Nati Madueño, la costurera de la princesa:“Doña Dolores me salvó la vida”

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Nati
“Quítame 40 años”, me pide Nati Madueño cuando le hago esta foto en su patio, pocos días después de cumplir 90 años.

Nadie como ella conoció tan de cerca a Dolores de Borbón, la princesa que, expulsada de Polonia por Hitler, llegó a Dos Hermanas en los años 40

Tomo sus manos entre las mías y su dorso es terso y suave, como el de una quinceañera. ¡Cuántas telas se habrán deslizado por los dedos hoy cansados de Natividad Madueño! Su pasión y su trabajo fueron la costura, a la que dedicó su vida. Su clienta más distinguida fue Doña Dolores de Borbón-Dos Sicilias y Orleans (bisnieta de Fernando VII y tía del rey Juan Carlos I), que con su marido el príncipe polaco José Augusto Czartoryski polaco residió en Dos Hermanas, en el palacete hoy conocido como “Huerta de la Princesa”.    

¿Por qué dice que ella le salvó la vida?

Porque sobre 1947, cuando tenía yo 15 años, me entró la meningitis. Ella, que vivía al final de mi calle, la calle Esperanza, supo de mi enfermedad por un familiar mío, Agustín, que trabajaba allí de casero. Doña Dolores mandó a preguntarle a mi madre si quería que me llevara a la Cruz Roja de Sevilla, que estaba en la Ronda de Capuchinos. Yo me estaba muriendo. Y ella, toda una princesa, cogió su coche y, conduciendo ella misma, se plantó en mi casa y me llevó a Sevilla. No había penicilina para nadie, pero a mí me la pusieron. Y salvé la vida. Ella misma me trajo del hospital hasta Dos Hermanas. 

¿Cual fue su relación con la princesa? ¿Cómo la conoció? 

Mi madre era obrera de Lissén, y yo no quería trabajar en la aceituna como ella, no me gustaba. Ella quería que yo aprendiera a coser. Me apunté al taller de costura de Doña Leonor, en la calle El Pinar. Un día, me dijo que había que probarle una falda a la princesa, y me mandó a mí. Esa fue la primera vez. Doña Dolores se encariñó conmigo.

Cuentan que era muy discreta…  

Sí, discreta y entrañable. Ella iba a misa y tenía que pasar por mi puerta. Se paraba a saludarnos. 

Nati
La princesa Dolores (de negro) en la parroquia de Santa María Magdalena amadrinando la bendición de la bandera de las Hijas de María (1953).

¿Y su marido, el príncipe?

Con Czartoryski nunca crucé palabra. Estábamos pendientes a que saliera para verlo, ya que debía pasar por nuestra puerta. Era muy raro y delgado, la ropa le quedaba grande. Iba andando a misa para no gastar gasolina. 

El príncipe murió en julio de 1946 y dos meses antes también falleció, siendo un bebé, uno de sus hijos, Luis Pedro. ¿Cómo le afectó eso a la princesa?

Lo pasó mal, me contaba sus cosas y a veces se quedaba embobada. No hablaba del todo bien español. Tenía un deje extranjero. Pero yo era muy joven, tan cortaíta ante aquel personaje tan grande para mí. Cuando llegaba para tomarle alguna medida, me recibía en la cocina o en el salón; yo la esperaba de pie, le cogía la mano y le hacía una reverencia, arrodillándome. A ella le encantaban mis manos y mis uñas, yo las llevaba pintadas de rosa, ¡estaba en mi esplendor! Un día me regaló un trozo de chorizo y yo me dije que jamás volvería a probar algo tan rico.

¿Qué prendas le confeccionaba y con qué telas? 

Ella traía las telas de París. Le hice vestidos, trajes, camisones, ropa interior, y también un bañador para sus amigas de Madrid.

¿Venían por aquí sus amigas?

Sí, a veces. Una vez me avisaron para que conociera a su madre, a Doña Luisa de Orleans. También conocí a su hermana Doña Mercedes y al hijo, el futuro rey Don Juan Carlos, que jugaba con mi hermano Antonio.   

En 1950 la princesa volvió a casarse con un hombre bastante más joven. ¿Le sorprendió?

La verdad es que llamó mucho la atención en el pueblo su matrimonio con el preceptor de su hijo, Carlos Chías. 

Ha cumplido 90 años y todavía conserva su caja de costura. ¿Siempre fue modista?

Sí, sobre todo hacía en el pueblo trajes de comunión y de novia.  Las telas las traía la novia o yo llevaba muestras que compraba en Sevilla. Le he trabajado sobre todo a la gente acomodada del pueblo. También le he hecho unos cuantos mantones a la Virgen de Valme.

En 1961 se casó con su novio, José Quintero.  ¿Cómo lo conoció?

Lo conocí un día yendo a misa. Iba yo sola por la calle Real y al llegar a la iglesia me dijo: “Señorita, ¿sabe usted que tiene unas piernas muy bonitas?”

¿Y qué le contestó usted?

¡Yo salí corriendo!

¿Por qué se casó un jueves?

Porque a mi marido, que era ditero, le venía bien. Vendía ropa de hogar, cacharros de cocina…Después se colocó en la fábrica de cristales.

¿Qué fue lo primero que hizo tras la boda?

Fui al chalet de la princesa, que ya no vivía en Dos Hermanas sino en La Palmera, para que me viera con mi traje. Le dio mucha alegría y me felicitó.

Nati sigue siendo una mujer dulce, discreta… y coqueta. Le hago una foto y me pide que “a ver si puedo quitarle 40 años”.