1967
Regenta con su esposa, Trinidad Terrero, una panadería donde cada mañana hacen cola las aceituneras
A las seis de esta mañana ya había mujeres haciendo cola en la panadería de Pepe Rubio, esquina de Real Utrera con Purísima Concepción. Son las obreras de la aceituna, las que despiertan a Dos Hermanas con su alegría. Se llevan bollos, bobas, cantos, molletes… para la hora del almuerzo en el almacén. Hoy es su esposa, Trinidad Terrero, la que despacha. Entre los dos llevan la panadería. Ya ha llovido desde aquel día de 1939 en que se conocieron. Ella venía del Rocío, montada en una carreta; él, que ya le tenia echado el ojo, fue en bicicleta hasta Coria para ver llegar la comitiva. Al llegar a Dos Hermanas, se acercó a ella y le dijo: “¡Miarma, tú vas a ser la madre de todos mis hijos!”. Y así fue. Tras siete años de novios, se casaron en 1946 y tuvieron tres hijos: Miguel, Francisco y Mª del Carmen.
Pero nos hemos adelantado mucho en la historia. Ahora la de Pepe es una de las panaderías más conocidas del pueblo, pero su vida no ha sido un camino de rosas. Para empezar, creció sin madre. Antonia Agroba murió a los 40 días de su nacimiento. Se encargaron de él sus tías, que con dos años lo metieron en el colegio Santa Ana. La mayor parte de su infancia la pasó en las marismas, donde su abuelo, que trabajaba de guarda, le bajaba huevos de los nidos con un bastón, para que su abuela le hiciera una tortilla. Al cumplir seis años, en 1928, a su abuelo le dio una congestión y él regresó al pueblo, justamente a esta panadería, donde su padre ejercía el oficio en régimen de alquiler. Pepito ayudaba a hacer la masa, que se fabricaba gracias al movimiento en círculo de una mula. Entonces, un vecino muy ingenioso, Carlos Soldat “el alemán” (que no era alemán sino checo), le fabricó al padre un motorcito para hacer la masa, y la mula (la que se ve en la foto) quedó para hacer el reparto.
Pepe trabajó de albañil ( en el colegio de los ferroviarios) y hasta de lavacoches en “Los Amarillos”. Pero pronto se dedicó a lo que sabía. En 1958, abrió en calle Pachico su primera panadería. Sacar la primera hornada no fue fácil. Tuvo que construir (con su amigo Rafael “El Trompeta”) un horno, con hierros que trajo de Sabadell. Se vio obligado a vender su moto Guzzi por 11.000 pesetas para adquirir con ese dinero dos camiones de leña. Y para colmo, el local tenía goteras. Era un antiguo almacén de aceitunas de Cabezuelo que necesitaba una reforma. A pesar de las adversidades, todo salió adelante. El primer día logró hacer 10 kilos de pan. El chulo (un bollo sin picos) se vendía a 1,25 pesetas.
Las madrugadas, a veces, no se empleaban solo para hacer pan. ¿Cómo se hace el pan si falta la harina? Los sacos aparecían en la oscuridad de la noche, de estraperlo y burlando el control del fielato. La escasez de harina obligó a las clientas, muchos días, a hacer cola hasta que esta llegara. Cuando no había trigo, Pepe también fabricó pan con harina de cebada, centeno y otro cereal al que llamaban “manión”.
Con el dinero que fue ahorrando, dio el salto definitivo y le compró a Arturo la panadería en la que siempre trabajó su padre y que ahora es de su propiedad. Hoy, en 1967, el negocio es próspero, y aunque no para de trabajar, Pepe tiene algun tiempo libre para ver fútbol (es más bético que sevillista) y ver película de vaqueros y del No&DO, las que más le gustan.
Su padre, un hombre con estrella: salvó la vida dos veces en dos días
Todo lo que sabe Pepe del mundo del pan lo ha aprendido de su padre, Miguel Rubio Muñoz, conocido como Miguelito “el de la bisa” (apodo heredado a su vez de su madre, Josefita “la de la bisa”) al que vemos aquí en su jaca, repartiendo el pan en angarillas por las calles de Dos Hermanas (al fondo, la casa de los Carazo).
En 1936, el día del Alzamiento, el alcalde Manuel Rubio Doval, primo suyo, lo llamó y le dijo: “Va a pasar algo muy malo. Haz una cosa, pero que no se entere nadie. Enciérrate en tu casa y no salgas pa ná”. Así se salvó de los primeros fusilamientos. Se escondió en su casa, la nº 8 de calle Fornet, mientras en el Ayuntamiento un regimiento de soldados se llevaba al personal municipal amarrado a las sillas de los caballos para fusilarlos al día siguiente en Sevilla.
Dos Hermanas fue tomada el 20 de julio. El 21, Miguel fue a entregar las armas, pero fue detenido y enviado a la Casa de Socorro para su posterior fusilamiento. Pero de nuevo la suerte se cruzó en su vida. Pasó por allí su amigo Manuel Andrés Traver y le dijo: “¿Qué haces tú aquí? ¡Vente conmigo al Ayuntamiento!” Y así salvó la vida por segunda vez en dos días. Allí trabajó muchos años como municipal, escribiente, guardia rural y hasta de ayudante del camión de riego.