1981
Si por algún acontecimiento reseñable ha de ser recordada en Dos Hermanas la Semana Santa de 1981, sin duda ha de ser por el estreno de la nueva banda de cornetas y tambores del Viernes Santo. Dicho así, pudiera parecer una agrupación musical más. Sin embargo, si escribimos su nombre completo (“Centuria Romana Nazarena Nuestra Señora de la Amargura”) y, sobre todo, si contemplamos su espectacular puesta en escena, se hará más comprensible la honda impresión que ha causado entre los cofrades nazarenos. Bien pensado, si las procesiones persiguen escenificar fielmente la Pasión y Muerte de Cristo, no hay compañía más en consonancia con la Virgen María (que acaba de recibir en sus brazos a su hijo muerto), que los soldados romanos que lo han crucificado. Porque eso son “los armaos”: 52 músicos ataviados como romanos de los pies a la cabeza, marcando el ritmo de los pasos de los costaleros y acompañando con sus marchas a la Virgen de la Amargura.
Tras el silencio de una saeta
Lo más entrañable del nacimiento de la centuria es que fueron dos devotos de la Virgen de la Amargura los que, tras el silencio de una saeta, tuvieron la idea. Son Francisco Barbero Moreno y José Manuel Rodríguez Zambruno. Este último, tras cantarle una saeta en la calle Brasil fue quien, con la cofradía ya en la lejanía, le puso voz a un pensamiento: “¡Qué bonito sería que detrás del paso tocara una banda de cornetas y tambores!”, dijo. Y su compadre le contestó: “¡Más bonito aún sería una centuria romana de cornetas y tambores!”. Este diálogo ocurrió el Viernes Santo de 1980. Sonó tan bien que se pusieron manos a la obra y ese Domingo de Resurrección ya tenían hechos algunos números. Consultaron al hermano mayor, José Manuel González Plaza, que les dio, además del visto bueno, un consejo: “¡Tened cuidado y que esto no sea flor de un día, porque a esta hermandad le han pasado ya tantas cosas…!”. Y no fue flor de un día. Han trabajado contra el reloj todo el año con gran ilusión, ahora recompensada. Los cascos llegaron de Toledo, las corazas las fabricó a medida el chapista Manolo Cano, y la indumentaria Povea el sastre, a cien pesetas por cabeza.
La Centuria Romana no ha defraudado a nadie. La hermandad está encantada con la vistosidad (no reñida con la sobriedad) que le ha dado al cortejo y, sobre todo, por la repercusión que ha tenido en la calle. El fulgor dorado de sus corazas, al reflejar los rayos del sol, se ha quedado atrapado en la retina de los nazarenos, que ya esperan con ilusión volverlos a ver… el próximo Viernes Santo de 1982.
Una parada especial en la Costa del Sol
Una hora antes de dirigirse a la Casa Hermandad para la salida de la procesión, la Centuria Romana llevó a cabo un acto muy especial en una casa de la calle Málaga.
Allí se interpretaron varias marchas, se hizo lectura de un pergamino y se le entregó una placa a Curro Barbero Martín, padre de uno de los fundadores de la centuria. Él fue quien inculcó a su hijo la devoción por la Virgen de la Amargura. En 1959 creó en Dos Hermanas una banda de cornetas y tambores que iba a tocar a muchos pueblos.
Un Viernes Santo de 1960, tocaron en Arriate (Málaga). En el camino de vuelta, pidió al chófer que se diera prisa para llegar a Dos Hermanas a tiempo para tocarle a La Amargura.
Cuando llegaron, el paso iba por la esquina Pepe, y se incorporaron a la procesión. Se formó un gran revuelo. Los que ya iban de recogida se dieron la vuelta. Tocaron tantas marchas que el paso llegó a Cerro Blanco a las 3 de la madrugada.
Así se viste un “armao”
Casco con penacho, coraza y brazaletes dorados, túnica blanca con ribetes negros, medias marrones, capa roja y sandalias con cuerdas. Así es la indumentaria del centurión, a la que hay que añadir el instrumento de cada cual (cornetas, tambores, bombos), siete lanzas y siete escudos con un león en el centro. Este ropaje es exclusivo para la Amargura. Cuando tocan para otra hermandad, van con uniforme azul.