La esquina del Turri se quedó sin el último Turri: se nos fue Manolo Gómez

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Una imagen de los años setenta: Manuel Gómez Martín y su hermano José en la barra del “Bar Turri”, con sus clásicos azulejos de rombo.

Era el más pequeño de los tres hermanos que regentaron durante décadas el emblemático bar que su padre, José “El Turri”, abrió en 1937

Quién te iba a decir, Manolo, que el Domingo de Ramos, asomado a tu balcón, sería la última vez que vieras pasar al Cautivo por la Plazoleta. Una semana después, 17 de abril de 2022, Domingo de Resurreción, tu corazón se apagó a los 73 años. La esquina del Turri (porque así seguirán llamándola los nazarenos) se queda sin su último Turri. Los otros dos, tus hermanos Joselito y Fernando, se fueron en el 2003 dejándote no solo, pero sí desolado. “Fue la primera vez que vi a mi padre llorar”, dice José Joaquín, el mayor de tus tres hijos. En torno a tu sofá, en el que te sentaste hasta el último día agarrado de la mano de Conchi, tu entregada esposa, me siento con ella y tus tres hijos que, todavía con los ojos húmedos, me muestran fotos tuyas. También ha venido tu buen amigo Antonio Murube.

El dolor se atenúa cuando hablamos de ti. Tu enamorada esposa me cuenta que os conocisteis cuando ella y sus dos amigas iban “arrastrando los pies” (¡tanta gente había!) un domingo de paseo por la Calle Real. “¡A ver quién dura más con la morena!”, se apostó él con sus amigos Paquito y Cadena. Y, claro, ella no pudo resistirse ante aquel rubio tan alto con ojos de mar que parecía un guiri. Tras dos años de pretendientes (sin un solo beso) y ocho de noviazgo, os casasteis el 15 de julio de 1973.

Una vida tras la barra

La noche de bodas, la noche en que naciste y también todas las noches de tu vida las viviste en el mismo dormitorio. Tus pasos se han movido entre la casa de arriba y el bar de abajo. Cuando naciste, en 1948, tu padre ya llevaba once años con el bar, que le traspasaron en plena guerra. Para ayudar en el negocio, muy joven cambiaste los pupitres del Ave María por la barra de la taberna, y ahí, codo con codo con tus hermanos, viste transcurrir los años entre tapas de menudo, calamares y chipirones a la plancha que desde la cocina os pasaban tu mujer y tus cuñadas. “Nunca discutía con ningún cliente”, dice Murube. “Una de sus virtudes era dar a todos su justa medida. A todos escuchaba y al final pasaba que no tenía clientes, sino amigos”.

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Manuel “El Turri” sale de la iglesia de Santa María Magdalena portando en andas a Santa Ana, su gran devoción.

Y al final pasó que tantas horas de pie te pasaron factura, tu rodilla no aguantó la artrosis y en diciembre de 2001 dijiste a tus hermanos que lo dejabas, que siguieran ellos. Pero sintieron que el Bar Turri o eran los tres o ninguno y el 1 de enero de 2002, día en que se estrenaba el euro, el bar ya no abrió. Los Turris solo dieron el cambio en pesetas.

Amor infinito a Dos Hermanas 

Después de a tu familia, amabas  sobre todas las cosas a tu pueblo, Dos Hermanas. Conocías a todos sus personajes, sus anécdotas, sus haciendas, sus tradiciones. Y sentías como tuya a la patrona, Santa Ana, a la que tantas veces llevaste en andas. Si en Los Cuatro Cantillos hubieran instalado una cámara, tú serías su sombra más repetida, todos los días te habría grabado a ti, yendo de tu casa a la capilla, y de la capilla a tu casa. Una vez cogiste una moneda de plata, de esas que coleccionabas, la fundiste en el Mije y la donaste para la potencia del Niño. “Era generoso y nunca esperaba nada a cambio, le gustaba pasar desapercibido”, dice tu hija Conchi, que por cierto me pide que te diga que espera un bebé y que le cuides desde el cielo. Tu quinto nieto nacerá por diciembre.

Tu familia me habla de los veranos en Chipiona, de la elegante pajarita que lucías en días especiales, de las veces que desaparecías del salón y volvías disfrazado, de tu Ford Fiesta Verde. “A mí me daba vergüenza ese coche”, cuenta tu hija. “Una vez, yendo montada con él, se le paró en la puerta de la iglesia. Cuando me dijo que le ayudara a empujar, yo ya iba huyendo por los Jardines porque no quería que nadie me viera empujando aquel armatoste”.

Quizás por ahí arriba te encuentres con tu prima hermana, Josefa Mejías, la “chacha” que te dio tanto cariño y a la que tanto querías. Y también con el Cid, los Reyes Católicos, Almutamid… tantos personajes de la historia de España que te fascinaban. Viajaste con pasión por las dos Castillas, y veo que en tu vasta librería lo que más abundan son las guías de viaje. El último, en 2020 a Benidorm, antes de la pandemia. 

Me enseña tu esposa un video del último Domingo de Ramos, unos días antes de tu partida,  cuando te arrancaste entonando “La saeta”, la canción de Serrat con letra de Machado dedicada al Cristo de los Gitanos. Espero que por ahí arriba disfrutes de buena música y que no te falten canciones de Rocío Jurado, esas con las que despertaba tu alma soñadora.

Adiós a Manuel Gómez Martín: una buena persona, un buen padre, un buen amigo. Un caballero. 

Siempre te recordaremos.