La Hacienda de Ibarburu entra en la Lista Roja del Patrimonio

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Hacienda de Ibarburu

Su estado actual hace prever su desaparición, destrucción o alteración de sus valores, según esta entidad

La Hacienda de Ibarburu es una de las últimas incorporaciones a la Lista Roja del Patrimonio.

La Lista Roja del Patrimonio es una iniciativa de la Asociación Hispania Nostra en la que se recogen aquellos elementos del Patrimonio Cultural Español que se encuentren sometidos a riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores, al objeto de darlos a conocer y lograr su consolidación o restauración.

La Hacienda de Ibarburu tiene un grado de protección legal de Bien de Interés Cultural declarado por la Junta de Andalucía en noviembre de 2002.

En cuanto a su estado de conservación Hispania Nostra lo califica como: «Estado ruinoso. Expoliación activa, sin protección salvo una valla de alambres de mínima seguridad, rota en su mayoría, que no impiden el paso al interior por desprendimientos de paredes. Las techumbres de madera y tejas, aproximadamente el 70%, se han desprendido, debido a los numerosos incendios y robo de elementos arquitectónicos (columnas, arcos…) con tractores y coches de alta cilindrada. Todavía se conservan los aljibes aceiteros. Incluso algunos siguen teniendo aceite en su interior».

La Hacienda de Ibarburu

Según explica Hispania Nostra, el origen de la Hacienda de Ibarburu se halla en una heredad de viña y olivar del siglo XVII situada en el sitio de Varga Santaren, y que durante esa centuria estuvo en manos de varios propietarios hasta que recayó en el rico comerciante Brito Prato en 1672. 

Al concurso de acreedores de sus bienes compraría esta heredad, en 1702, el comerciante sevillano Lorenzo Ignacio de Ibarburu y de Bilbao por 28.300 ducados de vellón. 

A partir de esa fecha y en los años sucesivos, el nuevo propietario decidió llevar a cabo diversas obras y reformas tendentes a mejorar no sólo el plantío de la finca, sino también el caserío principal de la misma. El resultado fue la hacienda que hoy en día se puede admirar, que tomó el nombre de San Lorenzo de Miravalle en honor a su dueño, el referido Lorenzo Ignacio de Ibarburu.

Se trata de un edificio agropecuario denominado hacienda, construcciones típicas sevillanas en las que se almacenaba grano, maquinaria agrícola, animales, y en la parte superior acogía la vivienda vacacional de los propietarios. En los alrededores de esta, existen varias construcciones más rehabilitadas para uso turístico y hostelero.

En cuanto al edificio de la hacienda, es muy destacable su portada principal, del primer tercio del S. XVIII. Aparece dividida en dos cuerpos. El inferior está formado por un vano de medio punto enmarcado entre dos pilastras de orden toscano que sostienen un entablamento decorado con sencillas figuras geométricas. El cuerpo superior, por su parte, está constituido por una espadaña rematada por un frontón triangular. Bajo la espadaña se encuentra el nombre del predio. Muy a destacar es el patio de labor, un espacio de grandes proporciones, de planta cuadrada y con pavimento de piedra y ladrillo. En su centro se alza una fuente circular realizada en ladrillo, que en ciertas ocasiones se utilizó como abrevadero.

En torno al patio se organizan las distintas dependencias: vivienda de los caseros, las caballerizas, las naves para el ganado, las cocheras y las gañanías. Reseñables son las caballerizas, de planta rectangular, que están cubiertas por una techumbre de vigas de madera sostenidas por columnas de mármol con capiteles de pencas.

También la nave de la almazara, con su interesante viga de madera. Pero, sin duda alguna, la zona más sobresaliente del inmueble es la destinada a señorío, donde pasaban grandes temporadas los propietarios. De dos plantas, su fachada presentaba una doble arquería de arcos rebajados sobre columnas de mármol. También merece ser mencionada la torre-mirador (situada en ángulo) que posee planta cuadrada. En su segundo piso tiene un balcón en cada uno de sus frentes. Asimismo, en la parte posterior de la zona señorial existía un patio ajardinado de planta cuadrada con una pequeña fuente octogonal en el centro.

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