Nuestra parroquia atesora un interesante conjunto de pinturas de diversos autores
Normalmente, cuando se habla del incendio de la parroquia por parte de las turbas en la madrugada del 19 de julio de 1936, se le da un carácter catastrófico y lo fue pero no tanto. Ciertamente afectó muchísimo a la arquitectura pues se cayeron las techumbres. En cambio, sólo -que no es poco- se quemaron cuatro altares: un primero el mayor –con las imágenes de Nuestra Señora de la Granada, que según todas las descripciones era grandiosa y muy bella, Santa María Magdalena, San Fernando y San Francisco de Asís-; un segundo el de Nuestra Señora del Rosario que custodiaba a María bajo esta advocación -que era bellísima, de gran empaque y categoría, como lo atestiguan las fotografías que de ella se conservan que la emparejan con las de gloria de mayor categoría de Sevilla y a la que acompañaban en el retablo San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán -aparte se veneraba parece ser un cuadro de Santa Ana y lo que es seguro es que se daba culto es a un pequeño crucificado, que es muy probable que fuera el llamado de los Desamparados, que veneraban los nazarenos los viernes. Ya hablaré en otro momento de esta desconocida devoción-; un tercero el del Santo Ecce-Homo, que se encontraba donde hoy está la capilla del Santo Entierro y luego hasta hace muy poco la de Jesús del Gran Poder; y un cuarto el del Simpecado de Nuestra Señora del Rocío, donde se encontraba Jesús Orando en el Huerto -otra imagen de gran belleza y unción sagrada- y el Ángel Confortador.
Pues bien, los demás retablos- que eran muchos -imágenes, cuadros, orfebrería, etc. etc. se salvaron del incendio ¿Por qué pues sólo se custodian del antiguo juego de retablos tres, dos barrocos: Sagrario, Nuestra Señora de las Virtudes y uno neoclásico: Ánimas. Por una razón muy sencilla: las gentes de Dos Hermanas y, por supuesto, también sería don Manuel García Martín, el párroco de la fecha, se quedaron con el juego completo de Carmona que veían más valioso y los retablos antiguos de Dos Hermanas los mandaron a otros pueblos. Por más que he preguntado e indagado, lo único que he logrado averiguar es que el retablo de María Auxiliadora, que se encontraba junto a la puerta del patio, pasó a Los Corrales.
Pero, tras esta introducción sobre lo acontecido en 1936, voy a hablar de dos cuadros de la iglesia. Ya me he referido en otras ocasiones al cuadro de las Benditas Ánimas de Francisco Cabral Bejarano o al de la Virgen del Rocío de Manuel García Rodríguez, pero hoy voy a tratar sobre otras obras.
En primer lugar, hay que citar un cuadro que se sitúa encima de la Capilla Bautismal. Representa a la Virgen del Rosario entregándole el rosario a Santo Domingo de Guzmán (2’2 por 1’60). Es copia de una obra de Bartolomé Esteban Murillo (1646 o algo anterior) la cual se conserva en el Palacio Arzobispal de Sevilla y que, según Juan Antonio Gaya Nuño, procede del desaparecido Convento de Regina Angelorum -sito en los conocidos vulgarmente como los callejones de Regina- de Padres Dominicos de Sevilla y según Enrique Valdivieso y Juan Miguel Serrera del de Santo Tomás de Aquino, de la misma orden, también en la capital hispalense. Nos muestra la iconografía tradicional de la escena: la Virgen entrega el rosario al santo de Caleruega que se rodea de sus tradicionales atributos: el ramo de azucenas -símbolo de pureza, y el perro que sostiene en la boca una tea que quema los libros heréticos. Esta última simbología responde a la visión que, según la leyenda, recibió la madre del Santo, la beata Juana de Aza, en la cual contempló la escena anterior que presagiaba que su vástago tendría un importante papel en la lucha contra la herejía, singularmente la cátara o albigense. Este cuadro según los inventarios de 1885 y 1921 se encontraba en la capilla del Bautismo. Durante muchos años se encontró en la bajada de la Parroquia a la Capilla de Santa Ana. Hoy ha vuelto al lado del Baptisterio.
