Han sido unas fiestas que han destacado por su peculiaridad obligada por las circunstancias
Bien sabe Dios, que me he resistido hasta el último momento a escribir unas crónicas de las fiestas de este malhadado año 2020 que pasará a la historia por lo catastrófico que ha sido para la Tierra y para el género humano. Nada sabemos lo que Dios nos tiene destinado para lo que queda de octubre, noviembre y diciembre. Es una incógnita y sólo nos cabe encomendarnos a la providencia divina y a la mediación de la Santísima Virgen, singularmente venerada en nuestra ciudad con el Dulcísimo Nombre de Valme. Pero bueno, hablaré de las pasadas fiestas, de esa que se ha dado en llamar ‘Romería en el corazón’ de Nuestra Señora de Valme que se ha desarrollado con gran esplendor a pesar de las adversas -y tan adversas- circunstancias.
En principio, la Celestial Señora, Protectora de Dos Hermanas, Patrona de Su Excelentísimo Ayuntamiento y Reina de Bellavista, fue entronizada en la Parroquia de Santa María Magdalena, Mayor y Más Antigua de las de nuestra ciudad, en un magnífico altar con un enorme pabellón que recordaba el del s. XIX del cuadro que se conserva en la capilla de la cabecera de la nave de la Epístola de dicho templo en la que aparece la Virgen vestida venerada por San Fernando, capilla que, por poco tiempo, ocupa Nuestra Señora de la Soledad, Jesús Yacente y Jesús Resucitado.
El altar era fastuoso con abundante flor y cera colocada en candelabros. La Virgen vestía un manto celeste con estrellas, colocado de forma caída, y llevaba a sus pies la media luna de la Mujer del Apocalipsis que es la misma María. Pocas veces -y mira que la tónica general en los altares de la Señora es el lujo y la fastuosidad- se ha visto uno más fastuoso que el de este atípico año.
El sábado 10 de octubre, día de ese gran limosnero que fue el arzobispo de Valencia el agustino Santo Tomás de Villanueva, tuvo lugar el recibimiento de nuevos hermanos y la entrega de recuerdos a los que cumplían cincuenta años.
El domingo 11 tuvo lugar lo que nuestros mayores llamaban el día de la función de iglesia, la cual fue a las 11 de la mañana. La presidió y predicó Su Excelencia Reverendísima don Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla que estuvo acompañado por su familiar o secretario don Francisco José Fernández García, el párroco de Santa María Magdalena don Manuel Sánchez de Heredia y los hijos del pueblo don Francisco Vega Durán, adscrito a Santa María Magdalena, y don Eduardo Lucas Vega Moreno, vicario parroquial de San Sebastián de Sevilla, ayudados por el diácono don Ignacio del Rey Molina, destinado recientemente a nuestra Iglesia Mayor, aparte de por un escogido grupo de acólitos. Como siempre, nuestro prelado habló de manera sencilla y muy asequible a los fieles. Resaltó mucho la devoción a María como corredentora, como nueva Esther que ante el rey persa Asuero intercede por el pueblo judío. Es, en esencia, la idea que aparece tanto en mis escritos: María, la Guebirah mesiánica, Reina Madre del Antiguo Israel que intercede ante su Hijo, el Rey. Y. nuestro prelado, nos hace ver que el culto a la Virgen no es una idea, según sus propias palabras, residual o periférica, sino un concepto importante. También, habló de la doctrina de los papas al respecto, muy especialmente de la exhortación apostólica ‘Marialis cultus’ de San Pablo VI. Por supuesto, se refirió también a los difíciles momentos que pasamos. En resumen, destaca de nuestro arzobispo su claridad, es decir, que no se anda por las ramas y que va al grano. Como siempre, dio las gracias a la coral, a los sacerdotes, diácono y acólitos. En el momento de su retirada, hay que agradecerle estos años que nos ha acompañado en tantas funciones en honor y gloria de la Virgen de Valme, siendo un verdadero pastor para estas sus ovejas nazarenas.
