Historia de un bar de estilo americano en Dos Hermanas, el Soberao Jazz (II)

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José Luis López Jiménez

La vida llevó a José Luis López Jiménez por muchas ciudades y naciones de la vieja Europa

Vuelvo, en el que espero pequeño y leve artículo, a hablar de ‘El Soberao Jazz’, un bar de este estilo de música de Dos Hermanas pero, antes de adentrarnos en su historia, tenemos, todos, que seguir con la de su dueño pues, es tan apasionante, que no debo yo, ni deben los lectores, obviarla en absoluto.

Dije, en el último artículo, que nuestro protagonista, tras trabajar en Ibiza, en la albañilería y descargando barcos, llenos de cemento, retornó a Dos Hermanas. Pero, José Luis López Jiménez, es hombre de cuerpo y espíritu inquieto, y no se podía estar tranquilo en nuestro pueblo y, marchó, a esa tierra de promisión, que fue Alemania para, tantos y tantos españoles, que se fueron a ella, buscando el pan y la sal, que no encontraban en España. Se fue, concretamente, a Hofheim, capital del distrito de Main-Taunus-Krein, en el estado –o land, en alemán- de Hesse. Se trata de una próspera localidad –como, a pesar de todo, es Dos Hermanas, de lo que yo como su hijo me enorgullezco mucho, y no hay nada más que abrir las hojas de este periódico, para ver el esplendor de esta ciudad- con un cuidado casco histórico, instalaciones deportivas y una tasa de paro de las más bajas de Alemania. Está cerca de la célebre e importante Fráncfort del Meno. En Alemania, nuestro paisano sólo estuvo de visita. Disfrutó de una bella porción de Alemania muy próspera, centro de negocios del mundo y se me viene a la cabeza la última ciudad que hemos nombrado, un centro financiero de primer orden, donde se intercambia gran parte de lo que se comercia en el mundo, en este país de protestantes y católicos que es Alemania, muy desunidos, en otros tiempos muy tristes para el mundo y para la Historia –y recuerdo la Guerra de los Treinta Años, en el siglo XVII, por no recordar las muchísimas posteriores- pero que se van superando, poco a poco, con el diálogo ecuménico, hoy tan presente en Alemania.

Pero, nuestro protagonista, vuelve a España y retorna a la Ciudad Condal, a la bella Barcelona. Mas permanece en ella por poco tiempo. Fruto su vida de un espíritu inquieto, como ya he dicho, se fue en autostop a pasear de nuevo por la vieja Europa. En Alemania, trabajó de pintor de brocha gorda –supongo que haría de este que se considera modesto oficio, aunque yo que tengo tantos grandes amigos del mismo lo considero todo menos modesto, más bien todo un arte- y de artesano. Juntó en su persona dos grandes ocupaciones. Con sus labores de artesanía, se ganaba la vida. Hay que imaginarlo pintando las viviendas o centros de trabajo y entretenido en la artesanía que desarrollaba con mimo y cuidado. No es modesta esta vida desde el punto de vista de que la llevan artistas, lo es, en cambio, porque comúnmente da para vivir pobremente, cubriendo tus necesidades básicas. Me parece que está claro. Así lo veo yo. De todas formas muchos grandes artistas, de todo tipo han empezado así.

Es muy interesante, que, desde Alemania, pasó a Suiza, concretamente a Basilea, una importante ciudad de este país, república federal de Europa, famosa por su neutralidad y. por haberle ganado el pulso al Sacro Imperio Romano Germánico y a la Casa de Austria y haber logrado su independencia. La insigne ciudad de Basilea, forma un semicantón del cantón de su nombre –Basilea-ciudad-, siendo el otro el semicantón que los clásicos han llamado siempre Basilea-campo. En esta hermosa localidad, se habla mayoritariamente alemán pero también italiano y francés. Es un gran centro de negocios en su país, el segundo después de Zurich. Es importante, en la historia de la salvación, por su pasado y su actualidad calvinista. En ella, publicó el monje jerónimo de San Isidoro del Campo de Santiponce, huido de su monasterio por protestante, Casiodoro de Reina, la Biblia del Oso, todavía usada por los hermanos separados.

Pero, tras este exordio, que hemos hecho para resaltar la importancia en la Historia, que es mucha, de la ciudad de Basilea, donde José Luis residió, diré que luego vivió en Neuchâtel, capital del cantón francés de su nombre, más protestante que católico. y en Zurich, capital del cantón alemán de su nombre, mayoritariamente protestante, y, como todos es sabido, con la susodicha capital, gran centro financiero de Suiza y del mundo. La verdad es que José Luis estuvo acertado a la hora de escoger las ciudades donde se asentó y trabajó.

