Una calle de la ciudad llevará el nombre de «Capataz Curro Vicario»

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Curro Vicario

Curro Vicario es el primer capataz que nomina una vía en la localidad

Bajo el título «Capataz Curro Vicario» se va a rotular una calle de nuestra localidad. Así se ha aprobado, por unanimidad, en el Pleno Extraordinario del Ayuntamiento de Dos Hermanas.

Francisco Díaz Vicario era más conocido como Curro Vicario en nuestra ciudad. Tenía una tienda junto a su esposa, Encarna ‘La Moñina’ en la calle San Antonio y siempre le había gustado el mundo cofrade. Así, en 1939, el entonces capataz del Cristo de la Vera- Cruz, José Álvarez Alcoba ‘El Melón’ le permitió sacar el paso un Jueves Santo.

La experiencia fue tal para Curro Vicario que al año siguiente formó su primera cuadrilla de costaleros y sacó la hermandad de Oración en el Huerto, de la que era hermano. Por entonces, se decía que quienes iban bajo las trabajaderas eran “profesionales” sin embargo, y según nos cuenta su familia, él prefería afirmar que eran “asalariados”. Lo apodaron Curro Rueda, por su padre, José Díaz González ‘Rueda’, también capataz – y eso figura en el aldabón del paso de Cristo de Oración en el Huerto- y luego pasó a ser más conocido como el capataz Curro Vicario.

Desde entonces llevó el martillo de los pasos que procesionaban en la Semana Santa nazarena. El Domingo de Ramos, cuando la Borriquita era una incipiente “hermandad de niños” incluso la llevaba – más tarde con la Virgen de la Estrella no, porque no le daba tiempo- y luego se marchaba a estar al frente de Jesús Cautivo. De ahí, al Miércoles Santo con Oración en el Huerto, y luego Vera-Cruz, Gran Poder, Amargura y Santo Entierro.

Sus familiares nos cuentan que Curro era una persona cristiana y muy respetuosa con las Imágenes, hasta el punto de que ante el Santo Entierro no hablaba ni se dirigía a la cuadrilla sino que llevaba un pañuelo blanco en una mano y los de la primera trabajadera, con sus gestos, hacia la derecha o a la izquierda, debían saber cómo iba el paso; esa era la forma de dar las órdenes.

Sus cuadrillas de costaleros lo apreciaban muchísimo y, durante todo el año, tenían contacto con ellos y los “cuidaba”. Eran sagas familiares como los ‘Concho’, los ‘Sevillanos’, los ‘Parrita’, los ‘Miñoto’,… Entonces tampoco había ensayos, sólo la ‘mudá’ y se citaban en el Bar Jaula.

Aparte de saber guiar a su “gente” bajo un paso también se preocupaba por ellos y tenía importantes gestos con ellos y con todo el que lo necesitaba; por aquellos tiempos no se calificaba así ni él le daba la importancia que tenía pero hoy día se conocen como obras solidarias.

Eso sí, quien lo conocía comenta que también era una persona recta y que le gustaba el trabajo bien hecho.

El Capataz Curro Vicario tocó el martillo de las procesiones de penitencia citadas y también de las de Gloria como Santa Ana, Asunción, Corpus Christi, la Milagrosa, Virgen del Rosario, Divina Pastora y San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac.

Se retiró a principios de los años 70 pero, en 1973, fue su despedida oficial, en una importante jornada: el día de la procesión de la Virgen de Valme para su Coronación Canónica.

Sus frases

Nuestro compañero David Hidalgo entrevistó para este periódico a Curro Vicario en 1996 y él decía que “el capataz debe tener vista de águila, sentido de la dimensión, voz potente y clara y mucha devoción”. “Lo demás, como derecha ‘adelante’, izquierda atrás’, se aprende”.

Él se consideraba el único capataz de la localidad ya que “se denomina capataz al que formaba cuadrilla y hacía el contrato con las hermandades”.

Muy pronto habrá una calle rotulada con su nombre y aunque ya ha pasado a la historia cofrade de la ciudad quedará un reconocimiento a su figura cuando “per saecula saeculorum” se lea: «Capataz Curro Vicario».