Rosario Izquierdo es socióloga y escritora y la responsable de los Talleres de Escritura Creativa de la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento nazareno
El próximo miércoles día 15 de diciembre, a las 18.00 horas, el Centro Cultural La Almona, acoge la Presentación de la última novela de Rosario Izquierdo, ‘Lejana y Rosa’ (Ed. Comba, 2021).
La presentación de este nuevo libro de Rosario Izquierdo se realizará en el marco de la sección «Encuentros con Escritoras de Hoy», organizado por el Taller de Tertulia Literaria del programa Aprendiendo Juntas de la Delegación de Igualdad del Ayuntamiento de Dos Hermanas.
La autora de «Diario de Campo» y «El hijo zurdo», novelas con gran éxito de crítica, vuelve al territorio de su niñez, las Minas de Riotinto, a una imaginaria Tarsis y un paisaje desdibujado que va del amarillo al rosa sucio, para contarnos la historia de Carmela Estévez en tiempos de la explotación minera por los británicos.
El acto estará presentado por Charo Torres, responsable del taller de Tertulia Literaria.
La entrada a este evento, que estará amenizado por música en directo a cargo del dúo Eurídice (violín y chelo), será libre hasta completar aforo.
Rosario Izquierdo Chaparro, es socióloga y escritora. Nació en Huelva y creció en Minas de Riotinto. Estudió Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como socióloga en zonas desfavorecidas de Madrid, Huelva y Sevilla.
Desde 1995 vive en Dos Hermanas, donde actualmente trabaja en la Delegación de Igualdad como responsable de los Talleres de Escritura Creativa y en diversas tareas de comunicación.
Rosario Izquierdo se define como feminista. Sus aficiones son: la lectura, la escritura, la jardinería, caminar, cocinar y la buena conversación.
Ha publicado artículos de opinión y ganado concursos de relato, cuento infantil y poesía.
Rosario Izquierdo responde a nuestras preguntas:
¿Cuándo y por qué decide escribir?
Comencé a escribir antes de los 10 años. En casa, además de libros, había un legado de música y poesía de mi abuelo materno, Jesús Chaparro Wert, que me transmitieron desde pequeña.
La escritura se dio en mí como una prolongación espontánea de la lectura, estimulada por maestras que en la escuela nos hacían escribir, y tienen todo mi agradecimiento por ello. Ojalá eso se hiciera ahora en todas las escuelas.
El hecho de continuar escribiendo a lo largo de la vida ya no es tan fácil de explicar. No hay un solo porqué. Con el tiempo se van sumando motivaciones nuevas.
¿Qué van a encontrar los lectores en «Lejana y Rosa»?
Entre otras cosas, un episodio del siglo XX poco conocido fuera de Huelva, pero que tuvo consecuencias no sólo en la provincia sino en la economía y el movimiento obrero de Andalucía y España: la colonización británica de las Minas de Riotinto, que yo convierto en un territorio imaginario, Tarsis.
La novela explora la convivencia y los conflictos entre la comunidad británica y la española en la década de los 20. Por otro lado, sucede también durante la Transición política española, a finales de los años 70.
Por esas épocas nos guía la protagonista, Carmela, al contar su descubrimiento adolescente del amor, el sexo, la escritura y la historia de su pueblo, transmitida por su abuela y por otras voces que cobran peso en la novela.
Se trata de su tercera novela, ¿qué diferencias hay entre sus obras?
Las protagonistas de mis novelas son mujeres que miran y cuentan el mundo desde su lugar en él, y que tienen otras preocupaciones más allá de las amorosas.
Tiendo a escribir sobre relaciones entre mujeres diversas y sobre espacios sociales que suelen ser invisibles. La ficción es una buena herramienta para poner el foco en mujeres olvidadas, cuyas vidas reflejan el espíritu de su tiempo mejor que las vidas de las celebridades, aunque la historia casi nunca las haya tenido en cuenta.
Me gusta construir personajes vivos, pegados casi siempre al presente, a lo que sucede o podría estar sucediendo ahora. Intento que cada novela aporte algo nuevo, porque si no me aburriría. En algunas, la trama tiene más peso. En otras, como sucede en «Lejana y Rosa», miro al pasado y me alejo del presente, para intentar comprenderlo mejor.
