Pepe González Isidoro fue un gran historiador del Arte, miembro de una gran familia sevillana
Acabo hoy con la serie de artículos que he dedicado a grandes sevillanos que amaron mucho a Dos Hermanas y sus tradiciones y que, además, dicho sea de paso, me honraron con su amistad.
Y hoy acabaré con ese gran historiador del Arte que fue José González Isidoro, Pepe Isidoro como era conocido por todos. Nació en Sevilla en 1955, hijo de José y Enriqueta. Ha muerto el 21 de octubre del 2018 tras una cruenta enfermedad. Su muerte a una edad tan temprana para estos tiempos como es sesenta y tres años ha conmocionado a todo el mundo cofradiero y al mundo de nosotros, los historiadores, entre los que era muy conocido y apreciado.
Pertenecía a una muy conocida familia de la burguesía y la nobleza sevillana y era nieto del médico José González y Fernández de la Bandera, perteneciente durante la Monarquía de Alfonso XIII al Partido Liberal y que fue concejal de Sevilla, siendo más tarde en 1931 elegido alcalde por el Partido Radical gobernando en Sevilla hasta 1933. Fue, por ejemplo, el alcalde que le puso la calle a la gran bienhechora de los pobres, Sor Ángela de la Cruz. También hay que decir que murió en la represión franquista, perdiéndose un hombre moderado.
Pepe estuvo casado con María Victoria Herrera Ballesteros, su magnífica compañera y fue padre de dos hijos, José y María Victoria, en los que inculcó desde pequeños su gran amor a Sevilla. Recuerdo perfectamente a Pepe llevando en brazos a ver procesiones a su hijo Pepito, un verdadero querubín y tan sabio que se atrevía a alternar con los jóvenes y los adultos ya desde muy niño. Era un niño sabio y además lo más llamativo es que no era en absoluto pedante. En ello salía a su padre que siendo un genio desdeñó todo el oropel mundano.
Este gran sevillano fue un gran historiador del Arte, uno de los mejores de la Sevilla de los siglos XX y XXI, unánimemente reconocido por su valía. En su producción se encuentran numerosísimos artículos en revistas de localidades como ‘Carel: Carmona’ de esta ciudad, el ‘Boletín del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla’ y ‘Tabor y Calvario’, esta última hoy verdadera revista de culto, ambas de Sevilla, ‘Tocina: estudios locales’de Tocina y ‘Exvoto’ de Almonte. En cuanto a obras colectivas, escribió los capítulos ‘La imaginería’ y ‘El siglos XVIII en San Juan de la Palma 1723-1808, una etapa crucial’ en la obra colectiva ‘Amargura’ sobre los titulares de la conocida cofradía de Sevilla de este título residente en la antigua parroquia de San Juan de la Palma, hoy iglesia filial de San Pedro, También escribió el capítulo ‘Notas para la Historia del Arte en Carmona’, en ‘Carmona y su Virgen de Gracia’. Escribió varios libros como ‘Benito Hita del Castillo (1714-1784) Escultor de las Hermandades de Sevilla’ (1986). En colaboración escribió la magnífica guía ‘Carmona. Ciudad y Monumentos’ (1993) en colaboración con Juan Fernández Lacomba, Antonio Calvo Laula y su gran amigo Antonio García Fernández. En esta bellísima obra escribió el capítulo ‘Memoria de los edificios’. También con Antonio García Fernández escribió el libro ‘Las imágenes titulares de la cofradía carmonense de la Humildad y Paciencia contribución al estudio de la escultura sevillana del siglo dieciocho’ (1983), obra donde adscribió el Señor de la Humildad y Paciencia y la Virgen de los Dolores, bellísimos y devotísimos titulares de la Cofradía de la Humildad al entonces bastante desconocido José Montes de Oca,
Pero si queremos hablar de Pepe no sólo nos podemos centrar en sus obras, en sus escritos, tan valiosos y que mostraban a un gran cofrade, a un gran historiador del Arte y a un gran sevillano. Tenemos que fijarnos en su manera de ser, tan peculiar y llamativa. Destacaba mucho porque dató y adscribió muchas obras de Arte no sólo usando numerosa documentación sino también adscribiendo imágenes a determinados autores fijándose en las obras documentadas. Así adscribió imágenes a José Montes de Oca y León (1668-1754) –como ya he dicho anteriormente-, Benito Hita del Castillo (1714-1784) o un autor todavía no bien conocido como Jorge Fernández Alemán, que vive entre finales del XV y el XVI u otro tampoco muy conocido como el genovés Juan Bautista Patroni y Quartín, que tiene, eso si, una obra muy famosa como las mujeres del misterio del encuentro en la calle de la Amargura de la cofradía sevillana del Valle. Pepe tenía muy buena vista para las atribuciones, lo que no me resulta tan extraño si pienso la gran cantidad de imágenes que estudió dentro y fuera de Sevilla. Pero, sobre todo, destaca una atribución, nada más y nada menos, que la de la Virgen del Rocío. Es muy difícil saber de que fecha es la imagen. El historiador y gran estudioso de temas rocieros Juan Infante Galán sostuvo que Alfonso X el Sabio levantó una ermita dedicada a Santa María en un lugar de caza denominado de Las Rocinas, entre 1270 y 1284, fecha en la que edificaba la parroquia de Santa Ana de Triana (Sevilla), con cuya titular relaciona la imagen de la Virgen del Rocío. Don José Hernández Díaz, el tan recordado historiador del Arte, catedrático de la Facultad de Geografía e Historia de Sevilla, observando lo único que se puede ver de la imagen, es