La Compasión o un proyecto de Vida (I)

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Compasión

La congregación nace gracias a la intuición de un sacerdote francés, Mauricio Garrigou

Hoy, en consonancia con el tiempo, voy a hablar de un proyecto pedagógico regentado por una congregación religiosa y que existe en nuestro pueblo, el Colegio de Nuestra Señora de la Compasión. Ya he hablado en números que se pierden ya en el tiempo de este importante colegio nazareno. Hoy, aprovechando que hace muy poco se conmemoró –el 2017- la creación de la congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Compasión me referiré al fundador y a su obra, por tantos motivos tan benemérita.

Y para mi es un tema muy querido pues soy antiguo alumno del colegio en el que pasé cuatro años de mi infancia. Recuerdo perfectamente a mi profesora, la madre María Esperanza, ejemplar pedagoga que estoy seguro dejó marcado a todos sus discípulos. También recuerdo a la que era en la sazón superiora la madre Inmaculada, mujer de temple recio y de profunda sabiduría. También recuerdo a otras como la madre Isabel, que es la tan conocida por todos como madre Ritmo, y por último a una anciana la madre San Ildefonso. Después han pasado otras muchas religiosas: las dos María Jesús, Inmaculada… Incluso dos hijas del pueblo pertenecen a la congregación Rosa Ballesteros, hija del inolvidable José María Ballesteros Sotillo, tan apegado a la Iglesia siendo ejemplar amanuense de Santa María Magdalena, y María Fernanda Muñoz Díaz, Ambas tienen y han recibido el regalo de la vocación de compasionistas. Hoy, la comunidad del colegio la forman cinco hermanas que siguen dando testimonio eclesial en nuestra comunidad local.

Pero es hora ya de pasar a hablar un poco de la congregación y su fundador. La componen hoy 150 hermanas aproximadamente. La Casa Madre y la superiora general y su consejo se encuentran en la ciudad francesa de Toulouse –la Tolosa española-, conocida como la ciudad rosada por el color de sus edificios y que es, sin duda, una de las ciudades más bellas y cosmopolitas de Francia que está bajo el patrocinio de Notre-Dame la Noire, Nuestra Señora la Negra, advocación muy venerada por el pueblo tolosano.

Fue fundada la congregación gracias a la intuición del sacerdote Mauricio Garrigou. Pertenecía nuestro hombre a una familia de la pequeña nobleza. Su padre, Juan Bautista Garrigou, era cuando nace Mauricio administrador del marqués de Gudanes en cuyo castillo cercano a los Pirineos nace nuestro hombre. Su padre pertenecía a una familia de prósperos comerciantes de Tarascón. A los veinticuatro años casa con Catalina Faure de veinticinco, procedente de una familia de Cabannes. Sus padres, indudablemente, eran personas acomodadas pero, sobre todo y ante todo, eran buenos cristianos.

Tienen muchos hijos de los que sobrevivieron cinco. Uno era el pequeño Mauricio María Mateo, nacido en el castillo el 21 de septiembre de 1776 y bautizado en la Ermita de San Martín de Cabannes. Cuando el niño cuenta pocos meses su familia se traslada a Toulouse, donde su padre monta un también próspero negocio como comerciante de hierros.

Nuestro niño empezó a estudiar con profesores particulares pasando a los doce años al llamado colegio de la Esquila, regentado por los Padres Doctrinarios o de la Doctrina Cristiana, fundación del beato César de Bus (1544-1607) al igual que las Ursulinas de Provenza. Luego quiso ser doctrinario de lo que le disuadieron en su familia. No obstante, entró en 1788 en un seminario de su ciudad natal. El 18 de diciembre de 1790, Mauricio es ordenado sacerdote por el arzobispo de Toulouse Monseñor de Fontanges, que era un prelado refractario pues no había aceptado la Constitución Civil del Clero de la Revolución Francesa, que sometía al clero al capricho de los revolucionarios y lo apartaba de Roma. Mauricio, pues, tiene que vivir su sacerdocio de una manera oculta, como sacerdote también refractario.

