“En mi academia tengo niñas a cuyas madres y abuelas ya les di clases antes”

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Pepi Vaquero

Pepi Vaquero ha perdido la cuenta de a cuántos niños ha enseñado a bailar. Su ballet, que cumple 40 años, es un clásico en ferias y velás

El Ballet de Pepi Vaquero es una institución en Dos Hermanas. Ha cumplido 40 años. Lo creó, en 1984, una jovencita nazarena que por entonces tenía 16 años. 

Defíneme qué significa el baile en tu vida

El baile es mi pasión. Por eso soy feliz: porque hago lo que me gusta.

¿Recuerdas el día de la primera actuación del ballet?

Perfectamente. Fue el  18 de marzo de 1984. Se iba a inaugurar el supermercado “Todo Todo” y, antes de ser habilitado, se hizo un festival allí, la víspera del Día de San José. Era la primera vez que bailé yo sola con mis niñas, y fue un verdadero éxito.

¿Y desde entonces no has parado?

Tras aquella primera actuación vinieron fiestas de fin de curso en colegios, velaitas… y así, con solo siete miembros y casi sin pensarlo, se creó el ballet y ya llevamos cuarenta años. Vamos a actuar allí donde nos llaman y lo hacemos desinteresadamente.

¿No cobrais?

La mayor parte de las veces, no. Hay que distinguir el ballet de la academia. En la academia cobro por las clases. Pero solo una pequeñísima parte de esas niñas, las que más destacan, han formado parte del ballet.

¿Lo del baile te viene en la sangre?

Pues no. Mi padre, Manuel Vaquero, fue tonelero, albañil y después concejal con el Partido Comunista. Mi madre, Josefa Alonso, fue rellenadora en Ybarra y en Lissén. Mi abuelo materno, que era de Los Palacios, canturreaba, pero nadie en mi familia ha bailado. Yo de pequeña bailaba en el patio de la casa de mi abuela, y en las comuniones y en los bautizos.

Era el boom de las sevillanas. Mi hermana Loli y yo nos presentábamos a todos los concursos, pero siempre ganaban las niñas que aprendían en las academias. Así que con 12 años nos fuimos a la Academia de Baile de Esperanza “Filigrana”. Con ella aprendí a bailar y a tocar los palillos. Y casi sin darme cuenta comencé a enseñar a mis amigas y a los hijos de los maestros en las horas de recreo del colegio. 

Tus bailes son muy flamencas. ¿Cómo te iniciaste en el flamenco?

Con Antonio Zarandilla. Él fue mi mentor.  Entré a formar parte de su cuadro. Hacía pareja de baile con él. En la Discoteca Alfonso, la que está en La Palmera, actuábamos todos los días en verano. 

Tu academia es la más veterana de Dos Hermanas. ¿Cuántos niños han pasado por ella?

Pues no he hecho las cuentas. Va por épocas. Algunos años hay 100, otros hay 20. Multiplica eso por 45 años. Por aquí vienen niñas a cuyas madres di clases antes, y antes a sus abuelas. ¡Imagínate! Tengo una alumna, Anabel, que lleva 30 años conmigo.

¿Cómo funciona el ballet?

En septiembre comenzamos a montar lo que vamos a bailar a partir de mayo, que es cuando empieza la temporada de ferias y velás. En medio de eso está el Salón Internacional de la Moda Flamenca, el Festival de Academias, la Muestra de Villancicos y otros eventos en los que participamos.

¿Hay alguna norma que cumplir en tu ballet?

A todas les digo tres cosas antes de entrar. La primera: de la niña se hace cargo la madre, que es quien debe llevarla y traerla. La segunda: dinero no hay, pero el que haya se reparte a partes iguales, sin importar la antigüedad. Y lo último es que todos los sábados hay que venir a ensayar. 

Háblame del proceso de creación de tus coreografías, que a veces son muy arriesgadas.

Surgen a partir de una música que me atrae. Voy sintiéndola, imaginando movimientos y me pongo a bailar sola. Tiene muchas horas de trabajo. Desde que la imagino hasta que se hace como quiero  pueden pasar meses.

Me sorprende que no diriges al grupo desde fuera, sino que participas en las actuaciones.

Siempre lo hago. Es un compromiso. Me gusta bailar.

¿Nunca has pensado en bajarte del tablao?

He pensado mucho en dejar de bailar. “Este año no me hago el traje”, pienso. Ese momento llegará algún día, pero de momento ahí sigo.

¿Bailar te gusta más que coser? Porque es otra de tus pasiones, ¿no?

Sí, me dedico al baile por las tardes y a coser por las mañanas. Empecé con 16 años en un taller de costura y hago de todo: ropa de nazarenos, vestidos de flamenca, ropa de vestir … También diseño el vestuario del ballet, que actualizamos cada dos años.

Entonces, ¿se puede vivir del baile sin ser artista profesional? 

Pues sí, yo me he ganado la vida con mi academia. Y también he ido a dar clases allí donde me han llamado: en Entrenaranjos, en asociaciones de vecinos, en casas particulares de Las Portadas, en la Peña Flamenca de Las Ganchozas…  

Con el paso de los años tu ballet ha diversificado los bailes con salinas, colombianas, goyescas, soleás… y habeis actuado en tantos lugares que imagino que habrás coincidido con muchos artistas…

Sí, un momento importante fue cuando la Peña Flamenca Juan Talega nos llamó para que nos convirtiéramos en su cuadro flamenco. Yo era la directora. 

Con ellos recorrimos muchas peñas por toda Andalucía y eso enriqueció al ballet. Ahí conocí por ejemplo a Chano Lobato y a José Mercé. También es digna de mención la actuación que realizamos en el programa “Tal como somos” de Canal Sur, presentado por Tate Montoya. Otro momento muy emotivo fue actuar en la portada de la feria de Sevilla con los Cantores de Híspalis.

¿Qué es para ti tu ballet? 

Hemos creado tantos lazos de amistad entre todos que ya no es mi ballet. Forman parte de mi vida. Son mi familia. 

¿Nunca te ha tentado dar el salto al mundo del baile profesional? 

No, el mundo de los artistas y de la farándula nunca me ha atraído. “El Pavero” me vino a buscar varias veces para que me fuera con él. Se estilaba irse a Francia con los tablaos. Pero yo sé que la vida del artista flamenco es muy corta. Y yo siempre lo he tenido claro. Lo que me gusta es enseñar, no el mundo de los artistas. No me arrepiento y así soy feliz.

¿Y hasta cuando? 

¡Hasta que el cuerpo aguante!