Nuestro hombre es el ejemplo acabado y típico de cofrade veracrucista de toda la vida
Cofradía de toda clase de gente’, así he llamado en muchas ocasiones a hermandad de la Vera-Cruz de nuestro pueblo, exactamente como era llamada la del Nazareno de Zamora desde su fundación hacia 1652. Y lo es porque reúne individuos de todas las clases sociales, usando terminología marxista, de nuestro pueblo. El tan llorado Curro Salguero López –sin duda uno de los grandes cofrades de la Dos Hermanas del siglo XX- siempre hablaba de la pertenencia a ella de lo más encopetado y granado de la burguesía de la villa. A lo que se unían muchos hermanos de la burguesía media, muchos de ellos con profesiones liberales, y, por último, una masa de hermanos obreros de todos los sectores. Ello lo he notado yo no sólo por el estudio continuado de las actas sino también por la observación no menos continuada de todos los hermanos. Es, por tanto, en cuanto a composición social una cofradía muy diversa y de más que complicado estudio.
Y voy a estudiar hoy un hermano proveniente de los sectores obreros de la vieja villa y, para más abundar en su condición de veracrucista, natural del viejo barrio de San Sebastián. Se trata de Juan Martín Campos, nacido en la calle San Sebastián, número 90, el 20 de enero –día por cierto de San Sebastián- de 1952. Es hijo de José Martín Moreno –este hijo de Esteban y Josefa. Los tres eran naturales de la villa. En cuanto a la madre era Esperanza Campos Castaño, hija de Antonio y Esperanza y los tres naturales de la villa serrana de Cumbres Mayores. Su padre trabajaba o bien de jornalero en el campo o bien como albañil y murió joven, a los cuarenta y nueve años. En cuanto a su madre era deshuesadora en el almacén de Armando de Soto. Puede verse de que se trata de la típica familia obrera nazarena, con padre del campo –y ocasionalmente albañil- y madre aceitunera. Un mundo muy propio, pues, de Dos Hermanas. Nuestro biografiado, por otra parte, tiene tres hermanos: José, Esteban y Manuel.
Los estudios básicos los realiza Juan Martín en dos típicos colegios nacionales de la ciudad: la Almona y el Cementerio Viejo o San Sebastián. Sólo estudia la Básica y, como tantos y tantos nazarenos de su generación y clase empieza a trabajar pronto, muy pronto.
Primeramente comienza a laborar de botones en el casino, en ese oficialmente llamado Círculo Mercantil e Industrial, hoy desaparecido y que tanta importancia tuvo en la vida de la vieja villa y parece ser que el crecimiento y el título de ciudad se lo llevó. Lástima que desapareciera tan castiza institución en la que tantos nazarenos pasaron tantos y tantos ratos de trabajo y asueto, centro de reunión de almacenistas, comerciantes, corredores, bancarios, cofrades en horas libres, etc. etc.
Luego empieza a trabajar de matarife en el matadero de Julio Carrasco. Y, por último, a partir del año 1966 pasa al gremio de hostelería trabajando de camarero en los bares Pitter y Milord de la sevillana plaza de Cuba y luego en la cadena Gambrinus prejubilándose a los sesenta y un años y jubilándose a los sesenta y cinco. Precisamente en este campo nuestro hombre consigue uno de sus mayores laureles. Gana el campeonato provincial de coctelería en 1982 como se recoge en un artículo de Nueva Andalucía del periodista nazareno José María Gómez Sánchez con un combinado llamado Pitter compuesto de amareto, whisky, batido de coco y zumo de piña. Con él quedó clasificado para concursar en el concurso nacional de coctelería.
Nuestro hombre, por otro lado, está casado con Rosario Partida Jiménez, hija de José y Salvadora, los tres naturales de la bella localidad gaditana de Olvera. Su esposa también trabajó de aceitunera en el almacén de los Lobillos y luego, al casarse, dejó su trabajo para dedicarse al de ama de casa.
El matrimonio tiene dos hijos: Sonia -casada con el nazareno Francisco José Cintado y que tiene un hijo llamado Juan- y José Juan.
Pero por lo que más me interesa Juan Martín es por su condición de veracrucista por la cual evidentemente lo hemos traído a esta cuaresmal página. Porque Juan es el clásico diputado de Vera-Cruz que ha hecho todo un cursus honorum en la vieja hermandad del viejo barrio de San Sebastián. En la cofradía entró en el año 1959 a los siete años. En el comprometido, prestigioso y lleno de responsabilidad cargo de diputado ha permanecido toda la vida. Entró en el cargo durante el mandato del hermano mayor Manuel Román Varela, el ‘Chico Lipende’, ya desaparecido. Ha seguido con otros hermanos mayores.
Empezó ejerciendo este oficio en la primera comisión –así se llaman en Vera-Cruz los tramos para que lo sepa el lector menos avisado-de Cristo, pasando luego por la segunda, tercera y cuarta para pasar a la quinta de palio y por último a la última del mismo paso que normalmente es la sexta aunque ha podido ser la séptima. Ha sido el diputado del autor de estas líneas en numerosas ocasiones y por ello le tengo mucho respeto y cariño y sé perfectamente lo bien que ha ejercido esta labor en nuestra difícil hermandad.
Aparte de su devoción a nuestros titulares, Juan también se lo tiene a Jesús del Gran Poder y a la Virgen de Valme de cuya confraternidad también ha sido hermano aunque ahora no lo es.
En cuanto a sus aficiones es confiesa otra aparte de Vera-Cruz, elevada aquí a la categoría de afición por sí sola y no entre otras cofradías, el fútbol.
Se considera un gran amante del Deporte Rey y es del Sevilla, uno de los dos grandes equipos de la capital andaluza junto con el Betis, como de todos es sabido.
Y voy a acabar. Me interesaba mucho escribir esta pequeña biografía de nuestro hermano porque es la esencia del veracrucista: gente sencilla, devota de sus titulares y, por ende, del viejo barrio de San Sebastián.
Vera-Cruz ha sido desde principios del siglo XX una cofradía llena de problemas, su historia aparece en esa centuria y en el XXI llena de conflictos. No sabemos tanto de otras centurias anteriores aunque conservemos muchas actas del XIX. Sí sabemos que en el siglo XVIII si batalló con el problema de la ruina de su ermita y hospital que acabó con la reconstrucción de ambos, tema que ya he tratado en otras publicaciones y que puede que algún día traigamos a El Nazareno. Pero ante tanta desorganización aparente en parte siempre brilla la devoción de sus hermanos, la entrega de muchos de ellos de su Vera-Cruz, a la hermandad de nuestro Viejo Cristo del Lagar o de las Viñas, de nuestra Virgen del Mayor Dolor, de la Asunción y San Sebastián –patrón de Dos Hermanas-, imágenes a las que veneramos y con nosotros toda esa Dos Hermanas imperecedera que es, sin duda, el pueblo devoto de nuestros mayores.