Cada amanecer, José Antonio Gómez ya está camuflado con su cámara en campos y lagunas para captar impresionantes fotos de animales
Para tomarse un café con José Antonio Gómez, ha de ser por la tarde o en fin de semana. Por las mañanas, de lunes a viernes, desaparece de Dos Hermanas. Antes del amanecer ya tiene colocado su traje de neopreno y, cargado con un trípode y una mochila de 11 kilos, se va a disfrutar de su gran pasión: la fotografía de fauna salvaje.
Es el Félix Rodríguez de la Fuente de Dos Hermanas.
¿Todas estas fotos que me enseñas están tomadas en el término de Dos Hermanas?
La mayoría. En Dos Hermanas hay una diversa fauna que la gente no sabe que existe. Tanto de día como de noche.
¿Cómo los encuentras?
De tantos años de caminar por ahí, uno ya conoce los ecosistemas y los hábitos de cada uno. Veo las cagadas de las nutrias; también las zorreras, porque hay muchos zorros en los campos de por aquí. En el caso de las aves, tengo el sonido de todas y las llamo al reclamo, por ejemplo al cárabo, que es parecido a un búho. Acuden para defender el terreno o buscando el apareamiento.
Por ejemplo, ¿dónde has fotografiado a esta preciosa gineta?
Muy cerca de Montequinto. Es un mamífero nocturno. Para atraer a la gineta le pongo comida. Ella me ve, no es recelosa. Y no se asusta con el flash.
Veo fotos bellísimas de cigüeñas negras, garzas reales, ibis, flamencos, espátulas, fumareles… ¿Dónde están estas aves?
A los ibis o moritos te los encuentras en muchas charcas, por ejemplo cerca del polígono de La Isla. Cárabos hay muchos en el parque de La Alquería. Los fumareles están en las marismas. Son aves que vienen de África y vienen aquí a reproducirse. Fabrican nidos flotantes.
Los captas en momentos muy íntimos de su vida cotidiana. ¿Cómo consigues pasar desapercibido para que no se asusten?
Fabrico mis propios kits de camuflaje. Para fotografiar a los animales acuáticos me tengo que meter en el agua, dentro de un “hidrohide”. Es una especie de tienda de campaña flotante, con un orificio para el objetivo de la cámara. Me paso horas ahí dentro, con el agua hasta la cintura y desplazándome despacio, esperando atento a la oportunidad de hacer click. Hay que estar bien equipado, porque a veces te pican mosquitos o arañas, un pez gordo pasa y te da en la barriga o se te sube una culebra de agua.
Una fotografía se ve en tres segundos, pero detrás de cada foto hay muchas horas de trabajo.
¿Nunca tienes miedo?
No, le tengo más miedo a las personas que te encuentras por las noches, ya que no sabes cuáles son sus intenciones. Por eso busco zonas tranquilas. La gente que pasea por el campo, sin saberlo, espanta a los animales. Esa es la razón por la que nunca voy a hacer fotos los fines de semana.
¿Y por qué por las mañanas?
Me gustan las fotos con las primeras luces del día. Soy muy exquisito con eso. A partir de las 10 ya no hay buena luz y produce sombras indeseadas desde el punto de vista estético. Para mí son muy importantes las luces, los contraluces, los colores y los fondos.
¿En tierra cómo te camuflas?
Tengo una “silla-hide”, en la que estás sentado pero camuflado, y también tengo el “tumbi-hide”. Es como un gusano en el que te metes tumbado, con el pecho en el suelo. Hay gente que no aguanta esa postura porque sufren las cervicales. Dentro meto un cacharrito para orinar y una botella para beber.
¿Todos los días haces fotazas?
No, a veces me limito a observar y aprender costumbres del bicho al que sigo. Y hay veces que vas preparado y te vienes de vacío. Hoy he ido al milano y no lo he conseguido pillar. Pero cuando fracaso, lo sigo intentando al día siguiente, siempre que el desplazamiento sea aquí cerca. Si es lejos no lo intento más.
¿Cual ha sido el animal que más se te ha resistido?
El martín pescador. Tuve que ir a 100 km, a Villanueva del Río y Minas, detrás de él. Resulta que después lo he encontrado en La Corchuela. Me llevé tres meses haciéndole fotos al mismo. Se acostumbró tanto a mí que cuando pescaba un pez venía a enseñármelo.
¿A todas las aves les pones comida para atraerlas?
Hay muy pocas a los que no puedo dar de comer, como el abejaruco. Ellos solo comen presas que cazan vivas.
Es un hobby caro, ¿no?
En el caso de las comidas, para cada animal necesito una distinta. Lo más caro son los ratones para cernícalos.
Me refería también al equipo fotográfico.
Por supuesto. Llevo una Canon R6 mark. Solo el objetivo con el que trabajo, que es un 400mm y f/2,8, cuesta 12.000 euros. Si se te cae el equipo al agua, dile adiós. Hay quien tiene muy buenos equipos y no sabe utilizarlos.
Llevas 12 años dedicándote a la fauna salvaje. ¿Adónde has ido?
He estado por ejemplo en Islandia. Y en Escocia, fotografiando al frailecillo. En los Pirineos de Huesca estuve siguiendo al quebrantahuesos.
Hay quien se gana la vida vendiendo fotografías. ¿Tú no le sacas rendimiento económico?
Yo no vendo ni participo en concursos. Es por puro gusto. El disfrute está en el contacto íntimo con la naturaleza y en conseguir la instantánea deseada.
¿Y qué haces con las fotos?
Imagina que a mediodía llego a casa con 200 fotos. Las vuelco en mi ordenador, las clasifico y algunas las cuelgo en facebook o en instagram. Después las paso a un disco duro de seguridad.
El 13 de abril cumpliste 65 años. ¿Esta afición caduca?
La afición no, lo que caduca es mi cuerpo. Cada vez me duelen más las rodillas.Ya veremos cuánto aguanto.
Antes de dedicarte a la fauna, has fotografiado las bodas de Felipe, Cristina y Elena y también has estado en muchos conciertos. ¿Alguna anécdota memorable?
En un concierto de Julio Iglesias estaba prohibido hacer fotos, pero las hice y me pillaron los guardaespaldas. ¡Pero me dio tiempo a esconderme el carrete en los calzoncillos!
José Antonio es una persona sencilla y honesta. Se ganó la vida como albañil. Ahora está jubilado. En los primeros años de El Nazareno fue nuestro fotógrafo. Está casado con Meli, tiene dos hijos (Raúl y Estrella) y una nieta: Sofía. Le agradecemos la cesión de las increíbles fotos de estas páginas.