¿Algún otro proyecto literario?
Sí. Estoy escribiendo ahora mi cuarta novela, y trabajando en otros proyectos que me ilusionan pero de los que todavía no puedo hablar.
¿Qué significa para usted escribir?
A veces he dicho que para mí escribir es la manera natural de ordenar la experiencia. En fin, a estas alturas ya es una manera de vivir. Y está también la necesidad de comunicar, de compartir lo escrito. Desde que publico novelas, esta comunicación está siendo muy enriquecedora porque va sumando nuevos significados a mi escritura y además me permite conocer a personas estupendas que valoran mi trabajo y que también me interesan a mí.
¿Y la literatura?
La literatura forma parte de esta manera de vivir, en realidad no distingo los límites entre vida y literatura. No me imagino la vida sin leer, sin sumar esas otras miradas y mundos que ponen los libros a nuestro alcance. Tampoco sin escribir: sin pasar por ese filtro mi propia mirada sobre el mundo.
¿Qué prefiere, ficción o realidad?
Esos límites también son difusos. La realidad es movediza, depende del punto de vista, desde qué lugar la miramos y la contamos. Prefiero siempre la verdad, la autenticidad, en todo lo que leo, ya sea ficción, poesía, ensayo…
¿Algún autor o autora que siga con interés?
Desde hace unos años leo y releo más a mujeres que a hombres, por llenar el vacío de un legado muy rico que se nos ha negado y ahora se está recuperando gracias al feminismo.
Algunos nombres: Emilia Pardo Bazán, María Teresa León, Luisa Carnés, Concha Alós. Mi último descubrimiento: Vivian Gornick, a quien estamos leyendo ahora en los talleres.
De escritores españoles vivos, elijo sin dudar, y hasta la relectura, a Isaac Rosa y Alfons Cervera. De escritoras podría nombrarte a muchas más de dos pero, por no alargarme demasiado, me interesa todo lo que hace Belén Gopegui, me encanta la escritura de Isabel Bono, y quiero señalar a Natalia Carrero por su frescura y originalidad, y por lo mucho que deseo siempre un nuevo libro suyo.
¿Cree que en la escritura y en la lectura está la libertad?
Depende de qué lecturas y qué escrituras. Las buenas lecturas, las que perduran y no son una moda pasajera, nos abren la mente, la imaginación y el espíritu crítico, y en ese sentido nos hacen más libres.
La escritura para mí es un territorio de libertad tal y como la vivo, sin tener presente la idea de éxito comercial. Me parece cada vez más importante ejercer la libertad de no dejarnos llevar por los imperativos del mercado a la hora de leer ni de escribir. Merece la pena ejercitarse en esa libertad.
¿Cuáles son los principales pilares en sus Talleres de Escritura Creativa de la Delegación de Igualdad?
Ten en cuenta que estos talleres se proyectan desde una institución pública, el Ayuntamiento de Dos Hermanas, y en el marco de un Plan de Igualdad. Trabajo por tanto con muchos objetivos que son los de la Delegación de Igualdad y surgen de fuertes convicciones feministas.
Me siento afortunada por haber encontrado allí a personas que vieron y ven la necesidad de incorporar este proyecto cultural al programa Aprendiendo Juntas: la anterior concejala de Igualdad y Educación, Toni Naharro, y Rafael Rey, el actual concejal.
Trabajar desde lo público permite que el precio sea simbólico y hace accesible un recurso que en otras ciudades suele ser caro y por tanto elitista.
Programar talleres de escritura creativa desde la perspectiva de género tiene muchas implicaciones: por un lado, permite intervenir culturalmente ofreciendo a las mujeres la posibilidad de empoderarse a través de la escritura, una práctica que sin duda estimula el desarrollo personal.
Hemos sacado a mujeres del aislamiento, trabajamos con el poder del grupo para crear lazos de apoyo entre ellas, valoramos la expresión de las mujeres de bajo nivel educativo, que realizan una escritura testimonial muy enriquecedora también para las otras, contando sus duros trabajos como niñas aceituneras y en las fábricas de yute de Dos Hermanas
Por otro lado, está el objetivo de dar a conocer la obra de grandes escritoras que han estado fuera del canon patriarcal de la literatura, incorporándolas, estudiándolas.
