1968
El piloto de Dos Hermanas dirige el operativo de la película “La batalla de Inglaterra”, con aviones nazis vendidos por Hitler
En la casa de los López Valera, en calle Botica, las muñecas que el pasado enero trajeron los Reyes Magos no son de cartón piedra, como las demás. Se pueden mojar… ¡porque son de goma! Los cinco hijos del matrimonio (Carmeli, Reposito, Alonso, María Victoria y María Dolores) también disfrutan de delicias inconcebibles en otros hogares nazarenos: sabrosos chicles de sabores, latas con pan o tabletas de chocolate belga. Son las pequeñas ventajas de tener un papá piloto, que trae a casa obsequios de sus amigos los norteamericanos, esos que viven en los portaaviones.
La intención de Juan José López Gómez no era ser aviador. En 1936, con 16 años, se encontraba en Madrid estudiando para ingeniero agrónomo. Pero estalló la guerra y se fue de voluntario al frente. En 1940 decidió ingresar en la Academia del Aire, en León, y de allí salió ya dirigiendo aviones.
Hoy es un piloto experimentado. Pocos como él conocen los entresijos de los Juncker o los Heinkel, aviones de guerra que usaron los nazis en la Segunda Guerra Mundial, que Hitler vendió a Franco y hoy pertenecen al ejército español. Primero destinado en El Copero, después en Tablada y Málaga, Juan José ha ido acumulando horas de vuelo y escalando mandos: teniente, capitán, comandante… su intención es retirarse como teniente coronel. Si Dios quiere. Porque no es fácil jubilarse siendo piloto. Los que sufren accidentes no viven para contarlo. Su mujer, la nazarena Reposo Valera Már quez (con la que se casó en 1947) suele pasar momentos muy duros cuando llega la noticia de un accidente de avión. Las horas son interminables hasta confirmar que no ha sido Juanito.
Estos días están siendo divertidos: se ha llevado a Tablada a sus hijos. Dirige el operativo aéreo de la película británica “La batalla de Inglaterra”.
Los aviones han sido pintados con la simbología alemana (tal como lucían en 1940) y pasan raseando y lanzando bombas simuladas. Sus hijos han visto, asombrados, la fenomenal polvareda de la escena desde las carpas de rodaje.
Juan José jamás habla de su profesión. Pero tras su carácter reservado se esconde un hombre cariñoso, educado, amigo de las reuniones con familia y amigos, valmista, amante de la lectura, los pájaros y la naturaleza. Así es el primer nazareno en surcar los cielos.
Provocando sustos en los almacenes
“Ya está Juan por ahí arriba”, susurra Reposo, su esposa, cuando escucha el zumbido de un Heinkel por encima de los tejados de la calle Botica. A Juan José, cuando la ruta de trabajo le pilla cerca, le gusta hacerse sentir en Dos Hermanas. Planea con su aparato sobre el colegio La Sagrada Familia, donde estudian sus hijas, y después se dirige a “Las Cruces”, el almacén de aceitunas donde su abuelo, José Gómez Claro, “El Chamorro”, tiene contratadas a unas 90 mujeres. Allí se divierte pasando a baja altura y provocando la salida de las rellenadoras de las naves. Alguna que otra se tira al suelo, presa del pánico, al ver el avión tan bajo. Su abuela, Ana Zambruno, rompe a llorar y dice que “se va a caer el avión de los aires”. En otras ocasiones, Juan José aprovecha para sacar fotos aéreas, como esta de El Arenal.