Juan Martínez Alcalde fue un gran devoto de Santa Ana y de la Virgen de Valme
Vuelvo hoy a la serie de artículos que dedico a tres grandes cofrades sevillanos, el artista José Asián Cano y los historiadores Juan Martínez Alcalde y José González Isidoro. Y hoy me voy a centrar en la figura de Juanito Martínez, como era conocido por sus amigos y por el mundo cofradiero de Sevilla. No exagero desde luego si digo que para mí fue un maestro pues sus libros me enseñaron mucho sobre cofradías, muy particularmente sobre mis queridas hermandades de gloria. En efecto la afición a las cofradías letíficas me viene desde muy niño y se aumentó con las lecciones de mi tío Manuel Castro Caro, uno de los más grandes cofrades de Dos Hermanas, y con la lectura de las obras de Juanito. Después he tenido el privilegio que, como yo lo he citado a él en mis obras, él me haya citado a mí en las suyas. Además, tengo que decir que considero el amor a las imágenes y procesiones de gloria propio de capillitas selectos y cultivados, que no sólo piensan en las procesiones de Semana Santa sino que intentan vivir su fe rindiendo culto a María y a su Divino Hijo en otros momentos de la vida de Cristo más alegres y entrañables. Valoro, pues, mucho las advocaciones letíficas y, desde luego, he intentado pasarle e inculcarle esta devoción a los muchísimos jóvenes que han sido mis catequizandos o que me han acompañado a ver procesiones.
Pero tengo que hablar de Juanito. Nació en su famosa casa de la calle Cedaceros de Sevilla el 18 de diciembre de 1948, precisamente un día tan señalado como el de la fiesta de la Expectación de María. Fue bautizado ante Jesús de la Pasión en la Parroquia excolegial del Divino Salvador junto a imágenes marianas que para él supusieron tanto como la de las Aguas, la Merced de Pasión y la del Voto de Pasión, dos imágenes letíficas la primera y la tercera y una dolorosa, la segunda. Sus maestros en la vida cofradiera fueron sus tíos José Martínez Guirao y María Alcalde García. Estudió primeramente en el Colegio del Santo Ángel de las Hermanas del Santo Ángel de la Guarda que se encontraba entonces en la calle San José y que hoy está en el barrio de Santa Clara. Luego estudió en el prestigioso y duro colegio San Francisco de Paula. Por último estudió la licenciatura en Geografía e Historia en la especialidad de Historia del Arte, acabando en 1971.
Fue hermano de las hermandades de la Amargura y de la Divina Pastora de Santa Marina en la que ingresó en recuerdo de su tío. Se trata, ya es sabido, por dos de las grandes cofradías de Sevilla, una penitencial y otra letífica. Pero también pertenecía a una humilde cofradía como la de la Antigua del Divino Salvador que aparte de rendir culto a la Virgen de la Antigua y a San Antonio de Padua, se dedica a ayudar a los conventos de monjas de clausura, siempre tan necesitados y que con su oración y su presencia vivifican toda la diócesis y traen a ella la ayuda divina.
Pero si, Juanito era de estas tres cofradías y se encontraba en su nómina pero también le gustaban todas las cofradías fueran penitenciales, letíficas o sacramentales y a todas ayudaba. Se dedicó en cuerpo y alma a fomentarlas, muy especialmente las de gloria, muy numerosas pero que sufrieron una crisis muy fuerte en los años sesenta. En efecto, como todos sabemos la mayoría dejaron de salir unos cuantos de años.
Pepe Isidoro, el otro gran historiador del que ya hablaré la semana que viene, contaba que sólo once no habían dejado de salir: las cuatro María Auxiliadoras de los Salesianos de la Trinidad –la llamada con cariño ‘El Pirulí’-, los Salesianos de Triana, las Salesianas de Nervión y las Salesianas de la calle San Vicente, y las populares y hermosas Carmen de San Gil, Alegría de San Bartolomé, patrona de esta feligresía, Reina de Todos los Santos, titular y patrona de la Parroquia del Omnium Sanctorum y el Rosario de la Macarena, fundada en 1704 y fusionada en 1792 con la Esperanza Macarena, amen de las filiales del Rocío, la de Triana y la del Salvador.
