A sus 91 años, Enrique “el de la Carbonera” todavía usa en su taller la tiribita, la bigonia o la tolomaquia, útiles de su oficio de tonelero
Sabe que le voy a hacer una foto y Enrique Jurado me recibe con el traje y los tirantes que se compró para la boda de su nieta. En la cabeza, un sombrero con una pluma de perdiz prendida en el ala. Rebosa vitalidad y simpatía. ¡Quién diría que lleva un marcapasos y una bolsa intestinal por una colostomía!
¿Cuántos años tienes, Enrique?
Más años que mamá Ana. 91 cumplo ahora. A ver si llego a los 100. Todas las noches le rezo al barbudo.
¿Eres el decano de los toneleros de Dos Hermanas?
No, el segundo. El más antiguo que queda vivo es Antonio Hernández Mallén, que vive en la Moneda.
¿Has hecho la cuenta de cuántos bocoyes has fabricado?
No, pero sería fácil. Cuando veo una película del Oeste y veo barriles en los poblados, me digo: ¡lo mismo ese lo he hecho yo! Para un bocoy se tardaba una jornada. Si el encargo eran barriles de cuartilla hacía 35 en un día, y 25 si eran de media fanega. Junto a mis aprendices llenábamos un camión por semana. Trabajaba mucho, a mis tres hijos los veía por las noches cuando encendía la luz y estaban ya dormidos. Durante la mili también hacía toneles.
¿Y eso…?
Mi padre me daba 25 duros para que los pagara en el cuartel a cambio de estar en casa haciendo bocoyes.
¿Donde estaba tu taller?
Frente a El Fielato. Lo abrí en 1962. Yo mandaba, pero mi hermano Manuel llevaba la contabilidad. Llevo sin hablarme con él toda la vida. Me hizo pasar hambre. Cuando me di cuenta tenía menos dinero que la criada de Abaurre. No tenía ni calzoncillos blancos.
¿Qué tienes apuntado ahí?
Como tengo muy buena memoria, he apuntado en esta lista los nombres de los 58 talleres de tonelería que había en Dos Hermanas: Carbonera, Antoñete, “El Mejo”, El Polo, Enrique “El Loreto”, El Topo, Blanquito, Cantare, Juanyú, Mejías, Currito “El Droguero”… Llevo 55, me faltan tres, a ver si me acuerdo.
Dejaste de trabajar en 1982, pero veo la mesa de tu salón rebosando de pequeños barriles…
Sí, en la pandemia he hecho unos 25 barriles de cuartilla y media.
Son miniaturas, con sus aros…
Mira, el tonel de aceituna lleva 8 aros de hierro, y el de vino lleva diez: por orden desde el fondo son talugo, sotalugo, colete, arco del medio y el quinto es el bojo. Hay otra nomenclatura más antigua y desconocida: testa, sobretesta, cuello, garganta y barriga.
¿Conservas las herramientas?
Claro. Esto es un coqueteador (para poner el coquete), la tiribita, la bigonia, la raspeta, la plana… esta es la tolomaquia, que sirve para chivir la madera.
¿No te has planteado donarlas para un museo de la tonelería?
Ya lo intenté, pero aquí no se valora, no hay clase para eso.
Echaste los dientes en el taller de tonelería de tu padre, que te enseñó el oficio, pero de pequeño hiciste otras muchas cosas, ¿no?
Fui monaguillo. Vivíamos en la esquina del Bar Esperanza, allí nacimos los cuatro hermanos. Mi madre me despertaba a las seis menos cuarto para ir a ayudar a D. Manuel García en la misa de alba. Pasaba el cepillo y después de misa me iba a la escuela del Ave María. De chiquillo trabajaba con mi padre en la fábrica de jabones de Tamarit Martel, rodeando fondos. Me mandaba a la fábrica de chocolate a llevar virutas para encender la candela.
¿Hubo una fábrica de chocolate en Dos Hermanas?
Sí, “Chocolates San Miguel”. Era de D.Valeriano Cano. Funcionó en los años 40. Estaba por detrás de Villa Pepita. También hacía caramelos. Me gustaba ir porque olía muy bien a dulce.
Tu esposa, María Monge, falleció en 1991. ¿Cómo es tu día a día?
Desayuno un café doble con un paquete de galletas y me voy a echar una quiniela al Palmarillo. Despúes me voy a echar unos cuantos embustes a la puerta de la plaza, donde nos reunimos los viejos del pueblo. Algunos me dicen: “Enrique Jurado Terrero, alias de la Carbonera, que vas a durar más, que un martillo enterrao en paja”. Antes de ir a comer le doy una vuelta al pueblo. Me voy por la calle Pachico y si veo pella, hago un kilo de manteca colorá.
¿Cómo ves Dos Hermanas?
Muy bien, pero no hay trabajo, mi hijo está parao. No me gusta que a la mitad de las calles les hayan cambiado el nombre, pero a mí no me engañan. La calle 18 de julio es ahora 19 de abril, Castelar es el Pinar, Romera era Pedro Parias…El Arenal con su kiosco era precioso, pero ahora no vale un duro.