José López Ponce,“el señor de los garbanzos”

0
López Ponce
José a lomos de Garamelo. Detrás, junto al almiar de garbanzos, se ve a su nuera Concha Collantes y a su nieto José.

 1952 

Cada día recorre a caballo su finca de El Arenoso, donde sus empleados le tienen un hondo respeto

En su coche de caballos, como cada día, José López Ponce  ha salido de su casa, en calle Canónigo, donde tiene una amplia cuadra con espacio para 80 mulos. Las 40 yuntas las tiene en su finca de El Arenoso, adonde ha llegado un rato después, tras atravesar Dos Hermanas y dirigirse hacia Los Palacios. A lomos de Garamelo, y sin quitarse el traje (como se aprecia en la foto), ha salido a inspeccionar sus tierras. Acaricia los olivos con la mirada, como si fueran sus hijos. Ama el campo. Y los caballos: Gavilán, Eléctrico, Sevillano… son algunos de ellos, aunque su preferido es Garamelo.

López Ponce
Amigos inseparables. De izquierda a derecha: Joselito Campo, José Lopez y su cuñado, Alonso López Luna.

A pesar de su desahogada situación, le gusta supervisar y ni un solo día descuida sus cultivos. En época de siembra (cereales, garbanzos sobre todo…) se arremanga y trabaja como uno más. Y como es un señor que se viste por los pies, lo primero que hace cuando llega la cosecha es entregarle un saco de garbanzos a cada uno de sus trabajadores. Y cuando sale el aceite, también les regala una lata a cada uno. Quizá por eso, y por otros muchos detalles (no quiere que le llamen de don: solo Pepe), sus empleados le quieren y respetan.

Gañanía con chimenea

Tras el paseo, José se ha parado a charlar con Rufino, el capataz, y con Basilio, que se encarga de cocinar cada día para todos. La gañanía, de paredes amarilleadas por el humo, está presidida por una chimenea altísima donde se ahúman morcillas y chorizos. En la entrada se amontonan varios canastos de tomates, pimientos, brevas, melocotones. Dice Basilio que los han traído campesinos de Los Palacios, agradecidos por permitírseles sembrar en El Arenoso.

A veces José reflexiona sobre los caprichos del destino y cómo llegó a hacerse agricultor cuando su sino estaba entre las paredes de una carnicería. Hasta 1951 su vida transcurrió en “Los Adaínes”. Allí aprendió, con esfuerzo y observación, todo lo que había que aprender, se hizo un hombre de campo, y allí nacieron todos sus hijos. Dos de ellos, María y Dolores, por desgracia murieron muy jóvenes. A los que salieron adelante les procuró una formación. Anita y Ángeles estudiaron internas en La Sagrada Familia de Sevilla, Juan José es médico (“El Chamorro), y José es perito agrícola. Para ellos ha creado también un pequeño almacén de aceitunas, “Hijos de López Ponce”, donde vende las exquisitas aceitunas de El Arenoso.

Hoy regresará pronto a Dos Hermanas. Ha quedado en el casino con sus inseparables amigos José Campo (“el de la fonda”) y Alonso López (que también es su cuñado) para ir a ver una corrida de toros. Seguro que echan una buena tarde.

El carnicero que se enamoró del campo… y de Ana “la del Chamorro”

López PonceJosé Lopez Ponce nació en 1891. Por parte paterna, es de la familia de los “Purita”. Su madre fue “Mariquita Ponce”, carnicera muy conocida que regentaba un puesto de carne en la plaza. Puso a su hijo al frente de un cebadero de cerdos, situado cerca del Cementerio de San Pedro. El futuro como matarife de José parecía claro al fallecer su madre. Pero el destino le tenía asignados otros derroteros.

Se enamoró de Ana Gómez Zambruno (en la foto superior vemos a ambos, ya casados). Cuando fue a pedirle la mano a su futuro suegro, este le contestó con un no. El motivo: que su hija padecía una sordera por culpa de un sarampión infantil. José le contestó que no le importaba aquella minusvalía, ya que podía comunicarse con ella perfectamente.

Fue así como se casaron sobre 1919 y José pasó a ser yerno de José Gómez Claro “Chamorro”, rico hacendado nazareno, quien, viendo su honestidad y capacidad de trabajo, le ofreció incorporarse a su almacén de aceitunas en “Las Cruces” y más tarde como capataz en “Los Adaínes”. A la muerte de su suegro en 1949, su esposa, Ana, heredó la quinta parte de “El Arenoso”. Fue así como José cambió para siempre los cuchillos de carnicero por el azadón y la yunta.