Pero, pronto, tras el concordato de Napoleón Bonaparte de 15 de julio de 1801 en tiempos del papa Pío VII empieza una regularización de la situación de la Iglesia y un resurgir de la misma en Francia, que ve crearse a partir de 1815 muchas nuevas familias religiosas tras el desastre revolucionario. Francia ve nacer durante el siglo XIX una multitud de congregaciones religiosas, todavía más que en países tan católicos y también pilares del catolicismo –como la misma Francia- como Italia o España y más, por supuesto, que en la pequeña Bélgica. Y aquí se inserta la obra esperanzadora, compasiva, adelantada a los tiempos de Mauricio Garrigou. Primero fundó en la Parroquia de San Sernin –la famosa y artística iglesia de la ciudad, joya del Gótico, aunque la catedral sea San Etienne- en la primavera de 1804 la Cofradía de la Santa Espina, dedicada a fomentar la vida piadosa de sus cofrades. Después, fundó la Damas de la Compasión en 1805 que daba respuesta a la petición de las mujeres de afiliarse a obra tan pía como la Santa Espina. Ahora bien, nuestro hombre también quiere crear una obra para la enseñanza de las clases más desfavorecidas de la sociedad aunque apoyándose en las más favorecidas. Tropieza entonces con Juana María Desclaux, que había sido hermana del Buen Pastor y cuya comunidad había sido disuelta por el anticlericalismo revolucionario. Y vemos que, casi siempre, junto a un hombre providencial existe una mujer providencial en la formación de muchas familias religiosas. Lo cierto es que con un grupo de religiosas exclaustradas formado también por María de la Encarnación Baylac, Marta Ferrand, Teresa Bonacarrere y con la joven Cecilia Durán funda Garrigou su congregación de Nuestra Señora de la Compasión, destinada a mostrar a lo largo de los siglos la compasión de Dios y María hacia los hombres más necesitados de ella. El 2 de noviembre de 1817 nace oficialmente la congregación de la que dice su fundador que “está fundada espiritualmente sobre el Calvario” y “Jesucristo será su modelo y el Santo Evangelio su Regla”. La nueva congregación sigue la regla de San Agustín de Hipona, Padre y Doctor de la Iglesia, caracterizada por su espíritu de caridad y amistad, y el sabio Mauricio Garrigou toma de las Hijas de la Caridad del, también, sabio y osado San Vicente de Paúl o Vicentinas su estilo activo y de las Visitandinas o Salesas, del no menos sabio y osado obispo de Ginebra San Francisco de Sales, su estilo contemplativo. Ambos caminos los quiere para su congregación.

Pero aquí no acaba la tarea de Mauricio que, en 1819, funda la Obra de las Llagas para curar las llagas lacerantes de la sociedad de su tiempo. En 1824 funda también un seminario llamado La Sucursal de la Compasión, luego unido al diocesano de Toulouse.

Nuestro hombre murió santamente el 27 de septiembre de 1852. Su entierro fue toda una manifestación de dolor, en el que se unió el clero y el pueblo tolosano que tanto habían gozado de su ardiente caridad.

Hoy la obra de Maurice Garrigou se extiende por Francia, España, Camerún, Venezuela, Perú y Argentina y pretende dar respuesta fehaciente y clara a las necesidades de los tiempos. Si algo como estudioso e historiador me llama la atención de las Compasionistas, del fundador y de Juana María Desclaux es el espíritu eminentemente moderno que tiene la obra. Las compasionistas, mujeres de fe, cercanas a las personas, especialmente a los más débiles y necesitados como con inefable inspiración se definen ellas mismas se han adaptado a los tiempos mucho. Es una congregación moderna, vital y activa que pretende reflejar la Compasión del Verbo Encarnado, de Cristo y de María en la vida cotidiana de los hombres. En el último capítulo general en julio de 2017, año de sus doscientos años que hoy intento conmemorar con este pequeño homenaje, el espíritu de la congregación se muestra vivo. A pesar de que no son muchas se quiere, y así está escrito en las decisiones capitulares, revitalizar la congregación y abrirse a nuevas formas de evangelizar. A fe mía que lo consiguen. Mas es hora de ir acabando.

La semana que viene hablaré más extensamente del colegio, de ese colegio donde doy fe que se han mezclado de siempre todas las clases sociales de Dos Hermanas, lo mismo los niños de las más encopetadas y conocidas familias del centro que los niños provenientes de ambientes obreros de los barrios. A todos, las hermanas, nos han tratado por igual, sin distingos, dando muestra de esa infinita compasión hacia los hombres que es reflejo del de Dios y la Virgen y norte y guía de su benemérito instituto.