El Cementerio Municipal de San Pedro, un lugar histórico y devocional (I)

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Cementerio Municipal

Nuestro camposanto es muy amplio, hermoso y con muchos valores de todo tipo

Hoy voy a hablar de nuestro cementerio municipal. Para muchos, seguramente la mayoría, este sacrosanto espacio es algo triste. Para mí no. Considero incluso que es alegre porque, los que allí duermen el sueño de los justos, se encuentran en el regazo de Abraham y en la gloria del Padre. Además, si el cementerio de la capital de nuestra provincia y reino, Sevilla, es conocido por los valores históricos, artísticos, antropológicos y devocionales que encierra no lo es menos nuestro cementerio, del que por cierto ‘in illo tempore’ ya escribí. Este artículo intenta refrescar y completar los artículos que salieron en tan lejanos años.

Ahora bien, ya es hora de analizar un poco la configuración del cementerio de nuestra floreciente ciudad. Ya es sabido, en primer lugar, que fue abierto en 1909. Pero yo, sobre todo, lo que voy a estudiar son los diversos enterramientos, muchos de gran interés histórico, artístico, antropológico y devocional. Como el de Sevilla.

Y voy a empezar por los dos espacios a mi juicio más olvidados, aunque, del primero se han ocupado de cuidar muchos nazarenos, que honran así a los que allí reposan. Y éste sitio que está en primer lugar es la fosa común, donde se encuentran enterrados muchos hijos de Dos Hermanas que pertenecían al bando  republicano en la cruenta e inimaginable Guerra Civil (1936-1939). El investigador José María García Márquez, identifica 204 víctimas de la represión franquista en la entonces villa. Entre ellos, se encontraban ateos pero también gente de Iglesia. Es el caso de José López León, que fue hermano mayor de Vera-Cruz, y Juan Antonio Carazo Gómez, alcalde con el Partido Liberal –la Izquierda dinástica- durante el reinado de Alfonso XIII. Ambos, al parecer, se habían integrado en un partido republicano Unión Republicana, del que fue fundador el presidente interino de la II República Diego Martínez Barrios, que lo fue entre el mandato de Niceto Alcalá-Zamora y Torres y el de  Manuel Azaña Díaz. Pero también se mataron dos alcaldes que gobernaron la villa durante la II República: el maestro Antonio Muñoz Benítez, ‘El Laico’ y el labrador don Manuel Rubio Doval ‘Pichón’.   Además, para terminar, hay que decir que una bella inscripción está grabada en la losa que cubre esta fosa. En ella pone: “Yacen aquí restos de españoles que pagaron con su vida su amor a la libertad. Tras el inicuo largo silencio pervive su recuerdo. Sea fecunda para España su muerte alevosa 1936-1986”.

Pero, si olvidados son los difuntos del bando republicano, más lo son los difuntos del bando nacional, de lo que se llama “Caídos por Dios y por España” de los que 10 duermen el sueño de los justos en nuestro peculiar camposanto.

Y, un panteón a mi juicio muy importante es el de los sacerdotes que sirvieron en la villa  y los alcaldes de la misma. Entre los primeros, se encuentra don José Toscano García, que según la lápida fue párroco de San José de Montellano y ecónomo de Santa María Magdalena de nuestro pueblo. Así pues, no era propiamente párroco. También reposa otro sacerdote, don Ángel Oliver Serrano, y una seglar, doña Otilia Villagrán Romero que sería, supongo, la madre del también presbítero don Juan Núñez Villagrán. 

Por su parte, en la zona de los alcaldes, yacen el republicano don Manuel Terrero Sánchez, ‘Siete Trajes’, y los monárquicos don Manuel Rodríguez y Rodríguez –casado con doña Nicolasa García García-y don Joaquín Varo Jiménez, de la importante y adinerada familia de los Varo, casado con doña Rafaela Pareja López. El primero, al que no molestaron tras el levantamiento de Franco, es un ejemplo de alcalde republicano, y el segundo y el tercero son representativos de la Dos Hermanas de Alfonso XIII en plena Belle Epoque.

Igualmente, me interesan los panteones de las congregaciones religiosas. Voy a mencionar a tres. El primero el de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, fundadas por la beata María Rafols Bruna y por un clérigo, el venerable Juan Bonal Cortada. En él yacen dieciséis religiosas. Esta congregación regentó el Preventorio de Santa Teresa, el hospital de El Tomillar, término de Alcalá de Guadaira, y hoy habitan la Casa Padre Juan Bonal, cercana a la Parroquia de Nuestra Señora de la Oliva.                                                                                                     

A su vez, citaré el panteón de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores, los Frailes, fundados por el que de tantas veces he hablado Fray Luis Amigó y Ferrer, obispo de Solsona y de Segorbe, y que regentan el conocido colegio de San Hermenegildo.