Después, a la 1 el párroco de Santa María Magdalena, don Manuel Sánchez de Heredia, pronunció el pregón de la romería, que fue una disertación bella y de gran calado. Don Manuel es un buen predicador pero no es el mismo género la oratoria sagrada que el pregón. Y de este último salió airoso. En primer lugar, versificó bien lo que no hacen ni mucho menos todos los pregoneros. En segundo lugar, llegó al pueblo hablando de la romería y de todos sus entresijos. En tercer lugar, se refirió a los duros momentos por los que está pasando la humanidad. En cuarto lugar, habló de personas tan importantes para Dos Hermanas como María Luisa Díaz Núñez -a la que no nombró- y Jesús Ríos Sutil -al que nombró-. Demostró que sabe de caminos, de caballos, de carretas, de galeras … tanto como cualquier nazareno. Fue un pregón al que, sin faltarle ninguno de los elementos de uno de Valme, tampoco le faltaron los elementos de este año trágico que estamos viviendo y de los que el pregonero -ni los oyentes- pueden escapar. Fue la disertación de un sacerdote que, venido de la ciudad de las Torres, su Écija natal -la de San Pablo y la Virgen del Valle- y de la villa ducal de Osuna -la de San Arcadio y la Virgen de Consolación- ha recalado y calado en la Dos Hermanas de la Virgen de Valme, Santa Ana y San Sebastián. Fue todo un ejemplo en su género y desde aquí, sinceramente, lo felicito. Por otra parte, la presentación de Manuel Bando Reina, fue muy emotiva y meticulosa dando una vuelta a los orígenes del pregonero del que aprendimos todo, desde sus orígenes nobiliarios –es un Tamarit-Martel- hasta sus colegios y estudios, fruto la presentación del amor de un amigo más que de la relación de un feligrés con un párroco.
Pero llegó el quinario. En este pueblo de buenos curas y malos toreros, como decía mi querida tía madrina Ana María Alonso Muñoz, cinco curas hijos del pueblo predicaron en los cinco días de quinario.
El primer día, le tocó el turno a don Francisco de los Reyes Rodríguez López, de la familia de los ‘Pachicos’ por su padre José Rodríguez Gutiérrez, y de la familia de los ‘Quitos’ por su madre Gracia López González. Es por ello que don Francisco de los Reyes es conocido como Paco ‘Pachico’ en este su pueblo. Ejerce como párroco la cura de almas en la importantísima Parroquia de San Lorenzo Mártir de Sevilla, collación a la que pertenece la Basílica de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, el Señor de Sevilla. Este conocido sacerdote, que fue pregonero de la Semana Santa de Dos Hermanas y que ocupó importantes cargos en la junta de la Hermandad de Vera-Cruz predicó sobre la Virgen y su relación con Dos Hermanas y con el Santo Rey Fernando III, logrando momentos muy emotivos. El segundo día ocupó la sagrada cátedra don Francisco Vega Durán, adscrito a la Parroquia de Santa María Magdalena, que se centró en la humildad de la Virgen María. Este sacerdote, que ha sido antes de pertenecer al clero secular treinta años carmelita descalzo, se refirió a la sencillez de la doncella de Nazaret, la que dio el fiat ante la visita del ángel. El tercer día predicó don Alberto Jaime Manzano, párroco de San Ildefonso de Mairena del Aljarafe, que habló de la visita de María a su prima Santa Isabel a la que no sólo le lleva ayuda material sino también la plenitud pues portaba a Jesús. Es el caso de la Virgen, también en su advocación de Valme, que nos lleva a Jesús y nos trae el amor y la paz. A su vez, la compara con la Iglesia que es enviada a llevar a Cristo y a su palabra, es decir, a su evangelio. Por otra parte, el cuarto día tomó la palabra don José Salguero Roldán, párroco emérito de la Purísima Concepción de Gerena y antiguo arcipreste de Itálica, hijo del gran cofrade que fue José Salguero López, que fue de la mesa de la Sacramental y sobrino del gran hermano mayor del Gran Poder y presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías que fue Francisco Salguero López. Este puso a Santa María de Valme como seña de identidad del pueblo por antonomasia, como advocación netamente nazarena -aunque ya sabemos que hoy está extendida por todo el mundo en gran parte gracias a la Madre Trinidad Sánchez Moreno y a su Obra de la Iglesia-, como intercesora en las bodas de Caná, etc. Se acordó también de que era el día de Santa Teresa y de la oración de la santa: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta”. Y recordó a la que fue camarera de la Virgen Teresa Alonso Rivas y a su marido el alcalde y hermano mayor Francisco de Paula Gómez Carballido. Por último, el quinto día predicó el Muy Ilustrísimo Señor don Miguel Adolfo Vázquez Lombo, párroco de San Lucas Evangelista, Canónigo de la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Santa María de la Sede de Sevilla y Delegado de Asuntos Jurídicos de Hermandades y Cofradías al que tengo un especial cariño porque fue mi catequizando de confirmación. Miguel, que fue, con mucho, el predicador más profundo, habló de la pandemia, del sufrimiento, de que Dios parecía ausente ante este cuando como sabemos en realidad no lo está, de Cristo palabra de Dios, en fin de este dolor que nos aflige y en el que Dios nos ayuda. Mas tengo que acabar, el próximo día describiré otros actos, singularmente la solemne misa del tercer domingo de octubre, día que se debería haber celebrado nuestra famosa romería a la ermita del Real Sitio de Cuarto.