1969
Al ser llamado a filas, el joven nazareno dijo que quería “ver mundo”. Y lo vio. Pero también temió por su vida cuando la colonia se independizó
Francisco Blanco Jiménez, a sus 23 años, acaba de regresar de Guinea, donde ha cumplido el servicio militar. Le esperaban en Dos Hermanas sus padres (Antonio y Trinidad) y su novia, Pepi Rubio, con quien ha mantenido todo este tiempo una peculiar comunicación: además de cartearse, se han enviado cintas de casete. Con el magnetofón que se agenció Blanquito en África narró su día a día en las tórridas noches ecuatoriales. Hasta un poema de amor le grabó una noche bajo las estrellas.
En solo 17 meses, ha concentrado las aventuras de toda una vida
Cuando, al ser llamado para hacer la mili, lo destinaron a San Fernando (Cádiz), contestó que no, que él quería navegar, “ver mundo”. El comandante se sorprendió: “Todos los soldados de Sevilla quieren estar cerca de casa, excepto tú”, le dijo. Lo embarcaron a Las Palmas, sin saber cuál sería su destino final en la Marina. Cuando le entregaron el “rechuchín” (pastillas de quinina contra el paludismo, “una cada sábado”), ya asumió que le esperaba Fernando Poo, la provincia española más alejada de la península. A su capital, Santa Isabel (Malabo), situada a 4.021 kilómetros de su nazarena calle Tarancón (la misma distancia que, por ejemplo, a Groenlandia), arribaba Francisco el 28 de diciembre de 1967.
Palmeras, cacao y ébano
Los ojos de Blanquito pronto se acostumbraron a la exuberancia. No solo a la del húmedo clima (un tornado dejaba en una hora 300 litros de agua, los mismos que en Sevilla en 6 meses), sino también a la de la naturaleza: plantaciones de cacao, palmerales, plataneras, cascadas, peces de enorme tamaño, explotaciones de caoba y ébano. Con esa madera, negra y resistente, aprovechó su oficio de carpintero para modernizar el mobiliario de la vieja fragata Pizarro. En ella surcó las costas de Guinea y Nigeria y exóticas islas como Annobón, ya en el hemisferio sur.
Tiempos revueltos
Pero la mayor parte de su tiempo en Guinea transcurrió en Fernando Poo. Más allá del puerto, al subir la “Cuesta de la Fiebre”, estaba Santa Isabel, bella ciudad tropical donde hasta entonces habían convivido en paz españoles y nativos. Pero soplaban aires de independencia. Tras el desfile del 12 de octubre de 1968, que desvinculaba a Guinea de España, quien se quiso ir, se fue, pero Francisco y sus compañeros tuvieron que quedarse unas semanas más. El protocolo firmado obligaba a unos meses de transición “para garantizar la seguridad de los que se quedaban”. Paseaban en grupo y con uniforme, ya que, de paisano, sufrieron algún amago de agresión por las calles. Las hostilidades, promovidas por el nuevo presidente Macías Nguema, llegaron a su punto culminante en febrero. Tras ser asesinado un español, la Guardia Civil temió una cacería. Se preparó una noche para atacar Santa Isabel, “de forma disuasoria”, según órdenes de Madrid. Pidieron voluntarios entre los marineros. Francisco dio un paso al frente. Le entregaron un cetme (rifle de asalto) y una granada de mano. Temió por su vida, hasta tal punto que le confió las llaves de su taquilla a un paisano, Rafael, “por si no salía de aquella”.
Finalmente se abortó el ataque y unos días después, tras una penosa travesía de 14 días remolcados hasta Canarias (y sin agua para lavarse), llegaron a territorio español. Hoy ha regresado a Dos Hermanas. ¡Bienvenido a casa, Blanquito!