Rafael “Campaña”, el panadero que volaba sobre la bicicleta

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“Campaña”
22-8-1955. Campaña, escapado en solitario, en una carrera en Alcalá. Detrás, la moto de la organización vigila para que no se tomen atajos.

 1963 

“El Águila de Dos Hermanas”, ahora que se ha casado, deja los pedales y se dedicará a organizar carreras

Rafael Márquez Negrete “Campaña” deja a los aficionados al ciclismo sin el placer de verle pedalear. Ya no le veremos desafiar al viento, levantarse del sillín con los dientes apretados y alzar los brazos en señal de victoria al pasar por la línea de meta. Lo hacía con tanta rapidez que se ganó el apodo de “El Águila de Dos Hermanas”, quizá también por sus dotes de gran escalador. Ha decidido casarse (su encantadora esposa se llama Ana Román Gómez) y a partir de ahora se dedicará a su panadería (en calle Alvarez Quintero), a sus chapuces de fontanería y a colaborar en la organización de carreras. “Que corran ahora los jóvenes”, le ha dicho a su amigo Antoñito Roque.

“Campaña”
1953. Ciclistas (entre ellos, “Campaña”) antes de una carrera en Los Jardines, con la iglesia y el casino al fondo.

Pareciera con esa frase que “Campaña” se retira por su avanzada edad, pero solo tiene 29 años (nació en 1934). Lo que sí acumulan sus piernas son kilómetros. Su idilio con la bicicleta se remonta a su infancia. Como no podía disponer de una propia, las pedía prestadas a Clemente o a Manuel Terrón, “el Niño Rey”, y cuando tuvo la edad necesaria se apuntaba a disputar carreras en Los Palacios, Alcalá, Utrera, Santiponce. En su casa atesora trofeos de todos esos pueblos; también de las carreras en las fiestas del Santiago y el “Santiaguito”, de Dos Hermanas.

Su infancia, sin embargo, no fue fácil. Una tuberculosis se llevó a su madre, Dolores Negrete, cuando él sólo tenía nueve meses de vida. Fue su abuela paterna, Encarnación Díaz Tinoco, quien le crió. Nieto e hijo de panadero, también él se forjó en el oficio.

“Campaña”
1955. Una multitud observa, en El Fielato de Dos Hermanas, el paso por línea de meta de Rafael Márquez “Campaña”.

Con el aroma a pan recién horneado llegaba al Ave María y al colegio del Cementerio, donde estudió. Cuando le entró la fiebre ciclista, salía de la panadería por la mañana y, sin dormir siquiera, se iba a las carreras o a entrenar, con un bocadillo en el bolsillo, el agua en un bote de aluminio y, a la espalda, a modo de mochila, su tubular de repuesto por si pinchaba. Se sabe de memoria el recorrido Dos Hermanas-Jerez-Rota y vuelta. Lo hacía casi a diario.

“Campaña”
Rafael conduciendo una Vespa y con un banderín, abriendo paso a una carrera, a la altura de la Venta El Fielato. Tras él va montado Antonio Arriate.

No hay grandes deportistas sin sus fracasos. También Rafael los tuvo. Como aquella vez en que iba escapado en una carrera que partía de Utrera, atravesaba Dos Hermanas y acababa en el castillo de Alcalá. Al pasar por El Tomillar, pidió a Curro Vicario, que iba en moto, que le echara agua por encima. Pero el bote voló y le golpeó en la boca, partiéndole el labio y dejándole una señal que todavía luce. Sin detenerse, cortó la hemorragia con papel de fumar, pero el pelotón le alcanzó. Le dieron “el trofeo de la desgracia”.

Hablaremos con Rafael cuando regrese. Ahora está en Gerona, adonde se ha ido (en moto, con su esposa detrás) de luna de miel.