La última chicotá de Rafael Plaza

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Rafael Plaza García
Ante la Virgen de la Esperanza en la Avenida de la Cruz Roja (2008). Desde la izquierda, José María Pareja, Inés Asencio (esposa de Rafael), su hijo Rafael Alberto, Rafael Plaza y Antonio Jesús Echeverría.

 2008 

Se ve obligado a retirarse de capataz en Oración en el Huerto y Cautivo tras ser intervenido de las cuerdas vocales

En enero de 2004 Rafael Plaza García fue operado, con éxito, de un tumor de garganta. Los médicos le avisaron de que sus capacidades vocales quedarían afectadas, y así ha sido. Supuso un doloroso golpe para él, reconocido capataz, para quien una voz fuerte y clara es una herramienta indispensable. Para este nazareno nacido en 1951, nieto de uno de los fundadores de la Hermandad de El Gran Poder (Manuel Plaza Arahal), su día a día gira en torno a la Semana Santa. Fue presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías en 1989-90, pregonero en 1998, pero sin duda donde más cofrade se siente es delante de unas trabajaderas, dirigiendo a sus costaleros.

Desde que sacara la primera cuadrilla en el Corpus de 1974, y en 1976 el Cristo de Oración, su ilusión diaria ha sido contar los días hasta que llegara el Domingo de Ramos. “Sin Semana Santa no sé cómo sería mi vida”, confiesa. Su esposa, Inés, cuenta que Rafael se ponía muy nervioso cuando quedaban para almorzar en un bar el Domingo de Ramos. Al pedir la comida, su amigo Antonio le decia al camarero: “A Rafael ponle el primero, el segundo, el postre y el café, que tiene prisa”.

Desde 1978, ininterrumpidamente, ha sido el capataz de Oración en el Huerto, alternando el paso de Cristo con el de palio. Además, lleva 29 años llevando a la Virgen de la Esperanza y, de forma esporádica, ha sacado alguna vez a Pasión, Amargura, Vera Cruz, Santa Ana, Asunción y Valme. De esta última, en una procesión con motivo de un aniversario de la coronación canónica, recuerda emocionado una histórica chicotá por sevillanas con la que llevaron a la Virgen de Valme desde la esquina de Alvarito hasta la casa hermandad de Oración. “Le pedimos a Fulgencio Morón que su banda nos tocara los cuatro palos de la sevillana, y hicimos la chicotá de una vez. Fue muy emocionante.”

Hasta aquí llegó

Este año será el último. Ha decidido dejarlo. Cuando fue intervenido, su compañero Antonio Jesús Echeverría le dijo: “Mientras yo viva, tú no necesitas voz porque para eso estoy yo aquí”. Así se ha hecho en los últimos años, pero Rafael ha decidido ceder el testigo y dar este 2008 su última chicotá con la Virgen de la Esperanza. En el caso de Oración en el Huerto, su hermano mayor, Francisco José Doval, le ha pedido que, aunque no dirija los pasos, mantenga un tiempo su figura de “capataz mayor”.

El próximo Domingo de Ramos, por tanto, vendrá más cargado de emociones que nunca para Rafael. Después de miles de chicotás, este año dará la última. Con sus ojos oscuros, le mirará de frente la Virgen de la Esperanza, esa que durante tres décadas supo pasear con estilo y maestría por las calles de Dos Hermanas.

Y si te fallan las fuerzas… te regalo un poema

Meterse debajo de un paso es un acto de fe y de fuerza. La primera nunca falta, pero de la segunda, a veces, se puede andar escaso. Lo sabe bien Rafael, que desde su posición de capataz es quien mejor percibe si algo falla. “La cofradía se te puede venir abajo por cualquier cosa. Por eso, hasta que no entra no me tomo una cerveza tranquilo”. Algún año, cuando notaba que a sus costaleros “les pesaba mucho el paso”, no dudaba en meterse dentro y recitarle a su cuadrilla versos de Rodríguez Buzón, cambiando el nombre de la Virgen por el de la Esperanza o el de la Virgen de los Dolores. “Eso los animaba y les renovaba las fuerzas”.

Rafael Plaza García
11-4-1979. Rafael Plaza, bajo la atenta mirada de Alvarito, sacando el paso de Oración de la parroquia.

En el caso de su cuadrilla del Cautivo, “que paseaba muy bien el palio”, sus costaleros le pedían recrearse con La Esperanza en el tramo final. “Lo que ustedes querais”, les contestaba, y desde la farmacia a la parroquia del Rocío “Se demoraban hora y cuarto en hacer un tramo que se hacía en diez minutos”.

Se siente orgulloso de sus cuadrillas (“Los cogí muy jóvenes y hoy son los mejores de Dos Hermanas”) con las que ensayaba en las semanas previas unas 20 veces “desde Aníbal González a Amargura”; aunque, eso sí, con una paradita estratégica en Real Utrera, donde Curro Vicario, su maestro, les ponía un vinito.