Juan Antonio Morales regenta junto a su mujer, Rocío Ortega, esta tienda de barrio que heredó de su padre y está situada en Ciudad Blanca
Juan Antonio Morales y su mujer, Rocío Ortega, llevan casi 30 años al frente de Alimentación «El Moñi», una tienda de barrio o de desavío ubicada en la barriada de Ciudad Blanca.
A principios de los años 80 abrió sus puertas un pequeño negocio, era un quiosco-bodeguita, en la antigua Bodeguita de Amador, en la joven barriada de Ciudad Blanca.
Su propietario procedía del vecino municipio de Los Palacios. De ahí el nombre que le puso: Alimentación «El Moñi», por el apelativo por el que se conoce a los palaciegos, moñigueros, dicen que el origen de este calificativo es el uso que los vaqueros de la marisma hacían del excremento del ganado como combustible en la lumbre o en las hornillas de los hogares más humildes.
Cuando se jubiló dejó el negocio en manos de su hijo, Juan Antonio Morales y de Rocío, que entonces era su novia.
Juan Antonio Morales responde a nuestras preguntas:
¿Cuándo abre sus puertas Alimentación «El Moñi»?
Lo abrió mi padre. Era mucho más pequeño. Con algunas chucherías. Era un quiosco y bodeguita. Y poco a poco lo fue ampliando. Mi padre estuvo con el negocio desde principios de los años 80. 1980 o 1981. Yo me he criado aquí en la barriada. Entre aquí y la Cuesta de los Machados, donde vivía. Tengo clientas que me conocen desde niño porque me he criado aquí, jugando en la plaza con sus hijos.
¿Cuándo os hacéis cargo del negocio vosotros?
Pues éramos novios. En 1993. Había terminado la mili, había una pequeña crisis, mi padre se jubilaba ya, él había estado nueve años, y nos ofreció quedarnos con la tienda. Éramos unos chiquillos. Y lo cogimos los dos.
Yo antes había trabajado en diferentes sitios porque terminé la EGB y dije que no quería estudiar más. Estuve pintando, estuve en una herrería y por último, de ferrallista.
Pero decidimos quedarnos con la tienda y aquí seguimos. Aquí se han criado cuatro niños. Los dos nuestros y los de una prima de mi mujer que trabajaba aquí. Teníamos un parque donde los metíamos y después iban de mano en mano con las clientas. Esto ha sido media casa.
¿Cómo ha evolucionado el establecimiento?
Pues se fue ampliando poco a poco e introduciendo más productos. Hemos ido cogiendo los locales según la gente ha querido vender hasta lo que tenemos actualmente. Una tienda de barrio muy variada.
Tuvimos una época en que teníamos varias personas trabajando. Pero ahora, con la crisis… sólo estamos nosotros. Aquí aguantando el tirón y echando muchas horas… y lo que es un autónomo, no te puedes poner malo… Aunque, gracias a Dios, no nos podemos quejar.
¿Qué tipo de clientela tenéis?
En un 99% la clientela es del barrio. Hay clientes que llevan toda la vida, desde que se abrió, desde que yo era niño, con los que tenemos mucha confianza, muy buen rollo… y otros que se han ido renovando. Ha ido viniendo gente nueva. Vienen mujeres, niños y hombres. Los niños que los mandan las madres y los maridos, que no quieren venir, pero que les obliga su mujer (risas).
¿Algún producto estrella?
Sale todo. Es una tienda del desavío, lo que ofrece una tienda de barrio. Congelados, frutería, un pequeño supermercado…
Después de tantos años al frente del negocio, ¿alguna anécdota que recuerde especialmente?
Pues estando mi padre aún al frente del negocio entraron a robar. Dieron dos tiros al techo, pidiendo el dinero. Mi padre estaba con un vecino charlando y se tiraron al suelo y ya se llevaron lo que quisieron.
Después aquí hemos reído, hemos llorado, muchos años, mucha confianza, ha habido peleas, se ha puesto gente mala aquí, …
Y después nosotros (él y su mujer) que nos llevamos todo el día juntos, en la casa, de vacaciones, trabajando… de vez en cuando también discutimos (risas).
Bueno, y la pandemia, al principio todo el mundo asustado. Todo cerrado y nos dijeron que podíamos abrir. No teníamos género, tuve que ir a comprar y mi mujer se quedó aquí sola. Había una cola larguísima de gente cada dos metros. Limpiando todo el día. Recuerdo que las dos primeras mascarillas que compramos, quirúrgicas, nos costaron cinco euros. Y no había. Igual que los guantes, tuvimos que hacer paquetitos más pequeños para que hubiese para todo el mundo.
Otra anécdota graciosa, una vez, en época de Navidad, una clienta que se llevó un rosco de Reyes, iba con sus nietas, y se le cayó en el ascensor. Venían todas llenas de nata (risas).
¿Habéis tenido muchos robos?
No, afortunadamente no. Nos entraron una vez a robar, estando cerrados,… Gracias a Dios no.
¿Estáis notando mucho el tema de la crisis económica?
Más que la crisis estamos notando la subida de los precios. Ha subido todo muchísimo, más de lo que dicen, muchas veces cuando escucho en la radio cuánto ha subido algo me entra ganas de llamar. Y lo demuestro con papeles. Te pongo un ejemplo: el papel higiénico ha subido de 1,90 a 2,90 euros, estamos hablando de un euro más, o las latas de piña en conserva de 1,89 a 2,35 euros. Lo que no ha subido tanto, ha sido, curiosamente la cerveza. El papel, el pan de molde y los dulces… ha subido un montón y el sueldo es el mismo. Y está claro que en este tema de los precios a los que más nos perjudica es al comercio chico porque no podemos hacer competencia a los grandes.
¿Y la clientela, qué dice?
Bueno, lo comentan… Es verdad, que la gente va a lo más barato. Se nota mucho el recorte en la compra. Ya no piden un kilo, si no que compran por pieza, en el tema de la fruta, por ejemplo, dame dos melocotones. Aquí también influye el cambio en las costumbres. La gente joven no consume tanta verdura ni fruta. Hay que tener en cuenta que a una familia de cuatro personas, entre la subida de la luz, del combustible y la compra, le puede suponer más de 300 euros al mes. Lo que tú antes comprabas en una tienda por 10 euros ahora necesitas como mínimo 13 euros, eso un diario, supone al mes un dinero. La clientela viene a hacer la compra al día cuando llega de trabajar, cuando han terminado de hacer la comida, cuando van a por el niño al colegio… la tarde es más tranquila.
¿Tenéis muchos clientes que compre «a dita»?
No se fía –explica Juan Antonio Morales señalando un cartel- porque ha habido gente que nos ha dejado mucho dinero a deber pero, realmente, tenemos clientes de toda la vida, que van comprando y nos paga a principios de mes.
Juan Antonio Morales junto a Rocío Ortega regentan Alimentación «El Moñi».