Una pequeña reflexión sobre las ferias nazarena y sevillana

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La feria de Dos Hermanas y la de la capital son fiestas a la vez muy iguales y a la vez muy distintas

Era nuestra intención hablar hoy sobre una caseta de feria en particular, escribir una pequeña historia de ella donde se hablara de su fundación, idiosincrasia y socios. Pero nos piden de nuevo que reflexionemos sobre la feria nazarena y hemos elegido la idea de compararla con la sevillana. Reconocemos que no vamos a poner acaso nada original, nada que no hayamos escrito en artículos de años anteriores pero consideramos que el tema es importante, digno de consideración y por ello de repetición. Empero procuraremos, en aras de una mayor inteligibilidad y de una mayor originalidad, referirnos a temas que no hayan aparecido en estas páginas.

En principio, tenemos que referirnos a un tema que es un lugar común en nuestra idea sobre la feria. Nos remontaremos a las viejas fiestas patronales de Santiago y Santa Ana, al Santiago como era conocido aunque en paridad la fiesta se dedicaba a la Santa y el día del patrón de España era el día del Señor, cuando Jesús Sacramentado salía por las calles del pueblo acompañado de la Divina Pastora, de la Virgen del Rosario, de San Fernando y de quien hiciera falta sea la Virgen del Mayor Dolor de Vera-Cruz como está probado documentalmente que se pretendía sacar sea la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso del Gran Poder como nos cuenta la tradición oral, no por oral menos venerable. Por su parte, Santa Ana salía con San Joaquín. Pero dejemos la fiesta religiosa y centrémonos en la civil. Recordamos perfectamente, por ejemplo, como los gigantes y cabezudos salían justamente en la víspera de la fiesta. Mas nos interesa especialmente las casetas. Rememoramos nuestras viejas fiestas patronales y recordamos muy pocas: la Municipal, la del Círculo Mercantil e Industrial –el Casino- la de la Peña Bética, la de Vera-Cruz y muy por último se instalaba en la calle Real Sevilla en un derribo la de la Oración en el Huerto. Y las fiestas eran enormemente clasistas en un pueblo no precisamente muy clasista. A la Municipal acudían contadas familias – el autor de estas líneas por ejemplo entraba- lo que era una discriminación y una injusticia manifiesta, a la del Casino los socios que eran la élite burguesa de la villa, a la de la Peña Bética los socios que procedían de todos los sectores de la población por lo que diríamos, con terminología de hoy, que era mucho más democrática, a la tardía de la Oración en el Huerto todo el mundo y a la de Vera-Cruz también todo el mundo porque en ésta había actuaciones de artistas que servían para que la hermandad se financiara. Quizá era con mucho la más popular y, desde luego, la más abierta. Recordamos perfectamente como en la vieja ‘feria’ del Arenal la caseta veracrucista se instalaba en los viejos y bellos Jardines de la Pimienta. El autor de estas líneas frecuentaba todas las casetas: las del Casino y la Peña Bética porque nuestro padre era socio, la Municipal porque se nos consideraba que pertenecíamos a una suerte de élite del pueblo, la de la Oración en el Huerto porque era libre y la de Vera-Cruz porque nuestro padre, Manuel Calderón Martín de tan feliz memoria para todos los que lo conocieron, era el tesorero de la cofradía y se encargaba de llevar todas las cuentas de la confraternidad en las fiestas. Pero siempre pensábamos y no nos equivocábamos como muchos veían reducida su participación en la fiesta a pocas, poquísimas casetas en unas fiestas de cinco casetas, a pasear, a montarse en las atracciones, los populares cacharritos, a ir a los quioscos de bebidas de las esquinas del Arenal, a contemplar los fuegos de artificio y a oír ‘La batalla de los Castillejos’ que la banda tocaba en la Cruz de los Caídos, felizmente todavía existente porque en ello, no en todo, esta ciudad ha sido una ciudad civilizada que no ha consentido tirar uno de sus mejores monumentos, sino convertirlo en un monumento no sólo a la Fe sino también a la Literatura y a la Democracia.

Pero ¿qué pasaba en Sevilla? La situación era parecida sólo que corregida y aumentada. Se montaban muchas casetas en el viejo Prado de San Sebastián. La Municipal, como hoy, se guardaba para recepciones de la ciudad. Existían las de los elitistas círculos muy especialmente la del Real Club de Andalucía –conocido como el Aero-, la del Real Círculo de Labradores o la del Club Pineda. Menos elitista era la del mesocrático Círculo Mercantil e Industrial, reservado más a una clase media menos encopetada que la de Labradores –también compuesto por las grandes familias de la ciudad- o la Nobleza y Alta Burguesía del Aero o el Club Pineda, que siguen siendo los clubs más elitistas de Sevilla. Por otra parte, montaban casetas peñas de todo tipo y laya, peñas, cofradías, particulares, etc. Siempre se dijo que la feria de Sevilla era para que media Sevilla contemplara a la otra media, tal era el grado de inaccesibilidad que existía para entrar en las casetas. En resumen, era una feria poco popular y menos democrática, menos aún que la de Dos Hermanas, donde una alta sociedad y una burguesía media controlaban caballos y enganches, casetas de todo tipo y, en resumen, todos los componentes que hacían atractiva la fiesta mayor de la ciudad tras la Semana Santa.

