La Virgen estrenó en el traslado un manto turquesa bordado en lises de plata
Soy muy consciente, cuando escribo este pobre artículo, que me voy a referir a unas jornadas históricas no sólo para Dos Hermanas sino también y, ante todo, para Sevilla, su provincia y su archidiócesis, e incluso para fuera de ambas. Tal es así porque en su reciente visita a la capital de nuestro reino, provincia y arzobispado no sólo contemplaron los diversos actos programados los nazarenos, sino también los sevillanos y numerosos vecinos de fuera de Sevilla ya sea de su provincia o de otras como es el caso de la de Huelva.
Efectivamente, una cantidad ingente de personas vieron a la que es Madre de los nazarenos en sus traslados y, sobre todo y ante todo, en su triunfal procesión por los aledaños de la catedral de Santa María de la Sede. Pero, debo ir por orden y no me anticiparé a hablar de esta magna ocasión, que fue el centro y principal acto de estos días festivos que han sido entrañables, espectaculares y solemnes y que se han celebrado con motivo del 775 aniversario de la conquista de Sevilla y la restauración del culto cristiano en la archidiócesis hispalense, tras el dominio –que tanta huella a dejado en nosotros y en nuestra cultura- de los musulmanes.
Y empezó todo el domingo 19 de noviembre con una misa a las 12.30 horas en la Ermita de la Virgen en el Real Sitio de Cuarto. La presidió el cura párroco de Santa María Magdalena y director espiritual de la cofradía don Manuel Sánchez de Heredia. Cantó el experimentado y consolidado Coro de la Hermandad de nuestra Reina.
A continuación, el lunes 20, el martes 21 y el miércoles 22 de noviembre, se celebró en nuestra Iglesia Mayor un solemne triduo extraordinario en el que predicaron tres sacerdotes. El primer día, lo hizo el canónigo, capellán real y secretario canciller de la archidiócesis don Isacio Siguero Muñoz, al que, por cierto, conozco desde que era un niño cuando iba a nuestra hermandad sevillana de la Quinta Angustia. En segundo lugar, lo hizo don Antonio Rodríguez Babío, capellán real, canónigo y delegado diocesano de Patrimonio Cultural y que hay que añadir que es un magnífico historiador del Arte. Por último, presidió la Eucaristía el tercer día don Marcelino Manzano Vilches, canónigo, capellán real y delegado diocesano de Hermandades y Cofradías y que está muy relacionado con nuestro pueblo. Los sacerdotes hablaron mucho del valimiento de la Virgen y creo que lo más importante, aparte de la glosa de las Escrituras de cada día, es que relacionaron a nuestra celestial protectora con Dos Hermanas y con la conquista de Sevilla por el Rey Santo. Hay que añadir que el altar de cultos se encontraba magnífico y muy original, con la Virgen bajo un pabellón y a sus pies San Fernando, obra, como es sabido, del escultor Vicente Tena Fuster, policromada por Virgilio Mattoni de la Fuente. El altar se encontraba precioso y, sobre todo, era muy original en su concepción. Lo más destacable, sin duda, es que aparecía bajo la Virgen Fernando III el Santo.
Y llegó la esperada jornada del viernes 24. Ese día fue trasladada a lo que llamaban los clásicos las casas del arzobispo en Sevilla. La Virgen lucía bellísima, como es Ella siempre, con un manto turquesa bordado con cien lises de plata. Los bordados habían sido sacados de un ornamento litúrgico, bordado en la importante ciudad francesa de Lyon, la ciudad, como es conocido, del terciopelo. El pasado de estas piezas a terciopelo y la limpieza de las mismas, es obra del taller malagueño de Samuel Cervantes. La flor de lis es el emblema y símbolo de la monarquía francesa y de la dinastía de los Borbones, a una de cuyas ramas, menor y segundona, pertenecía don Antonio María de Orleans, duque de Montpensier, hijo del rey francés Luis Felipe de Orleans y de María Amelia de Borbón-Dos Sicilias. El nombrado duque, no era por cierto nada de religioso, siéndolo y mucho, en cambio, su esposa doña María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, hermana de Isabel II, la de los tristes destinos, también muy religiosa aunque con su innegable piedad no podía tapar sus defectos. Pero, lo que nos importa es que los duques de Montpensier, establecidos en su corte chica del Palacio de San Telmo de Sevilla, fomentaron, como es archisabido, la devoción a Santa María de Valme, restaurando, por ejemplo, su ermita.
