La Estrella abrió una Semana Santa con escenas insólitas

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Virgen de la Estrella

 1995 

El sol que lució este Domingo de Ramos regaló a los fieles cofrades de Dos Hermanas un ramillete de preciosas estampas para el recuerdo, como esta del palio de la Virgen de la Estrella en la calle de La Mina, dejando atrás la torre de molino de la hacienda de La Almona. Todos los días transcurrieron con normalidad y buen tiempo hasta el Viernes Santo, día en que se produjo un hecho inédito. Cuando la Hermandad de la Amargura regresaba a su barrio, un inesperado chaparrón obligó a quitarle la corona a la Virgen y cubrir con un plástico el paso, que finalmente se refugió en la capilla de San Sebastián. Allí estuvo dos días hasta su traslado definitivo al Cerro Blanco el Domingo de Resurreción.

 1958 

El Cristo Yacente echó a la calle a una multitud

Cristo YacenteDos Hermanas se echó a la calle para mostrar su fervor y respeto por la Virgen de la Soledad (que estrenaba peana) y el Cristo Yacente, a cuyo paso se imponía un majestuoso silencio, solo roto por la solemnidad de la música de capilla. En esta Semana Santa de 1958 las lluvias solo han respetado a las cofradías del Domingo de Ramos (Borriquita y Cautivo) y al Santo Entierro. Oración tuvo que regresar a la mitad de su recorrido, Vera Cruz dio media vuelta al llegar a calle Castelar, el Gran Poder tuvo que acelerar al amanecer por una lluvia torrencial y el viernes la Amargura se mojó en la salida pero pudo completar su estación de penitencia.

Quizá por esos sinsabores la multitud se echó a la calle cuando el buen tiempo por fin acompañó el Sábado Santo. Abría la marcha la banda de la Cruz Roja. Flanqueado por guardias civiles de rigurosa gala, vemos al Cristo Yacente en la intersección de la calle Melliza con El Arenal. El Señor, que recibe la luz penumbrosa de cuatro hachones sobre platillos de metal y cuatro cirios laterales, va amortajado en la urna de madera ejecutada por Pineda Calderón. A sus pies, presidiendo la urna, emerge del mar de claveles rojos una alegoría del amor: el pelícano alimentando a sus crías con la sangre de Jesús. Con este imponente desfile se cierra la Semana Santa, a la espera ya, como buenos cofrades, de la de 1959.