Pero todo ha cambiado. Las fiestas nazarenas se transmutaron en gran feria y empezaron a celebrarse en mayo. Primero, como es sabido, se colocaron en los Montecillos y hoy la feria de Mayo abre sus puertas en Vistazul. En cuanto a la feria de Abril sevillana pasó al feo pero burgués en su mayoría y elitista en algunas de sus calles y plazas como la de Cuba o la calle República Argentina, barrio de los Remedios, llamado así por el viejo Convento de Nuestra Señora de los Remedios de los Carmelitas Descalzos. Hoy la feria sevillana es menos elitista pero con reservas. Ciertamente existen casetas de distrito donde entra todo el mundo, existen también muchas de peñas y de empresas, muchas de hermandades aunque en muchas ocasiones reservadas sólo a los hermanos –lo que no vemos nada de lógico en instituciones religiosas de las que se podía esperar fueran más democráticas y más esencialmente cristianas-, muchas particulares más no tememos que aún un sector muy importante de la población se ve alejada de la feria o al menos sólo puede entrar y participar en pocas casetas. En cuanto al paseo de caballos es controlado por las viejas familias y la clase media. Es muy significativa la página de fotografías de la feria de toda esa institución de Sevilla que es ABC que muy en su línea, que no es ni mala ni buena sino simplemente la suya, fotografía toda la élite de la ciudad tenga o no tenga dinero. Y podemos certificar que en  ABC aparecen las grandes familias de Sevilla. Desde un punto de vista histórico y antropológico podemos decir que las conocemos porque sabemos cómo es la ciudad y porque muchos de ellos han estudiado con nosotros sea en el colegio –San Antonio María Claret para más señas- o la universidad –y eso que nuestra carrera Geografía e Historia no se distinguía precisamente por agrupar alumnos de esta clase social- o los conocemos de la hermandad o de las pandillas de Sevilla. Vamos, que  ABC no hace nada más que reflejar una parte de la sociedad de la ciudad que ha tenido o tiene incluso el poder económico y político de ella. En fin, sólo nos queda decir que la feria de Sevilla es clasista y elitista a pesar de los cambios positivos que ha experimentado. Ello no tiene mucho remedio y en ello esta fiesta se opone a otra en que, antropológicamente, en la mayoría de los casos, se rompen las barreras sociales como es la Semana Santa.

Ahora bien, nos queda hablar de la feria nazarena. Por un compromiso ciudadano en ella se han roto las barreras sociales  más que en Sevilla. En ella, la caseta Municipal es de entrada libre y sirve no sólo para el solaz y asueto de los ciudadanos sino también sino para representar a esta importante ciudad. En cuanto a las de partidos, sindicatos, hermandades son de entrada libre y enormemente frecuentadas. Con respecto a las de particulares existe la idea, fomentada por las autoridades y muy singularmente el Excelentísimo Ayuntamiento, de que ésta tiene que ser una feria, una fiesta en suma, abierta y aunque no son las casetas de entrada totalmente libre si existe una hospitalidad y una permisividad que recuerda mucho más las casas del Rocío que lo que las recuerdan las casetas de la feria sevillana. Ello es así y no tiene vuelta de hoja. Y esto en una sociedad  como la nazarena en que han existido –quitadas las familias de la Nobleza y Alta Burguesía sevillana que vivían o veraneaban en Dos Hermanas pero mirando a Sevilla sean los Ybarra, los Medina, los Parladé, los Gil-Delgado, los Pickmann, etc. etc.- dos familias quizá de nivel más alto: los Gómez en sus ramas de ‘Culebras’ –con personajes como los alcaldes don Francisco Gómez Rivas y su hijo don José Gómen Martín- y ‘Chamorros’ –con los almacenistas don José Gómez Claro ‘El Chamorro’ y su hermano don Juan Manuel Gómez Claro, que no fue llamado el Chamorro- y los cultos Caros con el médico don Agustín Gómez Sánchez y su hijo también médico y alcalde de la villa don Federico Caro Lázaro –padrastro del también alcalde don Juan Antonio Carazo Gómez hijo de su mujer la famosa doña Pepa Gómez Lesaca García-. Sin contar a los nobles Grimarest  que en la persona de don Jesús de Grimarest y Villasis, de muy aristocrática y antigua familia de Sevilla, tienen el ejemplo de un señor sevillano imbricado en los acontecimientos y vida del pueblo del que fue también alcalde y que fue exponente del Partido Carlista en la villa o al segundo contribuyente don Francisco de Paula Baena de León Izquierdo,  casado por cierto con doña María Adelaida Caro Lázaro, hermana de don Federico e hija de don Agustín.  En fin en una sociedad elitista con reservas –este pueblo no es Sevilla, Jerez de la Frontera, Écija, Osuna, Carmona, etc. donde existe una fuerte nobleza nativa o, en su defecto una alta burguesía que puede convivir con la primera- la feria se ha convertido en una fiesta popular hasta los extremos donde cada uno tiene su papel: la numerosa burguesía media o incluso los obreros con caballos y enganches, todos con casetas de todo tipo, etc. Una fiesta pues enormemente popular, muy alejada del modelo sevillano, y que es orgullo de nuestra ciudad como otra más y no la menor de las fiestas de esta nuestra querida Dos Hermanas.