decir, la cara y las manos, sostenía que se trataba de una efigie gótica de las postrimerías del XV. Mis también amigos e historiadores del Arte Juan Miguel González Gómez y el sacerdote Manuel Jesús Carrasco Terriza datan a tan celestial Señora a fines del siglo XIII, hablándose ya de la ermita de la Virgen en el ‘Libro de Montería’ de Alfonso XI, obra que se cree compuesta entre 1340 y 1348. Además las crónicas del mismo Onceno citan una cacería del rey castellano en aquellos sotos, cuando en el año 1337 “volvió a campear contra Portugal”. También se habla de la Virgen en el testamento de la vecina de Niebla Urraca Fernández, fechado el 10 de febrero de 1349, en el que deja dos maravedíes para la obra de la ermita de la entonces llamada Santa María de las Rocinas, hoy Santa María del Rocío. Pues bien, frente a esta teoría, que yo particularmente he apoyado fijando la realización del simpar simulacro –como diría el tan recordado José Hernández Díaz- entre fines del XIII o principios del XIV, en base a los documentos que antes he aludido, Pepe atribuye la imagen a gran Jorge Fernández Alemán, todavía bastante desconocido, que vivió a caballo entre siglos XV y XVI. Pero no puedo entrar en detalles sobre esta atribución. Remito al estudio de Pepe en la revista ‘Exvoto’, interesantísimo proyecto de la Hermandad Matriz de Almonte, dirigido por el almonteño y prolífico escritor Santiago Padilla Díaz de la Serna, en la cual un gran números de historiadores hemos escrito sobre la Patrona de Almonte, Pues bien en el número 7 del pasado 2018 de esta prestigiosa revista, obra que se encuentra todavía fresquita en los anaqueles de las librerías o en una magna obra de culto se habla de su antedicha atribución. Pero antes en el magnífico libro ‘Regina Mater Misericordiae’ –Reina Madre de Misericordia-, en el que también colaboré, y que responde a un proyecto organizado por Ramón de la Campa Carmona y respaldado por el obispado católico de Gibraltar, también se atribuye a la Virgen al mismo autor.
Otra característica más pintoresca que otra cosa es que Pepe que era de genio pausado, muy amable y apacible, cogía grandes enfados cuando las cosas se hacían mal en el mundo de las cofradías. Lo pasaba francamente mal.
Mas lo que tengo que decir y lo que más me alegra es que este gran profesor de Enseñanza Secundaria, gran historiador del Arte, gran sevillano y gran amante de Dos Hermanas que fue Pepe Isidoro, fuera reconocido en Sevilla considerándole gran experto en Montes de Oca, Hita del Castillo, Fernández Alemán, en historia de Carmona, historia de las cofradías de Sevilla y de Carmona y ya, por último en gran historiador de la Virgen del Rocío, con la anuencia de las Hermandad Matriz del Rocío de Almonte, que ha visto en él un magnífico historiador y colaborador.
Pero tengo que decir algunas palabras sobre su relación con Dos Hermanas. Era gran admirador de las imágenes de la Virgen de Valme y Santa Ana, a ambas las quería como grandes efigies góticas, la primera del Doscientos y la segunda de principios del Trescientos, y les profesaba la devoción que cualquier hombre muy religioso, como lo era Pepe, les podía tener. A mi Pepe me ayudó en mi libro ‘Apuntes histórico-artísticos sobre cuatro templos nazarenos y evolución de las devociones en Dos Hermanas’ pues yo, que no soy precisamente historiador del Arte, siempre acudía a él para que me orientara en mis trabajos. Él, por cierto, no tenía nada de clara la atribución tradicional de la Virgen de las Virtudes de Santa María Magdalena a Pedro Duque Cornejo y Roldán y, en cuanto al Cristo de la Vera-Cruz antiguo, el que hoy procesiona nuestra cofradía veracrucista, él le veía relación con la escuela abulense. Hoy en que tanto se habla de que el Cristo puede ser sudamericano, lo que no niego en absoluto, queda el misterio de su gran parecido con imágenes del entorno de Ávila. Pero ello daría para otro artículo que prometo, que en homenaje a Pepe Isidoro, escribiré ahora que estamos inmersos en la celebración de los 475 años de nuestra más antigua hermandad penitencial. Un artículo que debería haber escrito Pepe si su temprana muerte no nos lo hubiera robado.
Para acabar quiero decir que Pepe era hermano de las Penas de San Vicente, teniendo el número 250, cofradía penitencial en la que fue presidente de la Junta Auxiliar, de la Reina de Todos los Santos, cofradía letífica en la que tenía el número 10 y que era su gran devoción letífica y titular y patrona de su Parroquia del Omnium Sanctorum, de la que fue fiel y destacado feligrés.
Estaba también muy vinculado a la Esperanza Macarena y a la Amargura. Su abuelo, había sido por otra parte, hermano del Valle. Pepe un gran cofrade en todos los aspectos, quería mucho a las cofradías y lucho por su esplendor lo que le ocasionó éxitos y sinsabores. Pero él seguía adelante siempre en defensa de su querida Sevilla y de sus tradiciones.
Y acabo así estos tres artículos dedicados a estos tres grandes cofrades sevillanos el artista José Asián Cano y los historiadores Juan Martínez Alcalde y José González Isidoro. Pido, desde luego, perdón pues, desde luego, he desnudado mi interior para escribir sobre los que fueron grandes amigos y en el caso de Juanito y Pepe Isidoro destacados y gloriosos colegas. Vale.