José García Cebador dio nombre en su infancia al conocido Bar ‘El Niño’ situado en la plaza del Arenal
Traigo hoy a nuestras páginas a un conocido y castizo hijo de nuestra ciudad, a José García Cebador que pasó no hace demasiado tiempo a gozar de la gloria de los justos en la casa del Padre. Fue José pariente mío. Su padre era mi primo tercero. Teníamos una tatarabuela en común, la mítica María de los Dolores Peñalver Gómez, natural del cortijo Alcaudete en el término de Carmona y que fue dueña de la Venta de la Pata en los alrededores de Villanueva del Pítamo, que vivió años esplendorosos. Pero no quiero perderme en los montes y lagunas de mi complicada genealogía y de la genealogía de nuestro pueblo. Daría para muchos artículos.
Mi primo, el padre de José, se llamaba Manuel García Jiménez y su madre se llamaba Carmen Cebador Bonilla. Ambos laboraban en oficios típicos de la gente trabajadora del pueblo. Él era albañil y ella iba al almacén de aceitunas. Vivían en la calle Lope de Vega, que lleva el nombre del Fénix de los Ingenios, pero que es conocida por Cañada y que tiene mucho que ver con la leyenda fundacional llena de ribetes míticos, místicos, históricos, ascéticos y hasta teológicos de nuestra querida ciudad.
En su misma casa, nació nuestro protagonista el 20 de octubre de 1956. De niño, José estudió en el colegio llamado a la sazón Calvo Sotelo -nombrado así por el político José Calvo Sotelo vilmente asesinado- luego San Sebastián y conocido por el pueblo como ‘El Cementerio Viejo’.
Pero, también le dieron clase excelentes maestros particulares como don Francisco Baena de León Molina, magnífico docente donde los hubiera, perteneciente a la que tengo por más importante familia en la historia de la ciudad, los Caro -no hay nadie que me haga abdicar de esta idea-y, como tal, lejano pariente mío. Pero también le dieron clase otros excelentes docentes como doña Dolores Velasco Torres, natural que fue de la que llamaban nuestros ancestros La Puebla del Saucejo -hoy El Saucejo-, gran maestra de muchas generaciones de nazarenos y del exótico y cultísimo Ralph Rolleston, que luchó contra las carencias en inglés de tantos, tantísimos nazarenos, entre ellos también el autor de estas líneas.
Pero, un cambio se produjo en la vida de la familia en el año 1969 pues su padres pusieron un bar al que dieron el nombre de ‘El Niño’, precisamente en honor a José.
Primeramente fue propiamente una cafetería que luego se convirtió en bar.
Ahora bien, llega el momento de hablar de la vida laboral de José que fue enormemente complicada y que da para hablar de una novela, esa novela que nunca he escrito ocupado como estoy en otros campos. En un primer momento, trabajó en una tabernita que se abría en la esquina de la calle San Alberto con la Avenida de Sevilla, que durante un tiempo, entre otros nombres, se llamó Marcelo Spínola, en recuerdo de este gran cardenal que fue don Marcelo Spínola y Maestre, padre que fue de los pobres y limosnero entre los ricos.
Luego, laboró en el bar Guirigú, que se encontraba al principio de la calle Nuestra Señora de Valme, vulgo Real Sevilla.
En un tercer momento, se ocupaba de su propio bar y repartía en la Coca-Cola. Posteriormente se fue al servicio militar, al que eran llamados en sus tiempos los varones. Luego, dio un vuelco fundamental su vida pues pasó a ocuparse de labores del campo. Compró un tractor y empezó a arar su propia finca y las de otros. La suya se encuentra en la Vereda del Rayo, por donde acaba el término de nuestra ciudad de Dos Hermanas y empieza el de la ciudad de Alcalá de Guadaira.
Posteriormente, avanzó un poco más en el progreso de su casa. Montó una empresa de jardinería que hoy siguen sus hermanos. Le trabajaba y trabaja al Ayuntamiento y a quien se lo manda. Plantaba jardines en obras grandes. En las rotondas, que tan merecida fama han dado a nuestra Dos Hermanas, plantaron las plataneras, las palmeras -símbolo que son de la Resurrección de Cristo por lo que son enormemente simbólicas y propias de cualquier pueblo cristiano- en las primeras rotondas, etc. etc. Mas, igualmente, se ocuparon de plantar las barriadas. A su vez, se ocupaban de la jardinería y limpieza de múltiples lugares. De idéntica manera, llevaban la limpieza de la feria. El año pasado no limpiaron ya el recinto ferial de la que tengo, para mí, que es una de las mejores ferias de la provincia con la de Sevilla y la absolutamente deliciosa de Mairena del Alcor -que reza con toda la comarca al Cristo de la Cárcel-, dado que tenían mucho trabajo por fuera.
Por último, y no es menos importante, hay que decir, que montó la empresa de desatasco de las casas que ha tenido mucho trabajo.
Pero tengo que dejar de hablar de él. Continuaré examinando su vida en el próximo capítulo.