Llegó para probar fortuna. Justo cuando se iba a ir, se enamoró de un sevillano que le enseñó a amar nuestra tierra. Hoy es vecina de Dos Hemanas
Si uno se cruza con Iskra por Dos Hermanas no reconocerá a una búlgara: su aspecto no se diferencia mucho de una española. Pero si uno escucha hablar a Iskra, quedará impactado por dos motivos: habla con desparpajo en un perfecto andaluz y cuenta una historia impactante.
Eres una de los 2 millones de personas búlgaras que se fueron de tu país entre 1998 y 2008. ¿Qué pasó?
Cuando cayó el muro de Berlín, el país se empobreció aún más que con el comunismo. Se decía que teníamos una democracia, pero aquello era un caos. El dinero perdió valor. Comíamos gracias a las cartillas de racionamiento.
¿Por qué decidiste irte?
Había estudiado Económicas, pero no veía futuro. Llamé a mi padre, que trabajaba de ingeniero en Siberia, y le pedí que me mandara 500 marcos alemanes, con los que compré en el mercado negro una visa para trabajar tres meses en el espacio Schengen. Si no pagabas a los corruptos, no salías.
Con 24 años, el 7 de julio de 1998 coges un autobús que te lleva de Sofía a Praga. ¿Qué te dijo tu madre?
Que no me fuera. Se hincó de rodillas en el suelo, llorando a los pies del autobús para que me quedara con ella. Yo no pude mirarla. En aquel autobús íbamos 16 mujeres, muchas con un diccionario búlgaro-español para aprender el idioma, pero a mí no me interesaba porque pensaba que regresaría en tres meses. Por cierto, flipé aquella noche en el McDonald´s de Praga. ¡Parecía otro mundo!
De allí pasas a Alemania, después a Madrid y acabas en Valencia…
Sí, en Valencia tenía un familiar, jugador de baloncesto, que me ayudó a encontrar trabajo en un hotelito. A los tres meses rompí mi pasaporte para que no me deportaran, ya que había caducado mi visa. No quería fracasar, darle la razón a mi madre. Me dijeron que en la feria de Sevilla se podía trabajar sin papeles y allí me fui. Compartí piso con una colombiana, Alba Lucía (que hoy es mi comadre) y me puse a tabajar con una rusa que tenía un puesto de helados en la calle del Infierno.
Y entonces… tu vida da otro giro imprevisto. Aparece él.
Sí, José Ángel, sevillano de la calle Feria, 1’92 de altura. Él no era muy feriante, pero pasó por allí con unos amigos, me vio y les dijo: “¡Ahí está la madre de mis hijos!”.
¿Tú también te enamoraste?
Al principio no. Se llevó una semana pidiéndome salir, y quedamos un par de veces. Entonces me quedé sin dinero, no podía subsistir y lo llamé para despedirme. Me volvía a Bulgaria. Había fracasado. Pero él me dijo que en su piso de Bellavista, donde vivía con su hermano, había una habitación libre y me podía quedar sin compromiso. Acepté. Y al tiempo nos hicimos novios.
¿Qué te aportó José Angel?
Me enseñó a amar Andalucía, gracias a él la llevo en el corazón y me siento de aquí. Era músico de la Banda de la Redención, “el Beso de Judas”. Me mostró la Semana Santa por dentro, veíamos las cofradías desde los más bonitos callejones. Soy una capillita.
¿Cuando os venís a vivir a Dos Hermanas?
A los tres años de novios fui a Madrid a por mi pasaporte nuevo, nos casamos en 2002 en los juzgados de Viapol y nos fuimos de alquiler a la barriada Julio Carrasco. Él estudió Bellas Artes, tenía una agencia de publicidad y yo trabajaba en Lidl. Cuando me hicieron fija, nos concedieron la hipoteca y nos compramos una casa en la Venta Manolín.
Pero de nuevo la vida os tenía deparada otra sorpresa, en este caso muy trágica.
Sí, José Ángel murió en un accidente de tráfico en 2007. Y a mí me diagnostican un cáncer de mama en 2008.
¿Cómo te encuentras?
Imagínate. Me acuerdo de él todos los días. Del cáncer estoy recuperada tras la quimioterapia. Pero me he quedado aquí, este es mi lugar.
¿Te sientes integrada?
Demasiado “integrá”, como dice mi cuñada. Soy una vecina más de la Venta Manolín, estoy muy agradecida a la gente de Dos Hermanas. Cuando voy a Bulgaria de visita, me pongo música de “El Barrio”. Y con un rebujito te bailo hasta unas sevillanas….
Ahora estás parada, aunque hablas tres idiomas. ¿De qué vives?
Cobro una pensión de viudedad de 400 euros, es mi único ingreso. Aprovecho para decir que no se me caen los anillos para trabajar en lo que sea: cuidando enfermos, niños, cocinando…
Me he enterado de que te salen los pucheros riquísimos…
Sí, mi suegra me enseñó, de cuchareo te cocino todo lo que quieras. Por cierto, sigo en contacto con la familia de José Ángel. Aunque él no esté, ellos siguen siendo mi familia.
Así es Iskra. Un torbellino. Gracias por contarnos tu historia.