Junto a su hermano estuvo al frente de la discoteca Las Palmeras. Hoy su empresa se pasea por el mundo montando carpas en los circuitos
Dudo que haya algún nazareno que haya dado más vueltas al mundo que Angel Miguel Gómez. AMG, la empresa que lleva sus iniciales, es líder europeo en el montaje de carpas e instalaciones efímeras para eventos comerciales y deportivos. El gran empujón se lo dio el Mundial de Motos, de cuyo montaje se encarga desde hace 30 años.
¿Tú trabajas mientras los demás se van de vacaciones?
Algo así: nosotros descansamos cuando descansan las motos. Es un negocio de una brutal temporalidad. El primer gran premio de este año fue en Portugal en abril y el último será en Valencia en noviembre. A partir de ahí nos relajamos.
¿De qué lugar de Europa vienes y dónde es el próximo montaje?
El domingo pasado estuvimos en Assen en el Gran Premio de Holanda, y el próximo será en el circuito de Silverstone, en Inglaterra, el 7 de agosto.
¿En qué consiste el trabajo que desarrolla tu empresa?
El comienzo fue en 1992, cuando nos propusieron montar las carpas en la terraza en el Mundial de Jerez. Después hicimos los circuitos del Jarama, Montmeló y así todos los de España hasta 1998. En 1999 la empresa organizadora del Mundial, DORNA, me encarga que me haga cargo de los VIP Village de las 12 carreras de Europa, y ahí seguimos.
¿Qué son los VIP Village?
Son espacios efímeros, exclusivos de los Grandes Premios. Los montamos en las terrazas de los boxes, con catering, climatización, etc.
O sea, que no hay nadie que no os conozca en los circuitos…
¡Imagínate! Somos los primeros que llegamos y los últimos que nos vamos. Esto nos ha permitido establecer fuertes relaciones sociales con los ejecutivos de las grandes marcas, y también tener un contacto muy personal con los pilotos. Valentino Rossi conoce a mi hijo Miguel desde que iba con chupe, y ahora tiene 21 años. A Fernando Alonso lo conozco desde que tenía 14 años.
¿Cuántos trabajadores empleas?
Somos unas 60 personas. Nos apoyamos en subcontratas, con cuadrillas de montadores especializados en todos los países: Bélgica, Rumanía, Eslovaquia, Francia…
También habeis llevado el Mundial de Rallys, ¿no?
Sí, desde el 2014 hasta el 2021 hemos montado los edificios de las diez pruebas que se celebraban en Europa.
Estoy deseando que me cuentes lo de Nueva Zelanda…
Pues en 2020 nos fuimos a hacer la Copa América de Vela de barcos a Auckland, un evento organizado por Prada. Habíamos firmado como proveedores de infraestructuras, y enviamos 25 contenedores de material desde el Polígono de la Isla. Pero llegó el confinamiento por Covid y no pudimos irnos hasta septiembre. Lo hicimos la familia entera: mi mujer Charo, y mis hijos Paloma y Miguel. Vimos en la tele la que estaba cayendo en España con el Covid y decidimos quedarnos en Nueva Zelanda hasta abril de 2021. Alquilamos un coche para recorrer aquel maravilloso país. Fue una experiencia brutal.
¡Qué envidia! Muy mal no lo haríais en la Copa de Vela, porque os han vuelto a llamar, ¿no?
Sí, haremos la Copa América que se celebrará en Barcelona en 2024. Empezaremos a montar las bases de los equipos en enero de 2023.
¿Y cómo empezaste en el mundo de las carpas? ¡Porque yo te conocí en la discoteca Las Palmeras!
En Las Palmeras estuvimos diez maravillosos años, mi hermano José María y yo ganamos mucho dinero. En 1987 mi hermano, que es el creativo de la familia, dejó la discoteca y montó una empresa de publicidad. Firmó un contrato para montar en El Ejido “Expoagro”, una muestra de 20.000 metros cuadrados. Se fue a Europa a buscar las carpas, me llamó y montamos una empresa de alquiler de carpas. Era un momento muy propicio, a las puertas de la Expo’92 y los JJ.OO. de Barcelona, en los que participamos mucho. Hicimos un gran negocio en aquel 1991.
De esas aventuras por el mundo tendrás un largo anecdotario, ¿no? Cuéntame lo más peligroso que te haya pasado.
En Auckland reservamos un día de Enduro en una ruta llamada “Skipper Canyon”. Cuando vimos los caminos tan estrechos en barrancos sin protección, nos llevamos las manos a la cabeza. “¿Pero en qué lío nos hemos metido?”, nos preguntamos. Al acabar nos contaron que es la cuarta ruta más peligrosa del mundo.
Recuerdo otra en unas vacaciones de Navidad en Sudáfrica. No se nos ocurrió otra cosa que meternos en una jaula para ver tiburones blancos. Te ponen el traje de neopreno, y te meten en una lancha pegada al cascarón del barco, con el cuerpo dentro del agua excepto la cabeza. Echaron carnaza y aparecieron bichos como mi coche de grande, dando grandes porrazos contra los barrotes. Nos miramos y nos dijimos: ¡¿Qué necesidad tenemos de pasar por esto?!