Por último, hablaré del panteón de la Compañía de Hijas de la Caridad, sociedad de vida apostólica fundada por San Vicente de Paul y Santa Luisa de Marillac. En él reposan nueve hermanas y se adorna con una preciosa y devota imagen de la Milagrosa, devoción propia de esta familia religiosa, que sirvió en la Residencia San Fernando y la Guardería la Milagrosa y que sigue ocupándose de su colegio de la Sagrada Familia.

Otro hito importante del cementerio, es el Crucificado de la glorieta central que hermosea  mucho este fascinante camposanto.

De la misma forma, me quiero referir a las impresionantes sepulturas de algunos de los miembros de la comunidad gitana que vive en nuestra cosmopolita ciudad. Forman un conjunto muy interesante, quizá no tanto desde el punto de vista artístico sino sobre todo desde el punto de vista antropológico e histórico.

Del mismo modo, me interesan resaltar los panteones de suelo donde esperan la Resurrección muchas familias de la burguesía o de obreros de nuestra ciudad, ambas clases importantísimas en la vida local, la primera por su prácticamente desaparecido hoy poder político y la segunda por componer la masa de la población, trabajando en las numerosas y variadas industrias de la villa, luego ciudad. En mi opinión, entre estos, que son muchos, y muchos de ellos muy llamativos, destaca el del que fue alcalde durante el Franquismo el médico don Manuel Andrés Traver. En él bajo una cruz se encuentra una dueña velada.  

Luego se encuentran el grueso de nuestro bello cementerio, es decir, las calles de nichos. 

En ellos reposan nazarenos de nacimiento y adopción, siendo estos últimos oriundos de numerosos lugares. Y es muy curioso, curiosísimo, las muy diversas representaciones de imágenes religiosas que aparecen en estos nichos. 

Desde el misionero de la Compañía de Jesús –patrón junto con la carmelita descalza Santa Teresa del Niño Jesús de las misiones- San Francisco Javier hasta imágenes piadosas del pueblo como: la Virgen de los Dolores de la Oración en el Huerto; el Cristo de la Vera-Cruz de la cofradía de su nombre; el Señor Gran Poder, también de la hermandad de su nombre; la Virgen de la Amargura de la confraternidad de su nombre; nuestra celestial protectora y devoción comunal la Virgen de Valme; nuestra devoción supracomunal la Virgen del Rocío; pasando por el Sagrado Corazón de Jesús –que focaliza mucho la piedad de los nazarenos- o algunas más o menos exóticas como: la Virgen de la Fuensanta, conocida devoción supracomunal que se encuentra en Corcoya, una pedanía de Badolatosa; el famoso y también imagen de culto supracomunal San Benito de Nursia de Castiblanco de los Arroyos; el beato capuchino Fray Leopoldo de Alpandaire, al que se dirige la piedad de innumerables católicos; la Divina Pastora de Cantillana, devoción semicomunal –con la Asunción- de esta bellísima e interesante villa que riega el río Viar; o la Virgen de los Remedios de Fregenal de la Sierra, muy famosa, coronada canónicamente en 1906, y que es venerada, entre otras ocasiones, en una multitudinaria y conocida romería de gitanos.                                                             

También me gustaría hablar de los bellos cedros, muy propios en nuestro país de los cementerios aunque, por ejemplo, en Italia son típicos de los parques. Su hermosura realza mucho la belleza, por lo menos así lo considero, de nuestro cementerio. 

Por último, y para acabar, este primer artículo quiero anotar que el cementerio se llama de San Pedro, lo cual nos da una visión eclesial muy completa y profunda pues se dedica al Príncipe de los Apóstoles y primer Papa, puesto por el mismo Jesús al frente del Colegio Apostólico. Es, por tanto, un importantísimo santo. 

De él se veneran, al menos, dos imágenes en nuestro pueblo: la de la Oración en el Huerto, obra de Manuel Pineda Calderón, y la de la Borriquita, obra de Francisco Buiza Fernández.

Pues bien, dejo por hoy este pequeño estudio de nuestro simpar cementerio que ya continuaré en otra entrega.