Las ruinas de “El Carmen”, la huerta de Dos Hermanas donde se cultivó el té

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“El Carmen”
1924. A las puertas de su palacete, posa con su nuevo Fiat (con bocina) el procurador José Romero Martín. En el coche, su esposa Dominica Encinas Reyes y su sobrina Pastora, que acabó convirtiéndose en su nuera. En la puerta asiste a la escena parte del servicio doméstico.

 2018 

Continúa en pie el torreón centenario de esta finca que contaba con capilla, piscina y timbres en las alcobas

Entre Las Portadas y la antigua autovía, perdidos entre escombros y maleza, aún desafían al tiempo los restos de lo que fue una preciosa finca de recreo. Su nombre, “El Carmen” , todavía luce en uno de los viejos tabiques que, a punto de derrumbarse, salen al paso del caminante. El extenso terreno, que contaba con alberca, piscina y hasta cantera de albero fue, entre los años 20 y los 60, un vergel donde los frutales (granados, perales, limoneros…) crecían junto a olivos, palmeras e incluso la exótica planta del té. Cerdos, vacas, patos, gallinas (y hasta el lobo que se las comía) campaban en los alrededores de este palacete, entonces muy a las afueras de Dos Hermanas.

“El Carmen”
Arriba, aspecto parcial de “El Carmen” en 1947. Apréciese la cuidada arboleda, las macetas y el cierre acristalado. Abajo, ruinas de “El Carmen”, en la actualidad. A pesar del expolio y el paso del tiempo, aún queda en pie el torreón y parte de su estructura.

“El Carmen”

Con capilla y ama de llaves

Lo mandó construir, a la última moda regionalista, el sevillano José Romero Martín, que la usó como finca de recreo familiar. Tras un largo camino desde el cancelón de entrada, daba la bienvenida la parte más llamativa de la vivienda: un torreón (todavía hoy en pie), presidido por el enorme azulejo de una Virgen del Carmen, iluminada por un farol de forja. El cuerpo de la casa, dividido en dos partes, constaba de ocho habitaciones (todas con timbre para llamar a la servidumbre), salón y cocina con chimeneas, y hasta una capilla (con una Virgen del Carmen, por supuesto). Atendían las dependencias una cocinera, un cuerpo de plancha, el capataz con su familia y un ama de llaves.

Fue en una de esas alcobas, durante unas vacaciones, donde, a hurtadillas, se acercaron (quizá demasiado) Ángel (uno de los hijos del dueño) y Pastora, una prima hermana que había venido de Salamanca. Tras quedarse embarazada, se casaron y vivieron aquí durante 40 años. Añadieron a la casa un cierre acristalado, donde el matrimonio pasaba largos ratos: a él le encantaba ver llover y a ella coser. Tuvieron cuatro hijos: José, Angel, Ramón (fallecido de tuberculosis en la tierna infancia) y Concepción.

En 1964 fallece Ángel y Pastora abandona “El Carmen”. La huerta fue alquilada a terceros por temporadas y llegó a albergar una guardería y una residencia de ancianos. En 1989, al marcharse el capataz, quedó a merced del vandalismo. Hoy, a pesar del expolio sufrido y del tiempo transcurrido, “El Carmen” mira a Dos Hermanas, orgulloso, desde su torreón centenario.

El ginecólogo y la discípula de Unamuno

“El Carmen”Desde que se casaron en 1925 hasta la muerte de él (en 1964), “El Carmen” fue el hogar de Ángel Encinas Romero y Pastora Ángeles Encinas González, primos hermanos que pasaban largas temporadas de mozuelos en esta finca de recreo de sus padres y que acabaron enamorándose y casándose. Ginecólogo él, licenciada en filosofía y letras ella, no se adaptaron de la misma forma a la vida rural nazarena. Al sevillano Ángel le encantaban el campo y los animales. Además de ejercer como ginecólogo en Dos Hermanas, tuvo una panadería, un almacén de aceitunas y fue durante un tiempo dueño del Bar Esperanza, frente a la Plaza de Abastos. Pastora, una intelectual salmantina, discípula de Miguel de Unamuno, no se desenvolvía bien en aquel pueblo andaluz. Rodeada de libros, su piano y su gramófono, aceptó su rol de ama de casa sin rebelarse. Apenas se le veía por Dos Hermanas, donde se la consideraba una “rara avis”. Eso sí: le encantaba la Romería de Valme.