“Ver mi ‘casa’ llena de gente y todos contentos es mi mayor satisfacción”
Su nombre es Julián Garrido Álvarez, aunque popularmente es conocido como el “churrero”. Ha pasado la mayor parte de su vida laboral, junto a su mujer, Ángeles, haciendo masa y friendo ‘calentitos’. Ese fue el germen de su negocio que poco a poco se ha convertido en mucho más.
¿Desde cuándo es churrero?
Mi padre era churrero y desde pequeño, tanto mis hermanos como yo, hemos visto cómo mi padre los hacía. Yo trabajaba en Lloret de Mar, en temporada de turismo, y cuando me casé me vine aquí porque mi mujer, aunque es de Arriate (Málaga) como yo vivía aquí. Trabajé un año en Cerámicas Bellavista y luego puse el despacho de churros en la calle Real Utrera. De hecho, en mi DNI antiguo, cuando se escribían las profesiones, figura churrero.
¿De qué forma recuerda esos inicios?
Era agosto y mi mujer estaba embarazada de siete meses. Mi padre se vino a ayudarme para empezar. Me prestó un perol y me regaló diez kilos de harina y diez litros de aceite. Así arrancamos. Por entonces sólo abríamos por las mañanas y teníamos cerca la fábrica de cafés Saimaza, almacenes de aceituna,… por lo que teníamos bastante clientela.
El negocio empieza a crecer…
Sí, vendíamos los churros y después incorporamos las patatas fritas. Las vendíamos aquí y las repartíamos en el Parque, en quioscos, en el Cine Rocío en las funciones de niños,… Después pusimos un puesto de chucherías y vendíamos un poco de todo; también revistas como el Teleprograma, Pronto,… Este lo quitamos y pusimos el puesto de churros en la plaza de Abastos. Alrededor del año 83 empezamos a vender pollos asados y después, poco a poco ya se incorporó el ‘pescaíto’ frito, las tortillas de patatas, aliños… todo comida para llevar.
Su clientela, ¿cómo ha sido y cómo es?
La clientela es lo mejor que tenemos. Además, después de tantos años en el mismo sitio, calle Real Utrera, ya tenemos generaciones de clientes, de padres a hijos. Siempre hemos funcionado con el boca a boca.
Churros, patatas, comida para llevar,… ¿ha sido sacrificada esta profesión?
Sí, sobre todo por las horas. Date cuenta que los fines de semana son los días más fuertes. Es un negocio sacrificado pero para mí esto ha sido mi vida.
Una vez jubilados, tanto su esposa como usted, el negocio continúa en manos de sus hijos.
Sí, Enrique y Alberto lo llevan ahora, tanto el puesto de churros en la plaza – que abre mañana y tarde- como el despacho de comida, en el que ahora hay más variedad (berenjenas rellenas, serranitos, arroz,..). Eso sí, aquí todo es casero y la masa de los churros se sigue haciendo de forma manual, como antiguamente. Eso es lo que nos distingue de otros. Mis hijos son ahora los churreros.
Un punto de encuentro
Julián Garrido, su mujer y sus hijos han conseguido hacer de su negocio un punto de encuentro, un lugar de reunión al que se acercan grupos de jóvenes y mayores a “echar un ratito” mientras esperan su comida. Además, las charlas se aderezan con los famosos ‘Pitufos’, una medida de cerveza -cuyo nombre ideó Enrique- y que se ha convertido en todo un clásico. El carácter familiar marca esta “churrería”; y de él se deriva un buen ambiente que se aprecia a diario y se incrementa sábados y domingos. Como afirma Julián Garrido, emocionado, “ver mi ‘casa’ llena y todos contentos es mi mayor satisfacción”.