Juan Terrero “Agüerita”: el tonelero de León y Cos que canta por Pepe Marchena

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Juan Terrero
3-10-1953. Almacén de León y Cos. En el centro, con martillo en mano, “Agüerita”. En el reverso de la foto se puede leer “Viva el Betis”.

 1960 

Cuando nota que se va a resfriar, hierve orégano, lo cuela y se lo bebe. En el campo también coge “volaores”, con los que condimenta sus sabrosos caracoles

Hasta la una del mediodía, hora a la que da de mano en el almacén, el vocabulario de Juan Terrero Agüera (conocido en Dos Hermanas por “Agüerita”)está formado por palabras como duela, carcobar, martillo, berbiquí, chazo manigueta o cepillo colete. Son algunas de las herramientas y labores propias de los faeneros toneleros como él. Están los toneleros que fabrican bocoyes, como aquel conocido por “El Jerezano” que vino a Dos Hermanas allá por 1880, y están los (también necesarios) toneleros tapadores, como Juan, dedicados a aflojar y ajustar aros, repasar salideros, tapar bocoyes e introducir cuñitas de madera para que no se salga la salmuera y para que, en definitiva, la aceituna nazarena llegue con la máxima calidad a Estados Unidos.

Pero a partir de la una, cuando se ha despojado de su mandil alto, y sus pantalones recios, “Agüerita” se vuelve más prosaico, y le gusta hablar de fútbol (de su Betis), de galgos o de los asuntos mundanos de esta España que le ha tocado vivir. “Venga, Juanillo, tómate algo”, le dice su amigo “Cagajón” al traspasar la puerta de León y Cos, alzando la voz por encima de la algarabía de voces de rellenadoras y deshuesadoras que salen a la misma hora, dispersándose por el pueblo. Y no se lo ha pensado mucho: se baja de su bici y hace su paraíta en la taberna de Monterior, ahí en Las Morerillas. Se saca del bolsillo un trocito de bacalao que traía de casa y se lo toma con un par de “rabicortas” (como le gusta llamar al botellín de cerveza). Se fuma dos celtas, se pone alegre y, animado por Salguero y Postigo, cuenta un par de chistes, alguno más verde que otro. Todos se ríen. Todo el mundo quiere a Juanito. Es una persona sensata y prudente. Otros toneleros, que no tienen prisa por llegar a casa, le piden que se eche un cantecito. Se le da bien terciar por Pepe Marchena, como hace unos días hizo en una caldereta adonde lo llamaron. Le viene a la cabeza la que se formó el otro día en su casa, hasta las tantas con Azuquita y El Pavero. Pero a “Agüerita” lo esperan en casa; su esposa, Dolores, ha preparado hoy tarvinas de bacalao y no se quiere perder esa delicia. Se mete en el bolsillo las almendritas saladas que le han puesto de aperitivo para dárselas a las hijas cuando llegue. Monta en la bici, toma la calle Real, el callejón San Luis, y ya en Canónigo, para en el portal de una casa y llama. Sale una mujer, a la que le entrega su boina para que le tome la medida. Es una de “Las Gorreras”, las dos hermanas que le hacen las gorras a medida. Las boinas para protegerse del serrín y del sol en el almacén; las gorras, para el paseo.

Llega a casa, donde le esperan su esposa y sus cinco churumbeles. Otros se ponen violentos, pero a “Agüerita” la cerveza lo que le da son ganas de sonreír y de bromear. Descansará un rato y de nuevo volverá al almacén, a terminar la jornada, como cualquier otro día.

Juan Terrero
Juan Terrero Agüera y Dolores Aguayo Horca (nacida en Albendín, Córdoba), con quien se casó en 1942. Tienen 5 hijos: Manuel, Encarni, Rosario, Dolores y Pepi.

Un pepino en una botella de anís para el dolor menstrual

Nacido en la calle Francesa en 1914, Juan es el mayor de los cinco hijos del matrimonio formado por la ubriqueña Rosario Agüera y el nazareno Manuel Terrero, de la conocida familia de “Los Cagajones”.

“Agüerita” es un hombre pegado a la tierra. Antes de que empezara a trabajar de pinche en León y Cos ya era un entendido en el campo. Tiene un mato con un sombrajo cerca de Venta Bermeja, donde siembra de todo. Ahora está con sandías y melones. Cuando se da un paseo por los alrededores de Dos Hermanas, nunca se viene de vacío. Llega cargado de ramilletes de tila, hinojos, poleo, tagarninas…y a todas sabe darles su uso. Con los “volaores” da un toque único y especial a los caracoles, que por supuesto también coge él mismo. El orégano lo hierve, lo cuela y se lo bebe cuando nota que se está resfriando. Lo más curioso es lo que hace con el pepino: lo siembra, y al tiempo lo saca de la mata con su raíz; seguidamente lo introduce en una botella y la rellena de anís. Ese anís adquiere un sabor especial con el pepino creciendo en su interior. Todas las mañanas se toma su copita y asegura a las mujeres que es infalible para combatir los dolores menstruales.

También se le dan bien los peroles. En casa hacen una fiesta cada vez que prepara menudo o tortilla de espárragos. Algún año incluso ha ido al Rocío trabajando de cocinero. Quizá no fuera tan bueno ante los fogones si en 1936 (haciendo la mili en Segovia), no se le hubiera caído una olla en los pies. Se quemó, se salvó de ir al frente en plena guerra y se quedó aprendiendo en las cocinas.

Otra de sus aficiones es la caza. Con su cuñao, el “Acelga”, y su galga, “Tunanta”, ha vivido grandes días de cacería. Una vez llevó a la galga a Utrera (con la cabeza tapada) para darla a un buen amigo. Al regresar Juan a Dos Hermanas, “Tunanta” estaba en la puerta esperándole. Había regresado sola.

En las noches de lluvia, se coloca su pelliza y con el carburo en una mano y la escopeta en la otra se va a cazar “pajaritos”. Sus hijas saben que al día siguiente les toca pelar los zorzales que su padre llevará a la cazuela.