El triste día en que Sevilla le arrebató la ‘Venta Antequera’ a Dos Hermanas

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Venta Antequera
Aristocráticas señoritas en una becerrada.

Este lugar, donde se citan reyes y aristócratas, radicó durante 8 años en suelo nazareno, hasta que una maniobra política nos dejó sin Bellavista

Ya llegaron a la parada de tren de “Los Merinales” los toros bravos que serán lidiados en la Feria de Abril de 1942. Y, como cada año, se repite el ritual en la Venta Antequera: guardan cola cientos de personas (que han llegado a pie o a caballo) a cuyos ojos se ofrece un espectáculo de singular animación y hermosura. Desde los distintos pabellones del recinto se puede observar a los astados en sus corrales y saborear, en suma, el ambiente de preferia. Hasta 300 comidas son servidas cada día para satisfacer el apetito de sevillanos y turistas, para quienes este lugar supone un gran reclamo del tipismo andaluz. Hoy mismo se leía en la prensa un anuncio que, además de alabar sus “elegantísimos cenadores” y su “inigualable cocina andaluza”, advertía de que la Venta Antequera es “la Babel de Andalucía”: se entiende a todo el mundo (“On parle français, English spoken, también árabe, ruso, chino y hasta arameo”), pero eso sí: aquí… ¡se cobra en pesetas!

Venta Antequera
Anuncio de la Venta Antequera en la prensa en los años 30.

La ambición de Sevilla

Jefes de estado, herederos de tronos extranjeros, ministros, aristócratas, escritores…nadie se va de Sevilla sin pasar por este emblemático lugar que, en 1937, Dos Hermanas perdió para siempre. El barrio de “La Salud”, que desde 1930 empezó a conocerse como “Bellavista”, siempre fue codiciado por el Ayuntamiento de Sevilla, que desde la Exposición Iberoamericana empezó a expandir la ciudad hacia el sur. Al construirse los cuarteles militares de Pineda (1926) y el Hospital Militar (1937), a las autoridades sevillanas no les parecía lógico que todo aquello quedara “bajo la jurisdicción de un pueblo”. Fue entonces, durante los abusos de la guerra, cuando Sevilla, con el apoyo estatal, dio por fin el jaque mate: presionó al límite al Ayuntamiento de Dos Hermanas para que, mediante una extraña segregación, “cediera” esos vastos terrenos a cambio de un millón y medio de pesetas, con la amenaza de forzar una expropiación a beneficio cero. Fue así como Dos Hermanas perdió Bellavista y con ella la Venta de Antequera, un glamuroso enclave que solo radicó ocho años en suelo nazareno: de 1929 a 1937.

El capricho de un mozo de espadas

El emplazamiento de la Venta Antequera en término de Dos Hermanas no es el original. La primigenia venta fue ideada como una fonda para dar descanso a los viajeros que llegaban a Sevilla desde el sur. Fue construida en 1916 justo donde se daba la vuelta el tranvía al final de la Avenida de la Palmera, casi enfrente del lugar que ocuparía el estadio.

La venta era el proyecto personal de Carlos Antequera, mozo de espadas del matador de toros Antonio Fuentes. Al retirarse, levantó una bodeguita frente a la catedral cuyos beneficios, después de unos años, le permitieron comprar los diez mil metros cuadrados del terreno. En los años veinte empieza a relacionarse la Venta con el mundo taurino, pues era allí donde, en los días previos a la feria de abril, hacían la última parada los toros antes de llegar a la Maestranza. Se daban cita por igual toreros, aficionados y hasta grandes nombres de la literatura, como los que trajo hasta allí Ignacio Sánchez Mejías. La famosa “Generación del 27”, con Lorca, Alberti y compañía, tuvo en la Venta su primera reunión.

Venta Antequera
El público abarrotando los pabellones para ver los toros en los corrales.

En 1927, a las puertas de la Exposición Iberoamericana, el hijo del fundador decidió construir un recinto mucho más ambicioso, en el que involucró a los más famosos bodegueros de Jerez (González Byass, Domecq, Garvey, Osborne, Marqués del Mérito, Agustín Blázquez y el productor de chacinas Sánchez Romero Carvajal). Cada uno de ellos, con profusión de azulejos y cerámicas, construyó su pabellon promocional alrededor de los corrales, convirtiéndose la Venta en un variopinto conjunto de jardines y pabellones de estilo regionalista andaluz. Un gran ceramista, Enrique Orce, tuvo gran protagonismo en la ornamentación. Tras dos años de obras, la Venta abrió sus puertas en 1929, y con los años el lugar quedó consagrado al vino, al jamón, al toro y al cante. La Venta Antequera obtuvo el título de “Real” en 1930 tras una inesperada visita de Alfonso XIII, que quedó prendado del lugar. Se sirvieron entonces 32 tipos de tapas sevillanas, lo que entonces se conocía por un “tonteo”.