La Protectora siempre ha estado presente en los momentos difíciles de la vida colectiva de la ciudad
Hoy no voy a escribir un artículo propiamente de Historia, ni de ninguna colectividad –sea partido político, club deportivo o hermandad-, ni de ninguna familia ni de ningún nazareno en general. Me voy a referir a la relación tan estrecha que la devoción a la Virgen de Valme ha tenido con nuestro pueblo y a su importancia en la actualidad, en unos momentos que no son, precisamente, demasiado buenos.
Santa Ana ha sido siempre nuestra patrona, San Sebastián decían los mayores que era el patrón –y no es extraño dada la que he repetido tantas veces relación de protección del santo mártir y de San Roque con la peste que asolaba en tiempos pretéritos pueblos y campos lo que hicieron que muchos pueblos lo tomaran por patrón-. Además han existido siempre las dos ermitas, la de la Santa Abuela de Cristo y la del Santo que es muerto por el emperador Maximiano en tiempos de la crudelísima persecución de Diocleciano. Ellas formaban un corolario con las demás del pueblo como la de Nuestra Señora de Valme y las desaparecidas de la Divina Pastora, Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora de la Soledad. Santa Ana ha estado, sobre todo y ante todo, presente en el patrocinio del pueblo que nunca la ha olvidado aunque su devoción ha sido grande, muy grande, pero fluctuante. Sus fiestas de Santiago y Santa Ana eran las más importantes de la hoy ciudad. La Divina Pastora y Nuestra Señora del Rosario poseyeron cofradías de entierro que englobaban a muchos nazarenos. Las procesiones de la Pastora –alrededor del día de la Inmaculada- y del Rosario –el primer domingo de octubre- fueron importantes. Ya, por últimas, antes de los trágicos sucesos de 1936, salían ambas también en la procesión del Corpus Christi, celebrada en nuestra ciudad por especial privilegio el 25 de julio día de Santiago, y se había perdido la procesión decembrina de la Pastora. Tras la guerra hasta 1959, siguieron saliendo en la procesión la Pastora y San Fernando. En 1989 recuperó la Hermandad Sacramental la salida de la Pastora ya en el día del Corpus Christi, que hoy la Iglesia ha trasladado al Domingo desde el Jueves. En cuanto a la Virgen del Rosario, fusionada su primitiva cofradía con la Oración en el Huerto, se ha recuperado su procesión de octubre, saliendo normalmente –este año no ha sido así- el primer sábado de octubre. Con todo esto quiero decir que estamos ante grandes devociones del viejo lugar, de la vieja villa, de la actual ciudad que conservan más o menos su vigencia.
Pero, sobre todo, y es el motivo de este artículo me quiero referir a la devoción a la Virgen de Valme. A ella acudía el pueblo cuando las catástrofes atacaban el campo y el pueblo y era traída a la villa y recibida en el sitio de las Cruces del Calvario, más o menos por la Venta de las Palmas, en lugar que conocí muchos nazarenos que lo vieron y donde solían hacer su estación las cofradías penitenciales como la Santa Vera-Cruz y el Santo Entierro, que eran junto con la Oración en el Huerto y después el Gran Poder, fundada en 1899, las hermanas menores dentro del panorama de cofradías de la villa por el tengo para mi claro predominio de las letíficas, es decir, por las de gloria.
A la Virgen acudía Dos Hermanas en epidemias de cólera, en sequía de los campos, en fiebres, en todos los momentos en que necesitaba de su auxilio y patrocinio. Muchos historiadores hemos hablado del tema.
La Virgen había sido socia belli, aliada en la batalla, en la conquista de Sevilla por el rey San Fernando. Esta historia tendrá todos los tintes legendarios que quieran darle. Ya he dicho, en ocasiones, que la historia de que se obtiene agua al clavar o bien el rey o bien el adalid Pelay Correa la espada en tierra, puede significar que se obtuvo pronto agua dada la riqueza en la misma de nuestras tierras que ha sido para nosotros una gracia y una desgracia por la humedad que existe en el pueblo. Lo que no interesa, sobre todo, es que, en una creencia cristiana elemental, María protegió al rey en su conquista de Sevilla. Como nueva Guebirah mesiánica –reina madre que pedía a su hijo el rey de Israel por las necesidades del pueblo- la Virgen logró de su Hijo Divino el auxilio para el Santo Rey. Ello está presente en una de nuestras dos leyendas fundacionales –la otra es la de Santa Ana- y, desde un punto de vista de la fe, resulta muy difícil no creerlo. Además, ya sabemos que al rey se le atribuye un llamado ciclo fernandino de imágenes –la de la Merced del Convento Casa-Grande de su nombre de Mercedarios, la de los Reyes de los Sastres de San Ildefonso, la de los Reyes del monasterio de monjas cistercienses de San Clemente, la de las Batallas de la Catedral, la de las Aguas de la excolegial del Divino Salvador…- muy relacionadas con él y su historia. En ellas entraría nuestra Virgen.
Mas no van todavía por ahí los tiros de nuestro artículo. Si, Santa María de Valme fue socia belli del rey en la conquista de Sevilla, ayudó a la villa en todos los momentos en que se solicitó su auxilio –otras veces se solicitaba a Santa Ana o a la Virgen del Rosario por poner dos ejemplos-, se convirtió en la gran devoción de nuestro pueblo y en un referente de nuestra identidad colectiva, hasta el punto de que igual que no se concibe Valme sin Dos Hermanas no se concibe Dos Hermanas sin Valme. Pero lo que importa y lo que me importa es el día de hoy, la fecha tan dura que estamos viviendo en Dos Hermanas.
Son evidentes los progresos en nuestra ciudad y en su vida colectiva. Dos Hermanas es una ciudad moderna que encara con optimismo el siglo XXI, una ciudad llena de equipamientos urbanos de todo tipo, de universidades, con una laboriosa población, que procede de muchos orígenes, pues a nuestra ciudad ya desde los tiempos de los almacenes de aceituna y de la fábrica de yute de los Alpériz emigró una gran población a la búsqueda del pan y la sal. Dos Hermanas es una población que ha dado preclaros hijos a la nación, personas que han destacado en los campos del saber, del Arte, con mayúscula –sea canción, pintura, humor, etc.- Dos Hermanas es una ciudad de la que nos tenemos que sentir orgullosos. Quisiera que la Virgen de Valme fuera de nuevo nuestra socia belli, nuestra aliada en la guerra, para que nos ayude a solucionar todos los problemas que afectan a nuestra ciudad. Lo único que pediría es que se debe pedir por los creyentes la protección hacia Dos Hermanas de la Virgen.
Ante los graves problemas que afectan a nuestra colectividad, y que son vividos en sus carnes más cercanas por tantos nazarenos, una cuestión como la de los cohetes palidece – y a mí me gustan los cohetes- lo verdaderamente fundamental es que se solucionen los problemas de Dos Hermanas con la ayuda de todos y, también, con la ayuda divina, esa ayuda que nos puede conseguir con todo su poder de Mediadora de Todas las Gracias la Virgen, nuestra Virgen de Valme, nuestra socia belli en todas las batallas que a lo largo de la historia ha mantenido nuestro pueblo.