Partiendo de esa base o de esos pilares, como dices, ofrecemos los contenidos específicos propios de los talleres de escritura creativa, y la mujer que tenga verdadera vocación literaria sabrá aprovechar la experiencia del taller para reforzarse como escritora, crear relatos y novelas propios y buscarse un lugar en el mundo editorial, como ya ha sucedido en varias ocasiones.
Por ejemplo, este viernes 17 de diciembre, a las 18.00 horas, una de mis alumnas, Rocío Cala, presenta en la Librería Valme su primer libro de relatos de ciencia ficción: «Retazos de otras realidades». Y allí estaremos, claro, dándole todo el apoyo que ella y su estupendo trabajo merecen.
¿Qué enseña a sus alumnas?
Parto de un objetivo que me parece importante: aprender a leer para aprender a escribir.
No desligo la lectura de la escritura e intento ir más allá de las técnicas narrativas de la novela o del cuento que, por supuesto, están. Hay talleres muy técnicos donde todo parece demasiado encapsulado, como si hubiera fórmulas mágicas para escribir bien. Yo prefiero alimentar el espíritu crítico ante lo que se lee, y orientar para que vaya fluyendo la escritura hasta encontrar una voz propia.
La verdad es que no sé si aprenden mucho de mí. Suelo decir que poco puedo hacer más allá de transmitirles mis gustos, como lectora y escritora, por un estilo depurado y una literatura que contenga verdad.
¿La escritura puede ser un instrumento para conseguir la igualdad real?
Siendo optimistas, sí. Cualquier manifestación cultural puede serlo. Ya hemos visto y vemos cada día cuánto poder tiene la cultura para afianzar los procesos de desigualdad y hacer que los naturalicemos, anulando nuestra capacidad de reacción.
Tenemos como ejemplo las novelas y películas románticas o las que no cuestionan la desigualdad de clase ni el reparto injusto de la riqueza. ¿Por qué no lo contrario? Si puede adormecer conciencias, debe poder despertarlas.
No se trata de hacer literatura empapada de moralina, que no me interesa en absoluto. Pero sí de ser conscientes de que estamos creando representaciones culturales, explorando cómo habitamos el mundo y cómo podríamos habitarlo. Un libro que cambie en algo a quien lo lee y le haga reflexionar sobre la desigualdad, tiene ya un potencial, aunque sea mínimo, como instrumento de intervención social en ese sentido que dices.
Bajo su punto de vista, ¿Qué más ingredientes hacen falta para que se produzca?
Los cambios sociales continuos tienden a aumentar la brecha entre gente rica y pobre, debilitando el estado de bienestar (donde haya llegado a existir), y cada vez más personas van quedando excluidas, conforme la naturaleza se destruye.
Es imposible frenar esas dinámicas sin contar con el potencial humano y económico de las mujeres. Sin igualdad de género no conseguiremos resolver la desigualdad económica ni la deshumanización creciente.
Me interesa el componente humanista del ecofeminismo, que da valor al entorno y al ser humano, sea cual sea su sexo. Necesitamos que se nos valore, que nuestros cuerpos no sean considerados mercancía para vientres de alquiler o prostitución, e implicar a los hombres en el sistema de cuidados, que debe ser revalorizado, porque es la base. Dar una educación de calidad, desde la infancia, para una auténtica ciudadanía que sepa respetar a las personas y al medio ambiente.
Todas y todos tenemos potencial para ser agentes de cambio en nuestra vida cotidiana. Somos responsables de lo que consumimos, de lo que votamos, de cómo tratamos a las personas que nos rodean.
Hay que exigir a las instituciones, empresas y medios de comunicación que ejerzan su responsabilidad ante la desigualdad de género.
Debemos educar a los niños y niñas en igualdad y participar activamente ante las injusticias. Es duro comprender cómo es posible que no haya un clamor ciudadano ante los asesinatos de mujeres, las violaciones y algunas sentencias injustas que tenemos que sufrir por parte de una judicatura reaccionaria y machista.
Y cómo la ultraderecha intenta, desde la ignorancia más cerril, ridiculizar y anular el feminismo, algo que en ningún caso conseguirá, porque junto con el ecologismo se trata de los dos movimientos más poderosos y revolucionarios del siglo XX y de lo que llevamos del XXI.