Fue camarera del Simpecado de Nuestra Señora del Rocío durante muchos años
Seguimos hoy con esta pequeña biografía de Pepi Martínez Domínguez, Pepi Mendizábal, camarera que fue del simpecado de Nuestra Señora del Rocío de nuestro pueblo.
Y hay que hablar, en primer lugar, de la tradición rociera de su familia. Ya hemos dicho, en el capítulo anterior, que su suegro y su esposo arrastraban este cariño a la Reina de las Marismas desde que su suegro pasaba temporadas con sus tías Dolores y Patro en el rociero pueblo onubense de Bonares. Manolín Mendizábal pronto se integró en el fervoroso, intenso y complicado mundo rociero de Dos Hermanas, llegando a hermano mayor de nuestra confraternidad rociera entre los años 1978 y 1982. Su esposa fue primeramente camarera auxiliar con mi tía Pepita Alonso Muñoz, también muy recordada camarera de nuestro simpecado, de la nazarena gente de los ‘Pelaos’, la cual había ayudado a su vez a Aurora Orozco Franco, de la gente trianera tan rociera de los ‘Borojitos’, que han hecho larga historia en la hermandad rociera del arrabal sevillano de Triana y en la nuestra. Luego, fue nombrada Pepi camarera en el mandato de Manuel Japón Jurado, Manolo Japón, de la también muy rociera gente nazarena de los ‘Coloraos’. Por este tiempo también fue camarera Luisa Manzano, mujer de Eustaquio Santos que ocupó diversos cargos en la hermandad. Pepi fue camarera veintisiete años y compartió el cargo con otras como Encarni Ruiz Rodríguez, actual camarera, de la gente de los ‘Tizos’ o Rocío Alba Claro, esta última esposa de Jesús Miguel Torres Sánchez, que ha sido hermano mayor e hijo de otro de José Torres Salguero. Durante el mandato del citado Jesús Miguel acabó su mandato, entregándole luego el hermano mayor Raúl Romero Fernández un cuadro durante su gobierno, concretamente en abril del 2012.
No hace falta decir que Pepi era ferviente rociera y que volcaba en la Blanca Paloma todas sus ansias y problemas, visitándola diariamente en Santa María Magdalena en su simpecado. A éste procuró dotarlo de todo lo que necesitaba para su arreglo como las flores que de él cuelgan, los paños de su altar, etc. También encargó ropas de monaguillos para los cultos de la cofradía, muy singularmente para el triduo que se celebra en Pascua de Resurrección. Por cierto que, cuando ella murió, el 9 de marzo de este año de 2017, la hermandad le hizo entrega de tres ramos de las flores del simpecado que están depositadas dentro de su féretro.
Mas a su vez era ferviente valmista y le gustaba todo lo que concernía a la celestial protectora de Dos Hermanas. Le agradaba mucho su romería y disfrutaba especialmente en el camino. La familia paraba en la cuesta del Inglés donde disfrutaban agasajando a parientes y amigos. Pero, de la misma manera, acudía a la misa de romeros y dejaba a la Virgen de Valme en el Sagrario de Santa María Magdalena cuando se recogía pues hasta entonces no consideraba que acababa la romería. También hay que recordar que era prima hermana de una hermano mayor de Valme, del prematuramente desaparecido Rafael Martínez Galván, esposo de Carmelita Martín Íñigo.
Ya he citado muchas de sus grandes devociones pero me gustaría ahora nombrar al Gran Poder de Sevilla, del que iba al besamanos muchos Martes Santos, al Cautivo de San Ildefonso de Sevilla, antiguo del Convento de los Trinitarios Descalzos de Nuestra Señora de Gracia, al que visitaba el primer Viernes de marzo, y a San Judas Tadeo, abogado de lo imposible. Tres devociones, tres advocaciones, como vemos de mucha, de muchísima enjundia que concitan la devoción de una gran ciudad como Sevilla.
Igualmente, le gustaba el camino del Rocío que hacía con su familia y un grupo de amigos como Manolo Franco y su esposa Aguas Santas Gómez Sánchez, Manolo Japón Jurado y su mujer Viki y José Jiménez Polo y su mujer Ana. Manolín Mendizábal nos habla de los magníficos caminos que hacían.
