Marín: “Me gustaría que algún día una calle de Dos Hermanas llevara mi nombre”

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Manuel Marín, en la puerta de su taller en calle Sor Sofía, con la moto que lleva su nombre.

Del taller de este mago de la mecánica, en el barrio de La Exportadora, salieron motos que corrían en los mejores circuitos. Los ingenieros no se explicaban cómo lo hacía

Alguien dijo de él que “no se sabe si por sus venas corre sangre o gasolina”. Esta afortunada frase podría resumir la vida de Manuel Marín Salguero. Su infancia transcurrió entre cuadros de bicicletas y motos “mosquito” del taller que su padre, “El Niño de la Casilla”, tenía en la calle Romera. Marín construyó motos, creó una escudería y con ella paseó el nombre de Dos Hermanas por todos los circuitos de España. Hoy, con 78 años, sigue sintiendo por las motos la misma pasión que aquel día de 1960, cuando acudió a una carrera en el Parque de María Luisa. 

¿Qué pasó aquel día, Marín?

Aquel día tuve un flechazo con las motos que todavía me dura hoy. Fui con un amigo a aquella carrera y me enamoré. Tendría yo unos 15 años.

¿Cómo fue tu infancia?

La pasé en el taller de reparación de bicicletas que mi padre tenía en la calle Romera. Éramos 10 hermanos y yo era el cuarto. Los bidones de carburo que mi padre usaba para soldar traían una tapeta, y esas tapetas las usaba yo para hacer ruedas de chasis de juguete.

Cuéntame algo de “El Niño de la Casilla”, tu padre.

Mi padre era hijo de un guardagujas y se crió entre las vías del tren. Participaba en carreras de bicicletas. Él tenía un don. En su propio taller fabricaba cuadros de bicicletas. Creó hasta su propia marca y llegó a venir gente de Luxemburgo a comprárselas. Tenía grandes ideas, aunque no llegaba a materializarlas. Podrías escribir sobre él.

Lo haré. ¿No fuiste al colegio?

Sí, al colegio del Cementerio, pero me sacaron pronto porque con nueve años ya trabajaba en el taller.  

¿Cuando montaste tu taller propio?

Sería sobre 1968. Antes trabajé en Montesa y en Renault, hasta que abrí mi propio negocio ahí en el “Paraero de los Carros”. Reparaba motos pero también las vendía nuevas. Recuerdo que en 1979 vendimos 150 motos, de ellas 119 eran Puch y el resto Derbis y Vespinos. Y en 1991 compramos este terrenito en calle Sor Sofía y construimos la casa. Abajo está el taller, que ahora lleva mi hijo Fernando, al que yo siempre ayudo.

¿Cómo podemos explicar a los lectores que de este modesto taller han salido motos que han competido en carreras internacionales?

Esa ha sido la gran locura de mi vida. Compraba una moto y  la transformaba en moto de carreras. Construía auténticos “pepinos” de competición.  Un piloto probaba mi moto y participaba en las carreras. Eran otros tiempos, claro.

¿Cómo se transforma una moto normal en una de carreras?

Primero empecé construyendo componentes parciales, pero en 1974 ya hacía motos completas. A una moto original de 80 cc. le quitaba el cilindro, el cigüeñal, frenos, basculantes, manillares, chasis, caja de cambios… El motor se compraba, pero el resto de piezas la íbamos incorporando ya transformadas. 

¿Con qué objetivo hacías eso?

Transformaba todo eso con un solo objetivo: lograr una mayor velocidad. 

¿Qué velocidad alcanzaban?

Conseguía que una moto de 40 Km/h alcanzara los 170 Km/h.

¿Y creaste una escudería? 

Sí, “Escudería Marín”. Después se llamó “Marin Racing Tour”. Pero todo sin ánimo de lucro, por puro veneno. Una moto construida aquí en mi taller ganó el Campeonato de España Senior en 1984 con Carlos Fornés de piloto. En 1986, con 50.000 pesetas que me dio PQS, dimos un salto de calidad y mi escudería fue cantera de muchos aficionados que pasaron a ser pilotos.

¿Cuántas motos fabricaste?

30, todas a partir de una de 80 cc.

¿Qué te decían los ingenieros de las grandes marcas? 

Yo iba a las carreras de manera muy primaria, sin medios, pero los técnicos e ingenieros de las fábricas de las motos de velocidad se acercaban con mucha admiración para ver lo que yo había fabricado. No se explicaban cómo podía haber hecho el chasis multitubular, adaptar una válvula rotativa a un motor de admisión clásica, los escapes artesanales que construía … Se quedaban impresionados de que todo aquello saliera de un taller artesanal de pueblo.

¿Por qué tu talento no te impusló para llegar a lo más alto? 

No estoy en la cúspide porque no se me dio valor. Faltó ayuda institucional. Era necesaria una licencia de constructor que costaba 100.000 pesetas. Al no tenerla, los títulos que lograban mis pilotos no tenían validez.

¿Has invertido mucho dinero? 

Mucho. Las motos no me han traído la ruina pero casi. El premio que te llevas es ver tu moto en grandes circuitos como Montjuic, Jarama, Monza… a los que siempre he ido con Carmeli, mi mujer. ¡Una vez hasta le reparé la moto a Angel Nieto!

¿Algún sueño incumplido? 

Fabricar motos en serie hubiera sido mi sueño. Pero bueno, me quedo con que por lo menos una moto mía ha corrido el campeonato del mundo. Otro sueño que tengo es que una calle de Dos Hermanas llevara mi nombre. 

Manuel Marín recibió la Distinción Extraordinaria en la Gala del Deporte Nazareno en 2022.