Rememorando el épico momento en el que el Rey San Fernando clava su espada para pedir agua y se le aparece la Virgen de Valme comenzó su Pregón Tomás Muriel Rivas. En ese inicio Historia, Fe, Literatura y Religiosidad se dieron la mano, entrelazadas en un texto cargado de calificativos y que enaltecían, sin duda, la figura de Nuestra Protectora.
La originalidad con la que empezó el pregonero lo acompañó durante toda su disertación: fue él quien llevó de la mano al Santo Rey para mostrarle quién era Valme, qué suponía para Dos Hermanas, cómo se le había dedicado una Romería,… Se basó en un sueño y lo expuso como si fuera una realidad, ya que es bien conocedor del Tercer Domingo de Octubre y todo lo que lo rodea.
Lo primero que hizo fue mostrarle a la Virgen en el Sagrario, lugar que describió magistralmente. Ante Ella se postró, le rezó y después comentó al pregonero: “Me ha reconocido… Y me ha hablado. Cuenta que aquí es inmensamente feliz, que sois un reguero incesante que baña de amor sus pies cada día con flores y oraciones”. La tranquilidad y sosiego que se respiran cada día en la Capilla Sacramental sirvieron a Tomás para hablar y pedir la Paz en el mundo.
Tras esta visita, ambos fueron al Ave María, lugar en el que “se expone el museo vivo que conforman las carretas de la Romería”. “Todo el que se dispone a cruzar por vez primera ese umbral nunca se imagina el espectáculo que le espera al otro lado. Con mi ilustre acompañante, no fallé en mi pronóstico”, prosiguió. Al estar allí, vio cómo una abuela enseñaba a su nieto a rizar flores de Valme; echó la vista atrás y recordó cómo se lo habían enseñado a él; en este sentido, se apreció cómo en su familia se había vivido esta importante festividad.
Un capítulo especial dedicó a la flor que lleva la Virgen en sus manos, sencilla pero con gran significado, sin desprender olor pero que son de esperanza, cuyos pétalos son caricias,…: “Son las flores de la Virgen, cinco pétalos de alarde, cinco como son las letras, que te dan tu nombre: Valme”.
Tomás preparó su Romería junto a San Fernando, integrándolo en su “reunión”, y haciéndolo vivir, como uno más esta importante jornada nazarena. Muchos recuerdos en su memoria y, sobre todo, uno: cuando su madre se encomendó a la Virgen para que lo protegiera a él, que entonces tenía pocos meses de gestación.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando se dirigió a su padre (q.e.p.d.) y mantuvo una charla con él, cual estrella en el firmamento. Las estrellas casi pusieron fin al pregón, con una bella poesía que venía a afirmar y reafirmar que Ella está arriba y con todos, los de aquí y los que se fueron.
Sus últimas palabras estuvieron cargadas de sentimientos y rotundidad: “Que no podía ser otra. Que Dios vio en ti maravillas para dar paz a esta tierra y dar amor a esta villa. Que aquí te llamarán Valme y serás Madre divina. Pero por lo que me diste yo te llamaré: mi vida”.
Algunas partes del Pregón estuvieron acompañadas musicalmente por la Coral Regina Coeli.
La presentación estuvo a cargo de su hermano, Francisco Muriel, quien hizo alusión a la polémica generada por la prohibición municipal de lanzar cohetes hasta el viernes previo a la Romería y afirmó que el corazón de un nazareno suena a Valme y que el pregón será como un cohete que estallará nuestra alma. Además, definió a su hermano, entre otras cualidades, como una persona con gran sentido de la responsabilidad, infinita imaginación y un sentido del humor heredado de su progenitor.