Pero, de la misma manera, tenía sus amigas con las que compartía el rezo del Rosario que tiene lugar todos los viernes del año en la casa de hermandad. Entre ellas estaban Leli Claro, mujer de José Gómez Alcocer y Antonia Barbero, mujer de José Manuel Martín Postigo,
También nos gustaría hablar de su círculo de amistades más antiguo que en líneas generales suele corresponder, como en el caso de las anteriores, a nazarenas de su estilo y condición como Carmelita Redondo Carballido, mujer de Eduardo Moreno Pérez y su prima Mercedes Lozano Carballido, mujer de Juan José Blanco Jiménez –hijo éste por cierto de otra mítica camarera del Rocío como fue Dolores Jiménez Gómez ‘Lola Cocorera’ de también viejísima familia rociera de Dos Hermanas- Igualmente entre sus grandes amigas se encontraban Remedios Serrallé, mujer de Antonio Romero Monge ‘El Pollito’ e Isabel, mujer de Rafael Ruiz Perdigones, ambos componentes del grupo ‘Los del Río’. Ya en los últimos años, durante muchos años, se reunía en el conocido bar ‘La Tertulia’, del que ya hemos hablado en estas páginas, con un círculo de amigas muy nutrido. En él se encontraban la almonteña Ana Carrión Espinosa, hija de un alcalde de Almonte durante muchos años como fue Heliodoro Carrión Mondaca y esposa del abogado nazareno Isidoro Junguito Moreno, también hermano mayor del Rocío; María Rubio Ramos, de la gente de los ‘Huertos’, vieja familia de pelantrines y manchoneros nazarenos; Ani Sánchez, mujer del hermano mayor del Rocío ya citado Pepe Torres Salguero y madre del otro también nombrado Jesús Miguel Torres Sánchez; Carmen Caro, mujer de Paquito Hidalgo Reina; Ana María Hidalgo, mujer de Pepe Gómez Alonso, hermano mayor que fue de Valme e hija de José Hidalgo Barrios, Pepe Barrios, y de Carmelita; Ani López Gutiérrez, mujer de Francisco López González, ‘El Quito’, hija de Antonio López Sánchez, Antoñito ‘El Boticario’ y de Josefita Gutiérrez; Juani Romero, madre de Sole Millán, dueña de ‘La Tertulia’; Francis Alonso Muñoz, madre del que escribe estas líneas, hija de Antonio Alonso Madueño, teniente hermano mayor que fue del Rocío, de la gente de los ‘Pelaos’, vieja familia de pelantrines, y de Anita Muñoz Blanco, de antigua familia de carniceros de la plaza, y mujer de mi padre Manuel Calderón Martín, tesorero y fiscal que fue de Vera-Cruz igual que mi madre fue camarera del Cristo, etc. En fin, todo un elenco, un grupo de nazarenas de la misma condición y origen social. Supongo que habrán notado los lectores la vinculación de todas ellas al mundo de las cofradías sea por ellas mismas sea por sus esposos o, lo más común, por ambos caminos. Pero, de lo que no cabe duda, es de que a nuestra protagonista le gustaba mucho la tertulia en el bar con sus amigas, lo que desde un punto de vista sociológico y antropológico da muestras de sus sociabilidad y de como, estrechando estos lazos con ellas, hacía a su manera hermandad con este grupo de mujeres, tan ligadas mayoritariamente al Rocío.
Del mismo modo, nos gustaría decir a que hermandades pertenecía. Era hermana del Gran Poder y del Rocío, dos de sus grandes devociones como hemos visto en estos artículos. Por su parte, su marido es hermano del Gran Poder, de Valme, del Rocío, de la sevillana Soledad de San Lorenzo y de la también sevillana del Rocío de Triana. Nos gustaría también contar una triste anécdota que marcó mucho a Pepi como fue la muerte de Antonio Cabeza Cisma al salir de la Virgen del Rocío un Lunes de Pentecostés. Esa noche el matrimonio y Antonio Cabeza estaban sentados en el porche de la hermandad esperando que saliera la Virgen. Luego se encontró que salió de las andas de la Virgen y murió. Ello impresionó muchísimo como era de esperar a Pepi.
Por último, nos gustaría decir que, aparte de sus devociones, quizá y sin quizá su mayor afición, le gustaban también las labores de costura y la playa. Su playa, en concreto, era Rota, donde pasaba el verano. El matrimonio empezó a ir cuando se casaron y en esta localidad gaditana tenía un piso en propiedad.
En fin, sólo nos resta decir que este unido matrimonio celebró el 26 de octubre de 2015 sus bodas de oro con una misa en la Capilla de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder de nuestra ciudad. Luego, vino la enfermedad y la muerte que ha dejado desconsolados, y es fácilmente comprobable, a todos los que la conocieron. Su vida, la de una mujer sencilla y sin pretensiones, pero que sirvió a Dios, a su familia, y a su hermandad todo lo que pudo es modelo para una madre cristiana. Pepi ha sido también un modelo para las camareras del Rocío que la siguen en este proceloso mundo.