Gloria Collantes: “Mi madre murió siendo yo un bebé y me crió mi vecina”

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Gloria Collantes
Gloria Collantes, en el salón de su casa.

A sus 90 años, esta nazarena de ilustre cuna nos revela detalles de su infancia, tras enviudar su padre y casarse con la mujer que la cuidaba

Aunque hoy no piensa salir, Gloria Collantes nos recibe maquillada con una leve sombra de ojos verde que realza su belleza natural. Lo hace todos los días, como un ritual, para ver su serie preferida, “Acacias 38”, y después otra vez se desmaquilla. Es soltera convencida (“Tuve un novio pero me hizo una jugarreta y lo dejé”, nos cuenta), tiene 90 años y la memoria intacta. Tras su buen humor e inmejorable aspecto hay una vida que, pese a sus apellidos, no fue un camino de rosas.

Gloria Collantes
Gloria Collantes, con 17 años.

Es nieta de Jesús Legallois de Grimarest, rico propietario nazareno de principios del siglo XX. En 1918, su única hija y ojito derecho, Conchita, conoció en un entierro a José Collantes de Terán, recién llegado de América. José no soportaba el genio de su padre, Juan. Un día hizo la maleta y le dijo a su madre, Concepción Bulnes: “Hasta que no se muera papá, no vuelvo”. Y lo cumplió. Después de casi una década en Méjico regresó, se colocó de oficial mayor en el Ayuntamiento de Dos Hermanas, se enamoró de Conchita y, tras dos años cruzando tarjetas y cartas de amor, se casaron en 1920: ella con traje negro y velo blanco, conforme a la moda. Gloria, a quien su padre llamaba “Chispa”, fue el sexto hijo del matrimonio. Embarazada del séptimo, un desafortunado día su madre sufre un aborto y muere desangrada en su casa de calle Melliza. Antes de expirar, le pide a su amiga y vecina Carmen Quintano Morales (“Meme”) que se haga cargo del bebé: Gloria tenía 13 meses.

Gloria Collantes
Foto de 1920 del viaje de novios de sus padres: Conchita Legallois de Grimarest Gómez y José Collantes de Terán Bulnes. Ella murió diez años después, en 1930.

“Déjame el bebé”

La trágica muerte de Conchita sacude la vida de José, viudo con seis hijos. Reparte a tres de ellos entre familiares y él se traslada con otros dos a la Fonda Campo. Meme le pide que no se lleve al bebé, y fue ella quien, por fidelidad a su amiga y por amor a la niña, se hizo cargo de Gloria hasta sus cuatro años. Lo que quizá no entraba en los planes de Meme es que José le pusiera una condición: que se casara con él. Y ella aceptó. Así se celebró una boda en la que no hubo nada de amor y sí mucho de conveniencia, pues ella pasó a encargarse de los niños y del hogar, primero en una casa de Antonia Díaz y más tarde en Canónigo. Aunque dormían en plantas separadas, tuvieron un hijo que falleció a los nueve meses.

Meme, su segunda madre.

Feliz a pesar de todo

Gloria Collantes se crió así con esta segunda madre, a la que adoró y de la que no se separó hasta que esta murió a los 82 años. Durmió en una cuna hasta los 12 años, la misma edad a la que abandonó el Colegio de Santa Ana. Su padre, recto y chapado a la antigua, no fue especialmente cariñoso. Quizás la viudez le agrió el carácter. “No quería amigas en casa. Llegaba de trabajar y se iba a su habitación”, recuerda Gloria. “Se sentaba a comer, siempre solo, y mi hermana Luisa le leía el ABC mientras él se comía su filete”.

Es una mujer positiva; asegura que, a pesar de todo, fue feliz. No pasaron penurias en la posguerra, menos aún cuando su padre heredó dos fincas tras la muerte de Concepción Bulnes, su madre. Nos muestra fotos de felicidad, subida a una galera de Valme. “Me lo he pasado muy bien con mis amigas, he ido a muchas velás y he bailado pasodobles”.

Jardines de la Pimienta, 17-5-1953. Elena Bárcenas, Gloria Collantes, su hermana Luisa y el entonces novio de esta, José Rodríguez.

El resto de su vida la hizo junto a su hermana Luisa y su marido José, que con naturalidad incluyeron en su hogar a Gloria y a Meme. Nunca trabajó ni creyó en el amor, aunque este sí llamó a su puerta: “Tuve un pretendiente que iba a buscarme a caballo al taller de costura de Rueda, donde bordé el ajuar de mis hermanas”. Con otro se escribió, otro era tan tímido que no se lanzó, y con otro, un catalán de ojos verdes, iba al cine “pero no me fiaba de él”.

Vive con una sobrina en calle Pachico. “Mis amigas se han ido muriendo, me he quedado sola”. Lo mejor de Gloria es su sonrisa: con ella nos recibe… y con ella nos despide.