La hazaña de ‘Mulato’, el gallo de pelea de Joselito de La Mejorá

0
Mulato
Reñidero de Alcalá de Guadaíra (1957). Joselito de “La Mejorá” recibe el trofeo del presidente. A su lado, su cuñado Antonio Rubio Dutoit.

 1970 

‘Mulato’ llegó tuerto al reñidero, y un puyazo de su rival le dejó ciego del todo. Aún así, ganó la pelea y enfervorizó al público

Si los gallos de pelea de Joselito “el de la Mejorá” no tenían ya sobrado prestigio, lo que ocurrió ayer en el reñidero de Alcalá puede convertirse en leyenda. Arriero, Urtain, Elegante, Blanquito… son algunos de los gallos míticos de este criador nazareno. Sin embargo, la hazaña de Mulato superó todo lo conocido y dejó mudos a los asistentes a la pelea de ayer.

Ya estaba tuerto

“Hoy viene el Mulato”, se cuchicheaba por Alcalá. De las más de veinte peleas previstas, la de Mulato era la más esperada. Todo el mundo quería verle. Es el Pelé de los reñideros. El gallo, un soberbio ejemplar de plumaje color tabaco, llegó precedido por su fama: 14 peleas ganadas. Aunque tuerto (consecuencia de un lance anterior), es considerado favorito, obligando al contrincante (con menos dinero apostado) a salir a la batallola para igualar la apuesta inicial. En esta ocasión, por peso y puya, quedó emparejado con Chamaco, otro afamado ejemplar que traía seguidores de Murcia y Alicante.

Mulato
Trofeo con forma de gallo, de los muchos que acumuló Joselito.

El presidente da la señal. Mulato y Chamaco salen al ruedo entre el griterío del público. Todas las apuestas son favorables al gallo de Dos Hermanas, a pesar de ver por un solo ojo. Al minuto del inicio, un certero puyazo le deja ciego del todo. Mulato recula. “¡Cinco mil pesetas a Chamaco!”, se escucha entre el público “¡Diez mil!”, grita otro. Las apuestas dan un vuelco. Nadie confía ya en un gallo que no ve. El griterío es ensordecedor. La cuadrilla de Joselito se mantiene en silencio y espera el fatal desenlace. Pero Mulato es tan racial que se orienta por el oído, hachea y ataca tres veces. A la cuarta, engancha a Chamaco por el papillo. Al murciano se le inflama el cuello y deja de embestir. El personal se pone en pie, enforverizado. El presidente aplica el reglamento. Cuando un gallo ataca y el otro no, se otorga un minuto más. Si no atacan ninguno de los dos, pierde el que conserva la vista. El presidente le da la vuelta al reloj de arena y pide silencio para que el ciego pueda escuchar las pisadas de su contrincante. Pero no ha hecho falta el minuto. Ha “cantado la gallina”: Chamaco se echa y Mulato, el gallo ciego en quien nadie confiaba, eleva la pechuga y lanza al cielo un quiquiriquí que hace brotar lágrimas de emoción a muchos de los congregados, entre ellos Joselito, que por supuesto se ha llevado el trofeo de la velada.

Mulato no será regalado ni sacrificado. Un ganador de su talla está destinado a perpetuar la estirpe.

Joselito: el ciego con ojos en sus manos

José Martínez Ortega (Joselito el de “La Mejorá”) tiene 38 años. En 1962 se casó con Paz Borrego Martín (natural de Ronda y oficinista en el matadero de Carrasco) a la que conoció en un paseo de domingo en la calle Real. Su único hijo se llama José Manuel.

Desde niño tuvo problemas de diabetes. Su pérdida de visión fue paulatina, aunque fue después de casarse cuando se quedó totalmente ciego.

Mulato
José con su esposa (Paz) y su hijo (José Manuel) en El Arenal en el Santiago de 1966.

Sus padres (Francisco y Josefa), que tenían alquilada la finca “La Mejorada Alta”, en Don Rodrigo, le daban distintos quehaceres que a sus otros hermanos, debido a su delicada salud. En una nave de la finca comenzó a criar gallos ingleses en jaulas de alambre y se hizo un gran especialista. Gracias a una depurada selección de sementales, sus gallos han alcanzado una pureza extraordinaria y, lo que es más importante: ganan las peleas. En los reñideros son respetados y temidos. Su fama ha alcanzado América, de donde vienen a comprarle ejemplares. Joselito nunca compra: sólo vende.

Su ceguera no ha hecho sino aumentar la sensibilidad de sus manos. Con solo tocar la membrana entre los dedos a un gallo, conoce su camada. Al cumplir un año, se descrestan (se les corta cresta y barbillas) para reducir las posibilidades de agarre de sus contrincantes. Por alas y muslos (previamente desplumados) les pasa una esponja mojada en vino y alcohol para que estén colorados y fuertes. Les instala“paseaderos” con columpios para que estén en movimiento y potenciar su musculatura. Para prepararlos para la pelea, Joselito realiza tientas (peleas de entrenamiento), colocando en las puyas de los gallos bolillos (tapones de algodón) para que no se hagan daño. Le ayuda en todas estas técnicas otro gran aficionado: su hermano Paco.