En el inventario de 1885 se dice que la pintura era propiedad de doña Dolores Gómez Lesaca García, hermana de doña Josefa Gómez Lesaca García, viuda de don Juan Antonio Carazo Ureña y luego esposa de don Federico Caro Lázaro, médico y alcalde de la villa. El cuadro ha sido restaurado por Antonio Cañete Becerril en 1984, el cual entre este citado año y 1985 hizo lo mismo con todos los del templo propiamente dicho, exceptuando el de la Virgen del Rocío. Todo ello se hizo bajo el impulso y patrocinio de don Valeriano Carrero Carmona, eximio párroco del templo.
La Virgen del Rosario se toca con manto azul sobre vestido rojo graciosamente recogido. Un numeroso y abigarrado grupo de ángeles tocando instrumentos musicales rodean la escena, creando una bella gloria. Según Diego Angulo, recuerda esta composición las obras de Roelas, lo cual corroboramos. Según Valdivieso y Serrera tiene reminiscencias de Juan del Castillo en el dibujo de las figuras y de Roelas en el rompimiento de gloria. Añadiría que destaca y mucho la elegancia de la Madonna que en un pose sereno y firme -al que contribuye la belleza de su rostro y la del Niño- entrega las cuentas del Santo Rosario -oración que el santo o bien inventó o bien codificó- a Santo Domingo -pariente por cierto de la Casa Real española-. Destaca también el contraste de color en el hábito del santo de Caleruega con la túnica blanca que cae y la capa negra con la capucha de idéntico color.
Por otra parte, también destacan los numerosos ángeles, muchos de los cuales tocan instrumentos. Este juego de espíritus puros rodeando a la Flor de las Flores, como dice de María la copla de seises, contribuye a hacer más bello y rotundo el cuadro.
En fin, también puedo decir que es una buena copia del original de Murillo, como dicen José Hernández Díaz, Antonio Sancho Corbacho y Francisco Collantes de Terán. Por cierto, estos tres eximios profesores trataron fatal a Dos Hermanas en su Catálogo Arqueológico y Artístico de la Provincia de Sevilla. Muchísimas imágenes que hoy se consideran muy meritorias ellos los consideraron sin mérito ninguno. Para mí que corrieron más de la cuenta.
Y, ahora, voy a pasar a otro cuadro al que le tengo un especial cariño por mi vinculación tan grande con Santa Teresa de Jesús y la Orden Carmelitana. Se conserva en la sacristía. Es obra del siglo XVIII (1’15 por 0’90). Presenta la siguiente bella y catequética leyenda:
‘Pecado anda advertido/pues llevando tu pecado/ mira cómo me has cargado/ que tres veces he caído’
Ya afirmé en su momento que considero que se trata de uno de los cuadros más interesantes del templo, no tanto por su valor artístico -que quizá no sea excepcional- como por el hondo sentido devocional que encierra. El Divino Nazareno se nos muestra caído, agobiado por el peso de la Cruz. Esta iconografía se relaciona mucho con la rama descalza de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, tan vinculada a Dos Hermanas tanto por la existencia en ella de un Convento de Carmelitas Descalzas -el de San José- como por la procedencia, como se ha dicho, de los retablos de esta parroquia mayor de la iglesia del Convento de San José de los Padres Carmelitas Descalzos de Carmona. Parece ser que a San Juan de la Cruz, reformador junto con Santa Teresa de Jesús, una de las mujeres más osadas de la historia de la Iglesia, se le apareció en varias ocasiones Jesús Caído, misterio de tanta y tan profunda carga teológica. En la pintura que nos ocupa vemos el anacronismo de la representación del soldado romano, ataviado de una manera muy particular y que en nada corresponde con la vestimenta del legionario de la antigua Roma. Se asemeja más a un soldado de los tercios. A los lados de Jesús, su Madre y San Juan contemplan la escena, lo que nos remite a la escena tan comentada de María acompañada en el trance de su ‘pasmo’ por el discípulo amado. Sería el caso en escultura de la Virgen de la Amargura de Sevilla o la Virgen del Pasmo -que no lleva San Juan- de la cofradía del Nazareno de Bollullos del Condado. También aparece el Cirineo llevando la Cruz del Redentor. Ahora bien, lo que pretendo destacar es que más que una obra artística se trata de una obra devocional y de muchos quilates. Por último, hay que decir que ignoro la procedencia de esta obra que no aparece en los inventarios antiguos. Por ello, tengo que concluir que dada su temática -pura y auténticamente carmelitana- posiblemente venga de San José de Carmona. Ya digo, es lo más probable.
Y finalizo este artículo. En otros artículos -no necesariamente seguidos- seguiré escribiendo sobre las pinturas de nuestra muy querida artística parroquia.