Mas, volviendo al atavío de la imagen hay que decir que, el valioso manto, se completaba con un encaje de la misma época, así como con una bella toca de tul y plata, donada en este mismo año jubilar del 2023, por la parroquia de San Sebastián de Sevilla, la cual es una importante parroquia de la capital, con motivo del Cincuentenario de la Coronación de la veneradísima efigie.
Y, a las cinco y media del citado día 24, nuestra celestial protectora y patrona de nuestro Excelentísimo Ayuntamiento, fue trasladada, como he dicho, al palacio arzobispal de Sevilla, sito en la plaza de la Virgen de los Reyes frontero a la catedral y al convento de la Encarnación de las Agustinas Ermitañas en lo que, junto al Alcázar y al Archivo de Indias, antigua Casa de la Contratación, se dice a voz en grito que es el mejor cahíz de tierra de nuestro planeta.
La Virgen iba en un coche descapotable, llegando por la calle Santa María Magdalena, conocida por la de la Marea, hasta la Plaza de Menéndez y Pelayo, vulgo la Plazoleta, a la que hoy por cierto las nuevas generaciones llaman Plazoleta de Valme. Allí, se tapó a Nuestra Señora, teniendo lugar la despedida oficial de nuestra ciudad. Una vez llegado el coche al palacio de nuestro prelado, se preveía trasladar a la Virgen a la catedral a las 7.15 horas. Pero llegó tarde y, por tanto, salió del palacio más tarde. Entró en éste por la puerta lateral, saliendo por la principal y entrando en la seo por la Puerta de las Campanillas. Nuestra Protectora se trasladó en unas andas. Durante este trayecto cantó la escolanía de la Asociación Musical Nazarena Regina Coeli. La recibió el cabildo catedral, el eclesiástico- El otro es el civil, o sea, el Ayuntamiento, en este caso de Sevilla. Al entrar, se colocó en la Capilla Real, junto a la patrona de Sevilla y su archidiócesis la Virgen de los Reyes, el cuerpo incorrupto del Rey Santo y los sepulcros de su primera esposa Beatriz de Suabia –la segunda fue Juana de Ponthieu- y del hijo de ambos el gran Alfonso X el Sabio. Luego, empezó la Santa Misa en el regio recinto, donde se rinde culto a la venerada e insigne imagen de la patrona de Sevilla y al cuerpo incorrupto del santo monarca, como ya he dicho supra. Predicó el canónigo y párroco de San Juan Pablo II, la parroquia nazarena de Olivar de Quinto, don Adrián Ríos Bailón. A mí me llamó mucho la atención su predicación pues fue breve y sencilla pero con mucha sustancia, como dirían en Almonte con mucho ‘estripundio’. En ella, se hablaba, como ha sido prácticamente la norma, a lo largo de los cultos dedicados a la Virgen, de su historia y su gran valimiento. Ya digo que me gustó mucho porque además demostró que lo bueno y breve dos veces bueno. Y eso, que se puede disfrutar igual con las homilías cortas que con las largas.
Después, la imagen fue trasladada al altar del Jubileo. Y tengo que anotar que, por problemas de aforo de la catedral, que son perfectamente entendibles, muy pocos pudimos acceder al templo, Un grupo lo hizo antes de que entrara nuestra Virgen y otro lo hizo siguiéndola. Ahora bien, los que entramos gozamos de una solemnísima eucaristía y de un traslado igual de solemne, amén de bello e íntimo, dados los relativamente pocos devotos –nazarenos o no- que entramos en la seo.
Y antes de acabar, para que no se me olvide, quiero terciar en las polémicas y controversias que han surgido, sobre todo en las nefastas redes sociales, donde parece que todo lo malo y lo bueno está permitido, sobre la manera de trasladar a Sevilla a la imagen. No niego que hubiera estado muy bella llevándola en carreta. De la misma manera, hubiera resultado muy bella llevándola en andas. Mas, ambas formas, se desestimaron sobre todo por problemas de logística.
Ahora bien, yo creo que trasladarla en coche –como se hizo en 1948, ocasión que, por cierto, yo estudié hace muchos años en una revista de culto como es Tabor y Calvario- es, igualmente aceptable. Vamos, que considero que lo importante es llevar a la Virgen, siendo secundario y circunstancial la manera de llevarla. En fin, que no comprendo por qué se ha armado tanto revuelo que ha llegado, desgraciadamente, hasta el sacrilegio que suponen ciertas imágenes y palabras que se han dirigido a la persona de la Virgen.
Pero, bueno, tengo que dejar esta primera parte de sencilla crónica que continuaré la semana que viene hablando, entre otros temas de la magnífica procesión.