Es una institución en Dos Hermanas. Ha tocado el clarinete por toda España y fue director de la Banda Santa Ana. A sus 95 años, ya no toca, pero sigue en plena forma
Me recibe en la puerta de su casa. “Te estaba esperando, pasa”, me dice. Sobre la mesa del salón, “Territorio comanche”, una novela de Pérez- Reverte .
¿Todavía lees?
Sí, después de almorzar. Y dos horas antes de dormir. Se entera uno de muchas cosas de la historia de España.
¡No parece que tengas 95 años!
He tenido suerte y Dios me ha dado salud, aunque tengo la tensión un poco alta. Todos los días salgo con mi bastón a hacer los mandaos. Hoy por ejemplo he hecho un potaje de garbanzos. Me saludan muchas personas, pero ya casi no me encuentro a gente de mi generación. De mis amigos solo quedan Antonio Martínez “Rispo”, que tiene 96, y Luis Rivas Castro, que todavía vende huevos con 94 años.
¿Ya no tocas?
Hace tiempo que no, y no lo echo de menos. He conocido a muchos músicos ya mayores que daban un poco de pena al verlos tocar. Quiero que me recuerden tocando el clarinete en plenitud de facultades.
El clarinete ha marcado tu vida. ¿Cuando tocaste uno por primera vez?
Empecé por casualidad, con 14 años. Mi familia era de Las Cabezas y éramos ocho hermanos. Llegamos a Dos Hermanas en plena guerra, tendría yo siete años. Vivíamos en el barrio de San José. De chaval, yo trabajaba de carpintero y llegué a ser oficial.
Por mi casa paraba mucho Bernardo el fotógrafo, que era amigo de mi hermano y tocaba el saxofón en la banda. Me preguntó si quería aprender y me enseñó las primeras notas. Me llevó a la banda y el director, Antonio Fernández Mejías, me enseñó solfeo. A mí me atraía el clarinete, y hasta me llevaba el instrumento a casa.
¿Cuántos años tocas en la banda del pueblo y cuando das el gran salto?
En la banda estuve ocho años. Tocábamos en el Santiago, en las procesiones, hasta en las casas de vecinos cuando alguien se casaba. Éramos unos 30, aunque para hacer bulto a veces se metía a algún agregado. Pero yo no tenía ninguna base musical. Así que, para ser mejor, con 23 años empecé los estudios reglados de música. Iba al Conservatorio de Sevilla en una bici que me compré a plazos. Pedro Braña, el director de la banda de Sevilla, consentía a veces que yo tocara para suplir a los que se pedían permiso. En 1958 me nombraron profesor interino de la Banda de Música de Sevilla, y en 1960 hubo oposiciones y gané la plaza de clarinete. Ahí mi vida cambió. Me convertí en un niño bonito, ganaba 14.000 pesetas al año. También ese año me casé con mi mujer, Encarnación Caro, que ha fallecido hace poco.
¿Qué te aportó pertenecer a la Banda Municipal de Sevilla y a la Orquesta Bética Filarmónica?
Ahí estuve 20 años como primer clarinete. Para ser solista hay que estar en forma, como los futbolistas, y me hice más músico. En la Bética he tocado a Falla, a Beethoven. En la época que era ministro Fraga, íbamos a tocar por toda España, incluso a Portugal. También he disfrutado mucho tocando zarzuela en el Teatro San Fernando.
Eres muy reconocido como compositor de marchas y pasodobles. La Banda de Santa Ana ha presentado un CD dedicado a tu obra. ¿De cual te sientes más orgulloso?
Las marchas que más me gustan son las descriptivas, esas que con su melodía y ritmo hacen que veas escenas a través de la música. ”Siervo de tus dolores” y “Cristo de la Alcazaba” son las que más gustan. Esta última se tocó en 2016 en el Teatro de la Maestranza, en el pregón de la Semana Santa de Sevilla de Rafael González Serna.
¿A cuánta gente has formado en la música?
Incalculable. En los años 80 fui director de la actual Banda de Santa Ana, que reorganizamos después de haber dejado de existir. Esos chavales que empezaron conmigo, y muchos otros a los que di clases en el Conservatorio de Dos Hermanas, son hoy profesores de música.
Por ese motivo y muchos otros, desde 2002 hay una calle rotulada con tu nombre. La nueva Casa de la Cultura también se llamará Fulgencio Morón Ródenas. ¿Qué sientes?
Siento un gran orgullo, y al mismo tiempo un gran agradecimiento por cómo me ha tratado Dos Hermanas, que me acogió siendo un niño.
¿Qué es esa partitura que tienes ahí?
Es una letrilla de carnaval de 1928 que tú publicaste una vez y me hizo gracia, y la convertí en pasodoble. Empieza así: “Una niña muy coqueta fue a Barranco con su novio…”
¿Cómo te gustaría que te recordaran?
Como una persona que fue feliz con la música.