José Benítez ha cogido la escoba y ha comenzado a barrer el suelo de la taberna. Es la cotidiana y sutil manera de comunicarle a la clientela que “Techo Bajo” cierra sus puertas por hoy. Los últimos parroquianos, que echaban una partida de rano en el patio, han apurado el pesetero de Almendralejo (vino blanco, de “a peseta”) y enfilan las calles Alcoba, San Alberto o Botica. Se escuchan las campanas de la iglesia dar las 11 de la noche. Sobre los adoquines de la calle Marcelo Spínola apenas rueda ya algún vehículo hacia El Arenal o La Venta Las Palmas. José echa el cierre y, junto a su hijo Pepe, se dirige, dejando atrás la tapia de Lissén, a su casa de La Pólvora, donde le espera su esposa, Carmen Calvo. En unas horas, a las 6 de la mañana, recorrerá el mismo itinerario a la inversa para abrir de nuevo y servir los primeros vasos de coñac y aguardiente. Es lo que hace este mairenero (de Mairena del Alcor) todos los días desde que, el 17 de octubre de 1944, llegó a Dos Hermanas: primero para ser camarero del establecimiento, después para alquilarlo y por último para convertirse en su propietario.
A pesar de la monotonía, ningún día es igual a otro en esta peculiar taberna. La primera singularidad está en su nombre: fueron los clientes (y no el dueño) los que la bautizaron como “Techo Bajo”. Al abrir, en 1944, los propietarios de entonces lo llamaron “Casa Higinio”, pero en 1947 se rellenó el piso para elevarlo (ya que el local había sido un taller de tonelería) y tanto subió el nivel del suelo que las cabezas quedaban muy cerca del techo. Así de simple: se le quedó lo de “Techo Bajo”.
Faeneros y catedráticos
El lugar es pequeño (se diría que casi claustrofóbico) pero rezuma encanto y sensaciones. No sólo por los aires marineros que evoca el vendedor de camarones y cangrejos, por la cantinela del “Tucán” declamando números para sus rifas, por los almanaques atrasados y los carteles de toros amarilleando en las paredes; no solo por las tinas con agua y nieve para enfriar el vino, por los barriles montados en las taranguelas, por la pizarra de los “fiaos” escritos a tiza o el aviso de “Prohibido el cante y la blasfemia”. También, y sobre todo, por el misterioso modo en que, traspasando una de sus dos puertas, se difuminan las diferencias sociales, si las hubiere: se mezclan, jugando al tute, faeneros y oficinistas; al rentoy, albañiles y militares. Acompañando el vino con una peseta de bacalao en papel de estraza (de la pescadería de Lola), el pintor Manolo Pachón ha recargado con gasolina, por 10 céntimos, el mechero del capitán Pino. De su variopinta clientela forma parte hasta un catedrático (Luis León) que, en animada tertulia, discute con “Porro”, el lotero, sobre la última faena de “El Cordobés”.
Camino de casa, José repasa estas y otras imágenes del día. Hoy la jornada tuvo algo de especial. Ahora que se está poniendo de moda la cerveza, ha estrenado un serpentín de estaño para escanciar Cruz del Campo de barril. La gente la pide bien fresquita en jarras de litro. ¡Modernizarse o morir…!
Pepe ha comprado un televisor para ver a España en el Mundial de fútbol
Poco a poco la taberna va adaptándose a las nuevas tecnologías. Primero fue la radio (gracias a la cual los nazarenos siguieron aquí, etapa tras etapa, la gran gesta de Bahamontes al ganar el Tour de Francia de 1959) y ahora Pepe, con muy buena vista, acaba de comprar en “Bazar Créditos Romanos” un televisor PYE de 24 pulgadas. En breve comienza el Mundial de fútbol de Chile 1962 y España se enfrentará en la primera fase a Italia, Hungría y Yugoslavia. La clientela está entusiasmada con la posibilidad de ver en directo los partidos del combinado de Helenio Herrera con los incomparables Gento, Di Stefano, Peiró, Puskas y Luis del Sol. La siguiente sorpresa será comprar una nevera para enfriar el vino con barras de nieve. Pepe está al habla con el representante de Bazar España y, en vez de pagarle con dinero, ha acordado intercambiarla por su motocicleta Mobylette.
En la fotografía se aprecia en primer plano, el mostrador de maspostería con azulejos amarillos y la tapa de madera de caoba. Los personajes, elevados con respecto a la clientela gracias al doble suelo de madera, son, desde la izquierda: Pepe Benítez Calvo (hijo del propietario), Manuel Pachón, “Forrollo”, Manuel Rangel, José Benítez Moreno (dueño del bar), José Sierra y el panadero Luis Ramos.