Juanito escribió innumerables artículos en revistas como una de culto hoy en día, Tabor y Calvario o el Boletín de Hermandades y Cofradía de Sevilla, en las que también he tenido la suerte de colaborar. También escribió en Miriam, la revista mariana de los Carmelitas Descalzos. Pero, sobre todo, destaca por haber escrito muchos libros, claves para comprender la Religiosidad Popular Sevillana. Citaremos ‘Hermandades de Gloria de Sevilla. La historia, el patrimonio y sus imágenes’(1988), ‘Anales histórico-artísticos de las hermandades de gloria de Sevilla’ (2011), ‘La Virgen de los Reyes (1989), Imágenes sevillanas de la Virgen (1991), ‘Sevilla mariana’, ‘Apuntes histórico-artísticos de la Primitiva Hermandad de la Divina Pastora y Santa Marina’ (2006) e ‘Imágenes pasionistas de Sevilla que no procesionan’ (2009).
Juan era conocidísimo en Sevilla donde tenía una gran influencia. Citaré por ejemplo que conoció y trató a los imagineros Sebastián Santos, Antonio Illanes, Francisco Buiza y Luis Ortega Bru pero también tenía una gran amistad con otros muchos historiadores. A mi me tenía un particular aprecio del que dio muestras en muchas ocasiones alabándome no sé si merecidamente.
Juan recibió varios premios como el de Investigación de Pasión en Sevilla, que le fue entregado el 26 de marzo en un multitudinario acto en el Teatro Lope de Vega al cual asistí, siendo por cierto el primero que lo salude una vez llegó en silla de ruedas al teatro. Ese mismo año el 15 de octubre falleció este nuestro gran maestro y amigo. Fue velado en la Capilla de San Bernardo del hospital de los Viejos en la calle Amparo, donde reside nuestra Pastora de Santa Marina, a la que tanto quiso.
Pero me interesa mostrar la vinculación que tuvo con Dos Hermanas. Juan era un enamorado de Santa Ana y la Virgen de Valme y recuerdo le gustaba decirme que nuestro pueblo tenía una gran suerte en contar con una patrona y una protectora, ambas góticas y de tanta valía. Recordaba muy bien la coronación de la Virgen que le impactó mucho. Hay que recordar que él en 1974 con 26 años fue cronista de la coronación de Nuestra Señora de la Hiniesta, patrona del ayuntamiento de Sevilla, y que en su libro de 1988 propuso la coronación de la Pura y Limpia del Postigo, la cual vio coronarse.
Desde luego diré, pues todo hay que decirlo, que el manto de la coronación de nuestra Virgen de Valme no le gustó –es el blanco bordado con espigas de oro- para el acto pues lo consideraba muy sencillo, lo que es indudable aunque a nosotros, los nazarenos, nos guste tanto por unirlo a la coronación de nuestra Virgen. Él para esta ocasión hubiera deseado uno más lujoso.
También diré que le gustaban mucho las cofradías penitenciales de Dos Hermanas. Le encantaba Vera-Cruz en lo que le alabo el gusto y también le gustaba mucho la Oración en el Huerto. Recuerdo un miércoles santo que una vez vistas las cofradías de Sevilla lo recogí para ver la entrada de nuestra popular cofradía con esa espectacular entrada del barco del paso de Cristo y el palio de nuestra querida Dolorosa. Le gustó mucho verla en la calle y yo, tan apegado a esta cofradía, casi como lo estoy a Vera-Cruz, disfruté mucho viendo que él disfrutaba.
En fin, acabo ya este pequeño artículo. Sólo me resta decir que Juan contó con el apoyo y aprecio de Sevilla, lo que cuenta más porque Sevilla es una ciudad difícil y muchas veces es ingrata con sus hijos. Juan la amó mucho y de camino, él, impenitente viajero sintió cariño y aprecio por el resto de Andalucía y España y por el extranjero. Él no sólo conocía el mundo de la Religiosidad Popular de su patria chica y de nuestro país sino que estudió y acogió en su fértil mente la manera de vivir la fe de personas de todos los puntos cardinales de la tierra. Su labor, desde luego, fue reconocida y Sevilla, por ejemplo, le ha dedicado una calle. No menos se merecía este su gran historiador.