El Niño de La Alquería: el bailaor que puso en pie los teatros de medio mundo

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El Niño de la Alquería
Sombrero en mano, Joaquín García-Baquero Madrid , «Niño de la Alquería», posa junto a su enamorada, María de los Ángeles Castellanos Pérez, que sobre el escenario se hacía llamar María del Pilar. Completaban el ballet el virtuoso de la guitarra Antonio Rosales y las bailarinas Paquita Osorio, Rosario Barbero. Clemen Puerto y Maite Márquez.

 1987 

Joaquín y María de los Ángeles formaban una pareja de ensueño dentro y fuera de los escenarios

Antes que Los del Río, un artista nazareno paseó su arte por el mundo. En su casa es Joaquín García-Baquero Madrid. En los carteles, «El Niño de la Alquería». Su estilo de baile (depurado, racial y desbordante de temperamento), levantó de sus asientos al público de países como Francia, Italia, Alemania, Grecia, Marruecos, Suecia, Israel, Irán o Egipto. 

Aunque nació en Alcalá del Río en 1936, Joaquín se crió en La Alquería del Pilar, donde el cabeza de familia trabajaba de capataz. Sus padres querían que el niño se metiera a cura o a fraile (como los de la colonia), pero el chiquillo llevaba el baile en las venas. Para colmo, era guapo, alto y apuesto. Cuentan que cuando salía de La Alquería hacia el pueblo, las obreras de Yute se agolpaban en la puerta de la fábrica, para verlo pasar entre suspiros.

La intervención del destino

Para que su arte llegara a los escenarios y no se diluyera en tabernas de mala muerte (como pasó con tantos otros), tuvo que intervenir el destino. Un empresario artístico madrileño, llamado Antonio Castellanos, dirigía un ballet, el “Ballet de María Pilar”, que paraba en Dos Hermanas. Hacía tiempo que buscaba un bailaor para que acompañara a su hija, y se enteró de que aquí había un par de posibles candidatos. Joaquín se presentó a la prueba y fue elegido de inmediato. Desde aquel momento sería la pareja de baile de María de los Ángeles (en el escenario, Maria del Pilar), una madrileña de impresionantes ojos verdes que, entre un tango y una bulería, no tardó en robarle el corazón a Joaquín. Él la entretenía en los viajes haciéndole trucos de magia. “¡Qué arte más grande tiene el andaluz este!”, dijo ella. Y también se enamoró.  

La conexión amorosa se trasladó a los escenarios, donde la pareja bailaba con la misma pasión con que se amaba. Abarrotaban las salas de fiestas de Madrid (Villa Rosa, Castellana Hilton) y pronto llegaron las tournés por España (entre otras, en la compañía de variedades de Antonio Machín) y más tarde por el extranjero. Que ella (además del chotis, el flamenco o la jota) también dominara con gran temperamento la danza oriental les abrió las puertas de ciudades exóticas. Vendiendo su “puro arte español”, pero también otros bailes árabes, el ballet triunfó en Teherán y Jerusalén. Allí visitaron, por cierto, el portal de Belén, de donde Joaquín se trajo una piedra que hoy, nostálgico, acaricia con sus manos.

¡Vaya par de guapos!

El espectáculo de Joaquín «El Niño de la Alquería» y María de los Ángeles traspasaba la frontera de los escenarios. Eran tan guapos que, por la calle, la gente se giraba para mirarlos. En Egipto, le hicieron a Joaquín esta oferta: doce camellos a cambio de su novia. Solo sonrió. 

El Niño de La Alquería
Joaquín con su traje español.
El Niño de La Alquería
María de los Ángeles ataviada para bailar su danza oriental.

Tras casi dos décadas de éxitos y de viajar de un lado para otro, la pareja decide colgar los trajes y se casa en Santander el 8 de julio de 1971, ambos con 35 años. Lo tenían todo bien planeado. Con sus ahorros, abrieron en la capital cántabra una sala de fiestas, “LIDO”, que estuvo de moda durante 13 años. En Santander nacieron los dos hijos del matrimonio (Antonio en 1972 y María del Pilar en 1974) y hasta allí se desplazó en 1982 el abuelo Joaquín (el capataz de la Alquería del Pilar) para asistir a la comunión de su nieta, con tan mala sombra que le dio un infarto allí mismo y tuvieron que organizar el traslado del cadáver para que fuera enterrado en Dos Hermanas.

Este año en el que estamos (1987) la familia ha regresado a Dos Hermanas, donde todo empezó. Se han instalado en el piso que compraron en la barriada del Amparo. Joaquín «El Niño de la Alquería» y María de los Ángeles aspiran aquí a una vejez tranquila. Mientras, en el desván, cogen polvo los zapatos de tacón, las batas de cola, los trajes de volantes, los palillos y los carteles que anunciaban sus nombres en los teatros de medio mundo.