1988
Cuatro años antes de su muerte, el gran mito del flamenco cantó en el Festival Juan Talega y fue entrevistado en directo en Radio Estrella
Miles de estrellas inundan el cielo sobre el Parque de La Alquería en esta noche del 23 de julio de 1988. Pero la estrella que más brilla es de carne y hueso y está sentado en su camerino. Se llama Camarón de la Isla. Han venido seguidores de toda Andalucía para ver a su ídolo, grandísima atracción del cartel de la octava edición del Festival Flamenco Juan Talega. Ni Camarón ni nadie de las miles de personas que abarrotan el auditorio de Dos Hermanas saben que le quedan cuatro años y diez días de vida. A la izquierda del escenario se percibe un nerviosismo contenido.
Antes de cantar, ha pactado una entrevista con Radio Estrella, cuyos profesionales le esperan en un pequeño set con una mesa y dos sillas de madera. Camarón se retrasa. El público se impacienta, corea su nombre. Se acerca al set de radio Tomatito, su guitarrista e íntimo amigo, y les dice que esperen un momento, que le están poniendo una inyección a José y que ya viene. Federico Alonso Pernía se coloca unos cascos amarillos con una pegatina pegada donde se lee “Radio Estrella”.
Por fin aparece Camarón, con un traje gris y una camisa negra floreada. Le colocan los cascos. Los nervios que nota a su alrededor no se deben solo a su presencia. También porque es, desde que se estrenaron los nuevos estudios en la Avenida Cristóbal Colón, la primera vez que se usa la unidad móvil para realizar una retransmisión en directo, y nadie puede asegurar si aquel montón de cables y botones va a funcionar.
Desde los estudios centrales de Radio Estrella en El Palmarillo, Casimiro Rivas es un manojo de nervios. Por fin le da paso a los compañeros en el auditorio. Se hace el silencio. Cuando la voz de Federico, nítida, irrumpe en antena, estalla el júbilo. Se hace la magia. La conexión ha funcionado. Federico y Camarón charlan un buen rato cordialmente. José no se esperaba una entrevista tan profesional. Federico, como buen flamencólogo, se sabe bien su vida y a Camarón le gusta.
Cuando se despiden, se estrechan la mano. Federico recordaría después: “Es como si le hubiera dado la mano a una canina”. Ya estaba bastante enfermo. Pero cantó como los ángeles, como siempre. Por bulerías, por tangos, por fandangos, por alegrías, por tarantas. El público disfrutó de Camarón y le despidió puesto en pie.
El orgullo de ser nazareno
Aquella noche marcó un hito en el devenir de Radio Estrella. Desde su primera emisión casi artesanal, un 10 de octubre de 1984, la pequeña emisora fue creciendo, mejorando sus equipos, aumentando su potencia y su programación, ganándose a los oyentes y logrando una audiencia que se afianzaría en los años siguientes. La identificación de los nazarenos con la emisora fue crucial en su éxito, como escribiría un año más tarde Casimiro Rivas en la Revista de Feria:
“ Nos sabemos apoyados por nuestro pueblo que es nuestra única meta. Un pueblo que empieza a tomar conciencia de colectividad tras despertársele dormidos sentimientos…. (…) Se retoman tambaleantes tradiciones, se saborea de nuevo el placer de la comunicación entre las gentes de nuestro pueblo que se sienten conectadas entre sí a través de la radio (….) Se reaviva el orgullo de ser nazareno… “
¡La que se formó aquel año en León y Cos...!
Tres veces actuó Camarón de la Isla en el Festival Flamenco Juan Talega: en 1980, 1986 y 1988. Al primer año corresponde la foto bajo estas líneas. Era la primera vez que se celebraba, la peña quería que fuera algo sonado… y lo consiguió. El auditorio no existía y aquel primer festival, celebrado el 12 de julio de 1980, tuvo lugar en los antiguos almacenes de León y Cos, en la calle Nuestra Señora del Carmen.
Juan de la Quintana, entonces presidente de la Peña Juan Talega, contrató a grandes artistas, entre ellos El Cabrero, Camarón y La Paquera de Jerez. El recinto se quedó pequeño. Las 2.700 sillas traídas en un trailer desde Écija resultaron pocas y el público, llegado de toda la provincia, ocupaba también los pasillos. Las entradas costaban 400 pesetas. La recaudación fue tan magnífica que, una vez pagados los cachés de los artistas, sobraron 250.000 pesetas que la peña entregó al Ayuntamiento. En la barra del bar, donde atendían más de 20 personas, se recaudaron 600.000 pesetas. Volaron 14 jamones, 40 kilos de pescaíto frito y mil bollos para montaditos.
Tras el escenario estaban las vías férreas, y los trenes pitaban al pasar, pero nada pudo deslucir aquel primer gran festival. “Aquello fue un descontrol maravilloso, nadie esperaba ese éxito”, recuerda Federico Alonso. En primera fila, como espectador de excepción, escuchó a Camarón Don Antonio Mairena.