Pero, luego, pasó a la católica Italia, país que junto con España y Francia es conocido en la Historia como uno de los tres pilares del catolicismo. Estuvo dando vueltas por la bota y residió en Terracina, en la provincia de Latina, en la región del Lacio. Y es curioso y me deja pasmado que no entrara en Roma. No tuvo el interés suficiente para entrar en la caput mundi –en la cabeza del mundo-, en la Roma de los césares y de los papas. Esto daría lugar a una controversia. Unos dirán que la capital del mundo es Nueva York, ciudad que como americanista me atrae sobremanera y a la que admiro y quiero con locura, otros que Roma. Yo, sinceramente y, analizando el papel en la Historia, debo dar la razón a los que la consideran la primera por su importancia espiritual y porque encabeza a las otras ciudades santas, sean Jerusalén –que no me olvide de ella-, Nazaret, Belén, Lhasa, Benarés, La Meca, Medina, Xauen, Qom, tantas y tantas ciudades santas de todas las religiones que pueblan la Tierra. Pero, en fin, no quiso o no pudo o no le vino el momento a nuestro personaje de entrar en Roma. Y, además, voy a poner la nota un poco chusca. Mi primillo Manu Sánchez Vázquez, el cual sin mi licencia me remeda en los espectáculos –y hace bien- dice que la capital del mundo es Dos Hermanas y decía Tío Curro Blanco Martín: “El mundo tiene dos pueblos, Dos Hermanas y Nueva York”. Así que: “Aquí paz y, después, guerra”. Teniendo a Dos Hermanas estemos contentos y vayamos a Roma a venerar a San Pedro y a San Pablo y a hacer numerosas actividades –ver museos, iglesias, palacios, galerías de arte, visitar el Coliseo, ver a la loba capitolina, las casas generales de infinidad de órdenes y congregaciones religiosas de varones y mujeres, visitar la Parroquia de Nuestra Señora de Valme, recordando a nuestra paisana la Madre Trinidad, ver las cuatro basílicas mayores, ver al papa, pasear por vía Veneto, comprar en vía Condotti, ver el castillo de Sant´Angelo, etc.etc.-Todo esto, no comprendemos la razón no lo hizo nuestro biografiado. Sin embargo, llevado de su curiosidad y mostrando un exquisito buen gusto visitó Milán, la ciudad de los Sforza y de la Santa Cena de Leonardo da Vinci, ciudad del hermoso Duomo –catedral- y de la Scala, magnífico teatro de la ópera como el Liceo de Barcelona, y, que no me olvide nunca de Barcelona, que falta hace que ninguno de los lectores se olvide de ella. Por último, estuvo en la alegre Venecia, ciudad de largo carnaval, ahora que estamos en época en la que se aproxima el carnaval, y Dos Hermanas, pueblo de Reyes…, se apresta para poder triunfar en el carnaval de Cádiz con su chirigota “Los Reyes”. El Carnaval, es una fiesta laica con connotaciones religiosas muy acentuadas, pues, la Iglesia, que es madre y sabia, siempre lo ha consentido poniendo el bálsamo de la caridad. Es una fiesta que une a tres grandes ciudades: a Venecia, a Cádiz y a Dos Hermanas. Cádiz y Dos Hermanas ya están unidas con lazos indisolubles. A mí se me da la oportunidad de hacerlo con este sencillo artículo pues, nuestro protagonista, vivió en Venecia, la república comerciante y marinera, la de los patricios del Libro de Oro –los Giustiniani, los Justinianos, entre otros, aunque los de esta familia que viven en Dos Hermanas pertenezcan a la rama de Génova y exista una tercera en Cioa-. En fin, Venezia, la ciudad de los dux y la de San Marcos.

Pues bien, a mi me llama, poderosamente, la atención la vida, tan enormemente cosmopolita, que llevaba José Luis López Jiménez. Era y es un ciudadano del mundo. Visitó, y correteó, por una gran cantidad de países de Europa.

Lo hemos visto, hasta ahora, residiendo en España, concretamente en su Andalucía natal y en la hoy levantisca Cataluña, luego en las Islas Baleares, concretamente en Ibiza. Luego, se trasladó a Alemania, tierra próspera, a pesar de todo lo que había pasado, y lo que había hecho pasar a los demás países, en la II Guerra Mundial, que desgarró Europa desde el Atlántico a los Urales. A continuación, retornó a la ciudad condal. Después, volvió a Barcelona. De nuevo se fue a Alemania, desde donde se fue a Suiza.

De esta república federal pasó a la complicada Italia. Este país no tiene más remedio que ser así pues, en la península, se ubican tres estados: la enredadísima república italiana, la Santa Sede y la pequeña república de San Marino.

Pero la vida sigue, y, José Luis López Jiménez, siguió rodando por el mundo guiado siempre por el que cuida las vidas. Pero, todo ello, da para varios capítulos más. Es una historia que, evidentemente, da para mucho. Vale.