historiador. He procurado hablar de ellas desde la simpatía y desde la admiración que me provoca su precioso y difícil trabajo.

Y, en  fin, en ninguna manera he querido citar a los clientes pero sería un poco desagradecido si no nombrara  brevemente a mi círculo más cercano: el poeta Cristóbal Márquez y su mujer Reyes Varela, el ingeniero e inventor Pepe Mauri y su esposa la cultivada María del Carmen Jurado, el librero Antonio Martínez y su padre José Martínez, personaje curioso digno de un estudio que se hará igual que se ha hecho de sus singular librería, a Pepe Chacón, versado sobre todo en temas de empresa y campo, y a mi amigo aunque no se siente conmigo el gran historiador Jesús Barbero, compañero infatigable en estas lides y una de las personas que, sin duda, más están haciendo por el conocimiento de nuestra historia. Sirvan de muestra dejando claro que por mi nombraba a todos y cada uno de los clientes de este importante bar.

Y tengo que acabar. Para mi La Tertulia significa mucho en la vida e historia de este pueblo por su aportación al divertimento y a la cultura. Sirvan pues estas líneas como segundo homenaje a su memoria, esperando que con ellas quede de una manera imperecedera en la pequeña historia de Dos Hermanas. Vale.