«Al volver de Suecia lo primero que hago es comerme unas lentejas de mi madre»

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Eva García
Eva García Fornet nació en 1975. Con 33 años emigró a Suecia. Se acaba de casar con un sueco al que le encanta el puchero. En la foto, Eva posa con la iglesia de Santa María Magdalena detrás.

Eva García Fornet hizo el bachillerato en el Virgen de Valme y estudió una carrera. Pero no encontró trabajo y tuvo que hacer las maletas. Hoy sueña con regresar a Dos Hermanas

Hace poco se hizo un estudio del ADN y le resultó que un 1% de sus genes son escandinavos. Pero Eva García Fornet es una nazarena de Vistazul. Eso sí: le tira Suecia. Tanto que, en 2008, con 33  años, defraudada con el mercado laboral español, se montó en un avión y se fue a buscar una mejor vida a Suecia. Hoy, 13 años después, tiene allí una plaza de profesora de español y está recién casada con un simpático y barbudo sueco, Glenn, que durante esta entrevista nos mira sin entender una sola palabra. Sin embargo, ahora que está asentada allí, Eva García coquetea con la idea de  regresar a Dos Hermanas. 

Si te fuiste buscando una mejor vida, ¿qué te empuja a volver?

Suecia no es el lugar de ensueño que imaginaba cuando me fui. Olvídate de esa imagen de un país con derechos sociales, bienestar…no es así. Es el país europeo con más tiroteos (este año van más de 200 muertos) y está todo privatizado, hasta la educación. Si vas al médico y te hacen un chequeo, hay que pagar. En muchos sentidos España está mejor que Suecia. No nos quejemos tanto de España, que no está tan mal. Aquí vamos al ambulatorio y es gratis, Los trenes y las carreteras también son mejores. Tengamos más autoestima y no seamos tan críticos.

¿Te arrepientes del paso que diste al marcharte? 

Cuando me fui me sentía muy defraudada con España.  Estudié Filología Hispánica, aprendí inglés, informática, programación, intenté las oposiciones, pero los únicos trabajos que conseguí fue en el Carrefour y otro de camarera. Pero una vez en Suecia, me he llegado a arrepentir por lo difícil que me lo han puesto. No es un país muy abierto con los extranjeros. Y tampoco son tan sociables.

 ¿A qué te refieres?

Allí vas al trabajo y vuelves a casa, pero no se crean relaciones de amistad con los compañeros. No se van a desayunar juntos como hacemos aquí. Si te cruzas con alguien, no te da ni los buenos días. Yo lo hice una vez y me miraron muy raro. Tampoco los abuelos echan una mano con los nietos. Todo el mundo vive muy independiente. Te cuento una cosa que me pasó. Vivía en un piso de alquiler y noté un olor raro en el pasillo. Hablé con el presidente de la comunidad diciéndole que alguien podía estar muerto, y no le dio importancia. A los dos meses seguía oliendo mal y nadie hacía nada. Llamé a la policía y solo tras pasar las navidades vi allí a un equipo forense. Había muerto un vecino, profesor de Universidad, y nadie lo había echado de menos, ni siquiera en Navidad.

Pero no me dirás que no has hecho allí amigos…

¡Claro que tengo! Desde el primer momento quise aprender sueco, y en la Universidad hice muchos amigos.

Y el frío, ¿cómo lo llevas?

Cada vez peor. La temperatura más baja la soporté en Noruega, donde también he vivido. 31 grados bajo cero. ¡Se me congelaban las lágrimas! Tirabas agua y se congelaba en el aire. 

Cuéntame como fueron tus primeros años en Suecia.

Los primeros tres años los pasé en Upsala. Empecé trabajando de camarera y al mismo tiempo en cruceros en Estocolmo. Allí se demandan mucho los guías en español, ya que nadie lo habla bien de verdad. También fui guía en los fiordos de Noruega. En Voss trabajé de profesora de español, pero no pude quedarme en Noruega porque el nivel de vida es súper caro. Así que me fui a Goteborg y estudié en la Universidad para obtener una plaza como profesora de segunda lengua. En Suecia se estudian (además del inglés) el alemán, el francés y el español. Y conseguí la plaza en Östersund, donde vivo ahora. 

 ¿Cómo has vivido la pandemia? 

En Suecia lo han hecho fatal. Vengo a España y me siento más segura viendo a todo el mundo con mascarilla. Allí el gobierno dijo que no se la pusiera nadie, solo la distancia de seguridad, y como borregos todos obedecen. Así que está mal vista la persona que lleva mascarilla como yo. Me la bajo solo cuando estoy en la pizarra, alejada de mis alumnos, para que me vean los labios. Se ha realizado una investigación en Suecia y se ha descubierto que ha habido mucho más muertos de los que se han dicho oficialmente, sobre todo en las residencias.

¿Qué echas de menos allí?

Cuando estoy fuera valoro mucho nuestras tradiciones, como las flores de Valme o la Semana Santa. Otra cosa que echo de menos allí es el parque de La Alquería. Me gusta mucho pasear por él cuando vengo.

¿Qué es lo primero que haces cuando vienes de visita a Dos Hermanas?

Lo primero que hago es comerme unas lentejas de mi madre, porque las mías no saben igual. Y me voy a San Rafael a tomarme un café con mis amigas o a comprar dulces a Utrera.  

Dices que te quieres venir de Suecia… ¡pero te acabas de casar con un sueco!

Sí, Glenn y yo nos casamos el 5 de junio, en un museo por cierto. Él también quiere irse de Suecia. Lo que no tenemos claro es si venirnos a Dos Hermanas o ir a Noruega, que también nos gusta mucho. Lo iremos viendo. 

¿A tu marido le gusta esto? 

Sí, le llama la atención el ambiente de las calles y flipa con el puchero de mi madre. Le encanta el arte cofrade y ya mismo lo veo de procesiones por Dos Hermanas. El otro día estuvimos en lo de la Virgen de Consolación en Utrera y se compró hasta un rosario. 

Eva García tuvo la valentía de irse de Dos Hermanas y luchar por sus sueños. Como tantos nazarenos que residen fuera, vuelve a casa cada vez que puede. ¡Quién sabe si la próxima será para quedarse!